Cómo percibimos los cambios en el medio: una guía completa sobre los sentidos
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El organismo recibe continuamente información o estímulos que proceden del exterior o del propio cuerpo y que son captadas por unas células especializadas, los receptores sensitivos. Los receptores están conectados a un centro de integración, el sistema nervioso, que elabora la respuesta adecuada para que los órganos efectores actúen.
Los receptores sensitivos
Son células nerviosas o estructuras que llevan asociada una terminación nerviosa. Según la procedencia de su estímulo pueden ser:
- Exterorreceptores
- Interorreceptores
- Quimiorreceptores
- Termorreceptores
- Fotorreceptores
- Mecanorreceptores
El gusto
Captamos las sensaciones del gusto por medio de papilas gustativas, formadas por células receptoras colocadas en la lengua. Por el poro sobresalen microvellosidades que captan las diferentes sustancias químicas, las cuales estimulan fibras nerviosas que se hallan en su interior y se transmiten al área gustativa del cerebro. Hay 5 sabores: salado, dulce, amargo, agrio y umami.
Dejamos de percibir sabores por un resfriado común, por sequedad de la boca o por fumar en exceso.
El olfato
Las sustancias químicas de los olores llegan a la cavidad nasal a través de la inhalación de aire, cuando masticamos, bebemos o respiramos por la boca. En la parte superior de la cavidad nasal se encuentra el epitelio olfatorio, que contiene los receptores de los olores, y las células olfativas, que transmiten las señales químicas al cerebro. En la cavidad nasal se distinguen la pituitaria amarilla y la roja.
El tacto
Los receptores táctiles se localizan en la dermis de la piel e informan de los cambios de presión, temperatura y dolor. La piel se divide en tres partes: la epidermis, la dermis y el tejido subcutáneo. La piel también contiene venas, arterias, glándulas sudoríparas, folículos pilosos y receptores.
El sentido del tacto es consecuencia de la estimulación de diferentes tipos de receptores, como los corpúsculos de Meissner, Paccini, Ruffini o terminales libres.
El oído
Es el órgano de la audición y del equilibrio. El sonido se propaga en forma de ondas que viajan por el aire. El pabellón auditivo recoge las ondas y las conduce a través del conducto auditivo externo hasta el tímpano, una membrana muy fina que vibra con el sonido. Esta es la parte más externa del oído, el oído externo.
Detrás del tímpano hay unos pequeños huesecillos: el martillo, el yunque y el estribo, que unen el tímpano con la ventana oval. Esta se encuentra en el oído medio, en el que se abre un conducto que comunica con la parte posterior de la boca, la trompa de Eustaquio.
El oído interno está formado por una serie de conductos en forma de laberinto. La parte del oído relacionada con la audición se llama cóclea. La cóclea son tres conductos en uno, de los cuales dos están llenos de perilinfa y el conducto de en medio de endolinfa. El suelo del conducto medio, llamado membrana basilar, alberga los receptores auditivos.
La oreja o pabellón auditivo recibe la vibración del aire, que produce el sonido. El conducto auditivo funciona como una caja de resonancia, amplificando el sonido. La acción del sonido hace que vibren la membrana timpánica y la cadena de huesecillos se mueve, transmitiendo ondas a la ventana oval, y se extiende entonces la endolinfa, que estimula los receptores auditivos. Estos receptores transforman las vibraciones en impulsos eléctricos que son conducidos por el nervio auditivo hasta el cerebro.
Además, en el laberinto del oído interno se encuentran los canales semicirculares, el utrículo y el sáculo. Estos órganos están relacionados con el sentido del equilibrio. Los canales semicirculares contienen ampollas rellenas de endolinfa, que cuando nos inclinamos, el líquido presiona las células ciliadas sensoriales transformando las vibraciones en impulsos eléctricos nerviosos que van al cerebro.
La vista
El sentido de la vista se localiza en el ojo. La retina, una capa fotosensible situada en la parte posterior del ojo, las millones de células fotorreceptoras llamadas conos y bastones parcelan la imagen con color, movimiento... Los impulsos se canalizan hacia la corteza cerebral, donde se crea la percepción de la imagen, de forma instantánea y en el sentido correcto.
La córnea es un fino tejido transparente que recubre el ojo y que desvía los rayos de luz de la imagen. Detrás, el iris, es el músculo que le da el color distintivo al ojo, se contrae con la luz y se expande en la oscuridad, regulando el tamaño de la pupila. La tarea de enfocar la imagen la cumple una lente cristalina, llamada cristalino, que se flexiona gracias a los músculos ciliares.