Pensamiento Clave: Descartes, San Agustín y Santo Tomás en la Filosofía Occidental

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Filosofía Medieval y Moderna: Descartes, San Agustín y Santo Tomás

René Descartes: La Búsqueda de la Certeza y el Racionalismo

Tras salir de La Flèche, Descartes se da cuenta de que la filosofía eclesiástica no le proporciona certeza, lo que le genera dudas sobre todo lo que había aprendido. Su enfoque se orienta hacia la física y la mecánica, apoyado por las matemáticas, lo que le lleva a desarrollar el concepto de mathesis universalis, un método único para alcanzar conocimiento seguro.

Para Descartes, el conocimiento se puede obtener mediante la experiencia y la deducción: la experiencia es susceptible de error (nos puede engañar), mientras que la deducción proporciona conocimientos ciertos e indudables. Por ejemplo, las matemáticas no dependen de la experiencia, ya que sus verdades son producto exclusivo de la mente. En estos casos, la razón actúa de manera activa y produce conceptos simples. 222

Intuición y Deducción en el Pensamiento Cartesiano

Las verdades claras y evidentes, que son indudables, las denomina intuición. La intuición es la capacidad inmediata de aprehender algo cierto, y la deducción se construye a partir de ella. Estas intuiciones se caracterizan por ser claras (manifiestan lo que son) y distintas (se distinguen de otros conocimientos).

El Método Cartesiano: Reglas para el Conocimiento Seguro

El método cartesiano, un conjunto de reglas ciertas y fáciles que hacen imposible tomar lo falso por verdadero y conducen al conocimiento de todo lo que es capaz de conocer, está compuesto por varias reglas:

  • Regla de la Evidencia: El conocimiento debe ser evidente, claro y distinto, alcanzado a través de la intuición.
  • Regla del Análisis: Los problemas deben descomponerse en elementos más simples.
  • Regla de la Síntesis: A partir de los conceptos simples se construyen los más complejos, mediante deducciones.
  • Regla de la Enumeración: Revisión y verificación de las deducciones para asegurarse de que no se ha omitido nada.

La Duda Metódica y la Primera Certeza

Por otro lado, está la duda metódica, que consiste en el proceso mediante el cual Descartes busca encontrar un conocimiento absolutamente seguro. A través de la duda de todo lo que pueda ser incierto, busca llegar a una certeza inquebrantable. Este proceso de duda tiene dos niveles:

  • Duda sobre los Sentidos: Los sentidos pueden engañar, y, por ejemplo, no siempre podemos distinguir con certeza entre el sueño y la vigilia.
  • Duda sobre las Ciencias: Descartes introduce la posibilidad de un genio maligno que engañe al sujeto sobre lo que considera seguro, como las verdades matemáticas.

Por último, para Descartes, la primera certeza que alcanza es el sujeto pensante: "Pienso, luego existo" (Cogito, ergo sum). Aunque dude de todo, no puede dudar de que está pensando. Este descubrimiento establece la base del conocimiento para Descartes y marca el inicio del racionalismo y la filosofía moderna. El sujeto pensante es el fundamento del conocimiento, y la certeza se basa en la existencia del pensamiento.

San Agustín de Hipona: Ética, Política y Metafísica

La Ética Agustiniana: Búsqueda de la Felicidad en Dios

La ética de San Agustín está estrechamente ligada a su concepción de la naturaleza humana. Para él, el alma humana tiene un impulso natural de búsqueda y autotrascendencia, que se manifiesta tanto en el entendimiento, a través del conocimiento de las verdades eternas, como en la voluntad, mediante la búsqueda de la felicidad.

Según San Agustín, el ser humano no puede encontrar la felicidad plena en sí mismo ni en el mundo terrenal, sino únicamente en Dios y en la vida eterna. Por ello, la virtud consiste en acercarse a Dios lo máximo posible durante esta vida, para alcanzarlo plenamente en la otra, con la ayuda de su Gracia.

Aunque la naturaleza humana es buena por creación, ha sido corrompida por el pecado original, lo que inclina al alma hacia el mal y puede llevar al ser humano a buscar la felicidad en los bienes materiales, alejándolo de Dios.

Para San Agustín, la moralidad de una acción no depende de sus consecuencias, sino de su intención y de si está conforme con la Ley Divina. Una acción es buena si sigue esta ley y, si no, es pecado. El ser humano es plenamente responsable de sus pecados, ya que el mal moral proviene del abuso de la libertad que Dios le ha otorgado, y no puede ser atribuido a Dios.

