La Percepción y el Conocimiento Humano en la Filosofía Tomista

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El ser humano conoce en un primer momento mediante sus sentidos y después crea contenidos racionales con lo que ha conocido. ¿Por qué percibimos sensorialmente del modo como lo hacemos y formamos nuestros conceptos tal como los formamos? Cuando una persona ve una paloma, le resulta ‘evidente’ que ese animal es precisamente una paloma. Esta evidencia se deriva de la adecuación natural (por así decir) entre las facultades cognoscitivas del hombre y las cosas que son conocidas, porque son las cosas las que moldean al hombre y su conocimiento.

Para Tomás de Aquino, el ser humano es un resultado de sus necesidades, de modo que las potencias humanas, también las cognoscitivas, son una consecuencia de lo que se le exige en el mundo y en la historia. Tomás habla de las potencias y facultades humanas y, sobre todo, de los objetos que hay que conocer fuera del hombre; son esos objetos los que, una vez asumidos por el ser humano mediante el conocimiento, dan lugar preferentemente a lo que la razón es y a lo que el hombre es. Por ello, el concepto de hombre no es verdadero ‘por sí mismo’, sino solo “por referencia a las cosas”.

En la escolástica se distinguían dos facultades intelectuales, la razón y la voluntad, y cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Pero estas dos facultades y cinco sentidos no son potencias con las que el ser humano se enfrenta al mundo que lo rodea; al contrario, existe el oído porque hay sonidos que oír, la vista porque hay figuras y colores que ver, la razón porque hay ideas que conocer. Aquellos sonidos, figuras, colores e ideas dan origen a lo que el hombre es, porque el hombre es una síntesis de lo conocido y de sus potencias. Tomás de Aquino parece considerar una unidad operativa entre las ideas y la razón, entre los colores y la vista, etc. La interdependencia entre el hombre y su entorno es constante. En realidad, la vista no es nada distinto de las figuras y los colores, del mismo modo que la razón no es nada sustancialmente distinto de las ideas que conoce, de modo que si el hombre puede conocer, en general, es porque los objetos conocidos y las potencias que conocen están ‘próximos’ y son similares, ya que los objetos han dado origen a las potencias.

Razón y Voluntad

Mediante el ejercicio de la razón, el hombre conoce las cosas como buenas, malas o indiferentes, aunque Tomás de Aquino mantenía que nada era indiferente. Una vez conocidas las cosas como buenas o malas, surge en el hombre una tendencia hacia aquello que conoce como bueno, y una aversión hacia lo que capta como malo; a esta tendencia se le denominó voluntad.

La voluntad no se encapricha con cosas que no son suyas, sino que reconoce lo que es bueno porque es suyo: lo que le es naturalmente adecuado al hombre (su suum) es la fuente de lo bueno. Si una voluntad interviene imponiendo algo que no es propio del que ha de actuar, esto constituye un movimiento violento que repugna a la voluntad. En la medida en que la voluntad persigue algo suyo, mostrado por la razón, voluntad y razón se imbrican en esa búsqueda racional porque, además, la voluntad no es una potencia ciega que persiga ciegamente el bien que le muestra la razón, sino que ella es también una potencia inteligente.

Tomás de Aquino sostenía que nadie se dirige hacia lo que conoce como malo, sino solamente hacia lo que capta como bueno, porque lo que mueve a la voluntad a actuar es, en definitiva, el amor, ya que según Tomás todos los movimientos naturales de las cosas tienen su origen en el amor.

Así, el acto moral se compone de dos momentos distintos:

  1. El primero, el cognoscitivo: alguien conoce algo y entiende que eso es bueno para él, aunque objetivamente puede equivocarse.
  2. El segundo momento es el de la voluntad: ama lo conocido como bueno, o siente aversión hacia lo malo. También este momento puede fallar, porque la experiencia enseña que hay personas con poca voluntad que no logran tender decididamente hacia lo que conocen como bueno, o no tratan de evitar lo que captan como malo.

Además, Tomás entendía que en casi todo lo bueno hay algo de malo, y en casi todo lo malo hay algo de bueno; en tal caso, el ser humano tiende a lo que es percibido como malo “porque retiene algo de bueno”.

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