El Pensamiento Educativo de Jovellanos: Motor de Prosperidad y Bienestar Social
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Introducción
El texto a analizar es un fragmento de los Apuntamientos para el plan de estudios (o Discurso al Rey) del asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos, recogido en la obra Antología de escritos pedagógicos de Gaspar Melchor de Jovellanos, edición de Olegario Negrín Fajardo (2010). Esta obra compila algunos de los principales escritos pedagógicos de Jovellanos, que revelan su pensamiento educativo y sus experiencias prácticas en los diferentes niveles educativos de la época.
Jovellanos fue un hombre equilibrado que vivió una época crucial en nuestra historia. Supo mantener una postura equidistante entre las innovaciones extremas y el tradicionalismo. Lo impulsaba un ferviente anhelo de renovación nacional («El bienestar de este país me devora»), que lo llevó a preocuparse por todos los asuntos que pudieran contribuir a la utilidad pública y al progreso. Redactó multitud de informes y proyectos, y pronunció discursos, como el que nos ocupa.
El pasaje que analizamos es de contenido pedagógico, con un lenguaje claro, aunque con el estilo protocolario propio de la época y del destinatario, el rey Carlos IV. Por su contenido y estilo, debió ser redactado durante el periodo en el que Jovellanos ocupó el Ministerio de Gracia y Justicia.
Melchor Gaspar de Jovellanos (Gijón, 1744 – Puerto de Vega, 1811) es uno de nuestros escritores ilustrados más importantes. En 1797 fue nombrado secretario de Gracia y Justicia, pero solo pudo ocupar el cargo durante un año debido a las presiones de Godoy. Durante este breve período, destacó por su voluntad reformista y su lucha contra la Inquisición y las propiedades de la Iglesia.
El texto objeto de comentario se encuadra en este período. Tras ser relevado del cargo, regresó a Gijón, donde ejerció como consejero de Estado, aunque también por poco tiempo, debido a la oleada de conservadurismo antiilustrado de la época.
Análisis Interno del Texto
La idea principal del texto gira en torno a la educación como motor de prosperidad social, al servicio del desarrollo económico y del bienestar de los ciudadanos.
Como ideas secundarias, encontramos la afirmación del autor de que el efecto y fin de la educación es la instrucción, y la instrucción pública positiva como fuente de prosperidad, frente a la negativa, generadora de caos.
Educación e instrucción no aparecen aquí como sinónimos, sino como términos vinculados. La instrucción se presenta como la aplicación de la educación; sin educación, no es posible la instrucción.
Comentario de Texto
El primer párrafo del texto comienza afirmando que el efecto y fin de la educación es la instrucción. La instrucción se plantea como la aplicación práctica de la educación, es decir, la aplicación de los conocimientos aportados por la educación para obtener resultados prácticos en la organización social.
Esta introducción da pie a la descripción de ejemplos en torno a la idea principal: la educación, y la instrucción como su aplicación, actúan como motor de prosperidad social al servicio del desarrollo económico y del bienestar de los ciudadanos. Este concepto forma parte del ideario ilustrado y reformista de la pedagogía de Jovellanos, a caballo entre el despotismo ilustrado de Carlos III y las reformas inspiradas en las ideas ilustradas provenientes de Francia. Para Jovellanos, la ignorancia es el origen de todos los males. Tenía gran fe en el progreso y en la capacidad del hombre para mejorar a través de la educación. No obstante, opinaba que las reformas debían ser graduales, y los excesos de la Revolución francesa frenaron en gran medida su política reformadora.
El segundo párrafo defiende la instrucción pública de carácter positivo como generadora de prosperidad, en contraposición con una educación de carácter negativo que produce desorden y caos. Este concepto está influido en parte por la moral de la época y por el propio Jovellanos, algo puritano y con un concepto rígido de la justicia, quizás debido a su tendencia religiosa jansenista (movimiento religioso de la Iglesia católica de carácter moral y disciplinar).
Conclusiones
En resumen, el texto presenta la educación como la vía del desarrollo económico y sus aplicaciones, y la instrucción pública de carácter positivo como fuente de prosperidad y desarrollo tecnológico. Las sociedades democráticas actuales, en general, están de acuerdo con este planteamiento. Se percibe a Jovellanos como un personaje con ideas modernas en un contexto de resistencia a ellas. Sorprende el paralelismo entre los conceptos actuales sobre educación y las ideas pedagógicas de Jovellanos. Basta sustituir algunos términos en el ideario de Jovellanos por conceptos actuales (Instrucción pública – Educación pública, Instrucción – Capital humano, Producción – Crecimiento económico) para percibir este paralelismo y convertir sus escritos en textos de plena actualidad.
Asombra que gran parte de las cuestiones a debate sobre las características y los problemas de la educación actual (gratuidad, universalidad, coeducación, laicidad...), algunos de ellos aún por resolver total o parcialmente, ya se plantearon hace más de 200 años.
Una de las críticas más frecuentes al sistema educativo desde los intereses dominantes es su desajuste con el sistema laboral. Estas presiones afectan en desigual medida a distintos niveles escolares, pero son una realidad para todo el conjunto. El reto educativo está en encontrar otras formas de conocimiento escolar, en rescatar el sentido de la formación general.
En cuanto a la pertinencia de la compartimentación del conocimiento, hay que considerar que se han logrado grandes progresos en el marco de las especializaciones disciplinarias en el siglo XX. Sin embargo, estos sistemas operan la disyunción entre las humanidades y las ciencias, y la separación de las ciencias en disciplinas hiperespecializadas. Como nuestra educación nos ha enseñado a separar, compartimentar, aislar y no a ligar los conocimientos, el conjunto de estos constituye un rompecabezas ininteligible.
Edgar Morin menciona, entre los desafíos actuales de la educación, el caso de los saberes disociados, parcelados, compartimentados entre disciplinas, frente a realidades o problemas cada vez más pluridisciplinarios, transversales, multidimensionales, transnacionales, globales y planetarios.
El perfil y el rol del profesorado han de cambiar de forma sustancial, lo que ha de incidir en las pautas de actuación de los docentes en el aula, en contextos cada vez más abiertos e inclusivos, y más dispuestos a ofrecer al alumnado aprendizajes atractivos y funcionales. La función del docente cambia: de la mera transmisión, propia de una visión de la enseñanza compartimentada en disciplinas de conocimiento, a “provocar la reconstrucción del conocimiento experiencial”. El profesorado debe potenciar la construcción del conocimiento, la reflexión crítica y el uso o aplicación de los saberes adquiridos, siempre en contextos significativos para que los aprendizajes adquieran valor funcional.