En conclusión, la ética agustiniana es una ética teocéntrica basada en la búsqueda de Dios a través del amor y la voluntad, donde la felicidad solo se alcanza en la vida eterna y el ser humano es responsable de sus actos ante Dios.

Ideas Políticas de San Agustín: La Ciudad de Dios

San Agustín explica sus ideas políticas en La Ciudad de Dios, obra escrita tras la toma y el saqueo de Roma por parte de Alarico, rey de la tribu bárbara de los godos (en el 410 d.C.). La posterior acusación a los cristianos, por parte de los paganos, de haber provocado la ruina del Imperio, provoca que la filosofía de San Agustín se oriente, como reacción, a reivindicar el valor del cristianismo y los poderes espirituales frente a las corrientes paganas.

Así, San Agustín ensaya un estudio filosófico de la Historia, interpretándola como la constante lucha entre dos fuerzas en conflicto:

  • Una "ciudad celeste" (en la que reina la caridad, la justicia y la piedad; el amor a Dios y el desprecio de sí mismo).
  • Y una "ciudad terrena" (en la que reinan las pasiones egoístas y la ley del más fuerte; el amor a sí mismo y el desprecio de Dios).

Estas dos ciudades se encuentran mezcladas en todas las sociedades: a la ciudad de Dios pertenecen todos los creyentes, mientras que a la ciudad terrena pertenecen los paganos. Esta lucha se mantendrá hasta el final de los tiempos, cuando la ciudad de Dios vencerá sobre la ciudad terrena (el Mal), apoyándose aquí San Agustín en lo relatado en el Apocalipsis.

Además, nuestro autor reivindicará la necesidad de que lo espiritual gobierne sobre lo meramente político, en la medida en que el fin de la vida terrena es el cumplimiento de una vida virtuosa, de modo coherente con la búsqueda ética de la felicidad en Dios. A lo largo de la Edad Media, la Iglesia utilizará las tesis de San Agustín para reivindicar su primacía terrenal sobre los poderes temporales. Esta idea recibe el nombre de "agustinismo político".

La Búsqueda de la Paz en San Agustín

San Agustín defiende que la paz es el fin último tanto de la ciudad terrena como de la ciudad celeste. Siguiendo aquí a Aristóteles, defiende que el ser humano es social por naturaleza. Por tanto, por naturaleza busca la paz, en la medida en que la paz es requisito indispensable de la vida en sociedad. Así, la propia guerra tiene como fundamento la paz, ya que es lo que buscan quienes hacen la guerra. La diferencia es que, mientras que los poderes temporales buscan la paz por sí misma, la ciudad celeste la busca como un medio para alcanzar la paz eterna en Dios.

Metafísica y Teología Agustiniana: Dios, Creación y el Origen del Mal

San Agustín distingue dos niveles de realidad: Dios, que es perfecto e inmutable, y el mundo creado, que es cambiante y carece de plenitud en el ser. Dios es el fundamento de la realidad y su existencia puede demostrarse mediante diversos argumentos.

Uno de estos es el argumento físico-teológico, que sostiene que el orden del universo no puede ser fruto del azar, sino que requiere una inteligencia suprema. También presenta el argumento del consenso, según el cual la creencia universal en Dios es prueba de su existencia. Finalmente, el argumento de las verdades eternas señala que las verdades necesarias e inmutables que encontramos en nuestra alma solo pueden provenir de un ser igualmente necesario e inmutable.

Respecto a la creación del mundo, San Agustín defiende que Dios creó todo de la nada (ex nihilo), inspirándose en los modelos eternos que existen en su mente, similares a las Ideas platónicas. Además, implantó en la materia las rationes seminales (semillas de los futuros seres), que se desarrollarán según su providencia. Esto supone una ruptura con Platón y Aristóteles, para quienes la materia era eterna, ya que en la concepción cristiana, Dios es trascendente y la materia es creada.

Otro problema fundamental es el origen del mal. Si Dios es perfecto y bondadoso, ¿cómo puede existir el mal? San Agustín responde que el mal no es una entidad real, sino una privación del bien. No ha sido creado por Dios porque, en sentido estricto, no existe como algo positivo. Además, el mal solo se percibe en lo particular, pero en la totalidad del plan divino siempre resulta un bien mayor.

