Periodos Políticos Clave del Reinado de Isabel II

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La Década Moderada (1844-1854)

Narváez tuvo que afrontar diversos conflictos y problemas, como la oposición de progresistas y demócratas, revoluciones burguesas, motines y revueltas civiles, la guerra carlista, divisiones en su propio partido, intrigas palaciegas e incremento del autoritarismo de su gobierno, entre otros. A lo largo de esta década moderada se produjo una aproximación a la Iglesia Católica, gracias a la Constitución de 1845, el freno de la venta de bienes desamortizados de la Iglesia y, sobre todo, el Concordato con la Santa Sede en 1851, que establecía, entre otras cosas, el derecho a adquirir bienes de la Iglesia y su inspección en el sistema educativo. El final de esta década estuvo motivado por la división interna del partido y, sobre todo, una crisis política que se unió al escaso prestigio de la reina y la camarilla que la rodeaba, así como por el nepotismo.

Bienio Progresista (1854-1856)

Comienza con el pronunciamiento de los generales O’Donnell y Dulce en Vicálvaro. Mientras se dirigen hacia el sur, se une a ellos el general Serrano. Juntos deciden realizar el Manifiesto de Manzanares, de contenido progresista y que pretendía una regeneración liberal. Espartero gobernó en coalición con la Unión Liberal, partido de centro político fundado por O’Donnell. Tuvo que hacer frente a problemas como nuevos levantamientos carlistas y, sobre todo, las consecuencias de la desamortización general de Madoz, que supuso la ruptura de relaciones con la Santa Sede y, de nuevo, el distanciamiento consecuente con la Iglesia de Roma. Durante este periodo se llevaron a cabo importantes reformas económicas. En 1856 se elaboró otra constitución, de carácter progresista, conocida como “non nata” pues no llegó a ponerse en vigor. Entre sus contenidos más importantes destacaban el principio de soberanía popular y el de libertad religiosa; recuperaba la Milicia Nacional. Espartero dimitió en 1856 y la reina llamó a O’Donnell para que formara gobierno. El malestar social por los impuestos indirectos provocó una serie de motines, ante los que O’Donnell intervino disolviendo el Parlamento ayudado de sus tropas.

Hegemonía de la Unión Liberal (1856-1863)

El nuevo gobierno de O’Donnell desmanteló la labor política y legislativa del Bienio, volviendo de nuevo al moderantismo. Restableció la Constitución de 1845 pero con algunas modificaciones (Acta Adicional). La reina destituyó a O’Donnell y llamó a Narváez para que formara gobierno. Este derogó el Acta Adicional y, posteriormente, dimitió sin motivo aparente. La reina llamó de nuevo a O’Donnell, quien esta vez sí gobernó de forma continuada entre 1858 y 1863 en lo que se conoce como la hegemonía de la Unión Liberal. Su gobierno estuvo marcado por sus transformaciones en la economía y la administración, su intento por recuperar el prestigio dentro del país y, sobre todo, por su política exterior, con actuaciones de carácter colonial en México, Cochinchina, la Guerra de África… todo esto con afán de prestigio pero con escasos beneficios. A la hora de desarrollar este tipo de políticas se aprovechó de la favorable coyuntura económica que había entonces.

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