El mal moral proviene del libre albedrío del ser humano. Dios ha preferido concedernos la libertad antes que obligarnos a hacer siempre el bien, pues solo así nuestros actos tienen mérito. De esta forma, San Agustín justifica la presencia del mal en el mundo sin comprometer la bondad y perfección divina.

Santo Tomás de Aquino: Razón, Fe y la Existencia de Dios

Demostración de la Existencia de Dios: Las Cinco Vías Tomistas

Santo Tomás de Aquino considera que la existencia de Dios puede conocerse por fe, pero también demostrarse racionalmente. Aunque parte del supuesto de que Dios existe, su método es estrictamente filosófico y racional. Su objetivo es mostrar que la fe y la razón no se oponen, sino que la razón puede servir de base para aceptar la fe. Para demostrar la existencia de Dios, Santo Tomás propone cinco vías basadas en la observación de la realidad:

  1. Vía del Movimiento: Todo lo que se mueve es movido por otro, lo que lleva a un Primer Motor Inmóvil: Dios.
  2. Vía de la Causalidad Eficiente: Todo efecto tiene una causa, y para evitar una regresión infinita, debe existir una Primera Causa No Causada: Dios.
  3. Vía de la Contingencia: Si todo ser es contingente (puede no existir), en algún momento no habría existido nada. Como hay seres existentes, debe haber un Ser Necesario que explique su existencia: Dios.
  4. Vía de los Grados de Perfección: Percibimos distintos grados de perfección en los seres, lo que implica la existencia de un Ser Perfecto que es el máximo referente: Dios.
  5. Vía del Orden Cósmico: La armonía y finalidad en la naturaleza indican la existencia de una inteligencia suprema que ordena el universo: Dios.

Santo Tomás rechaza el argumento ontológico de San Anselmo, que busca probar la existencia de Dios a partir del concepto mismo de ser perfecto. Según Tomás, la existencia de Dios no es evidente para nosotros y no puede derivarse solo del pensamiento, sino que debe demostrarse a partir de la realidad sensible.

Una vez demostrada su existencia, Santo Tomás define a Dios como un ser necesario, en quien esencia y existencia coinciden. Dios es infinito, inmutable, eterno y perfecto. Además, es el creador del mundo, al cual da existencia de la nada (ex nihilo). La creación es un acto libre de Dios, y el mundo depende de Él no solo en su origen, sino en cada instante, ya que Dios lo conserva continuamente en el ser.

En conclusión, Santo Tomás sostiene que la razón humana, aunque limitada, puede llegar al conocimiento de Dios mediante la observación del mundo y el uso de la lógica. Así, su pensamiento busca armonizar la fe cristiana con la filosofía aristotélica, estableciendo un fundamento racional para la teología cristiana.

La Ética Tomista: Ley Natural y Felicidad Suprema

Santo Tomás de Aquino adopta una visión teleológica de la naturaleza y de las acciones humanas, influenciado por Aristóteles. Según esta concepción, toda acción tiende a un fin, y ese fin es el bien que se logra con la acción. El fin último de todas las acciones humanas es lo que Aristóteles llamaba "felicidad", pero Santo Tomás va más allá de Aristóteles al identificar la felicidad con la contemplación beatífica de Dios. Para él, la felicidad no se limita al ámbito terrenal, ya que el ser humano tiene un alma inmortal y su fin último trasciende la vida en la Tierra, orientándose hacia la vida eterna en Dios.

En su ética, Santo Tomás defiende que existe una Ley Natural que todos los seres humanos conocen a través de la conciencia moral. Esta Ley Natural coincide en gran parte con los Diez Mandamientos y es una participación de la Ley Eterna Divina en el ser humano. Aunque los seres naturales siguen leyes físicas inmutables, el ser humano, siendo libre, puede elegir entre obrar bien o mal, ya que la ley moral respeta su libertad.

La Ley Natural no solo es una expresión de la Ley Divina, sino también de la propia naturaleza humana. Está constituida por los principios que permiten al ser humano alcanzar su plena realización, tales como el deseo de conocimiento, la libertad, la procreación y la sociabilidad. Estos principios son accesibles a la razón humana y guían la conducta hacia el bien.

Además, Santo Tomás considera que la Ley Humana, que regula el comportamiento del Estado, debe estar basada en el Derecho Natural y orientada al bienestar de la humanidad. La Ley Positiva, creada por los humanos para organizar la convivencia, debe ser una extensión y aplicación de la Ley Natural, ya que esta última no proporciona una regulación detallada de las relaciones humanas.

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