Patriarcado, Micromachismos y Neomachismo: Claves de la Desigualdad de Género
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¿Qué es el patriarcado?
Es una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, donde se da el predominio de los hombres sobre las mujeres; del marido sobre la esposa; del padre sobre la madre, los hijos y las hijas; y de los viejos sobre los jóvenes. El patriarcado ha surgido de una toma de poder histórica por parte de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y reproducción de las mujeres y de su producto, los hijos, creando un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetúan como única estructura posible.
La ideología patriarcal concibe a los varones como individuos creadores de la cultura y con capacidad de elevarse a la abstracción, mientras que, por el contrario, a las mujeres se las considera incapaces de producir individualidades. El sistema patriarcal niega a las mujeres la posibilidad de contribuir a la sociedad como individuos, tratándolas como un colectivo de sujetos intercambiables.
Los micromachismos y sus tipos
Los micromachismos son un amplio abanico de maniobras interpersonales que impregnan los comportamientos masculinos en la vida cotidiana. Son innumerables y, a pesar de que perpetúan la desigualdad y la violencia, a veces son considerados comportamientos normales. Se clasifican en:
Micromachismos coercitivos
Son aquellos que el hombre utiliza a través de la fuerza (moral, psíquica, económica o de la propia personalidad) para conseguir la subordinación absoluta de la mujer. Algunos ejemplos son: la intimidación, el control del dinero, la no participación en las tareas domésticas, el uso expansivo y abusivo del espacio físico y del tiempo para sí mismo, la insistencia abusiva, la imposición de intimidad, la apelación a la “superioridad” de la “lógica” varonil o la toma o abandono repentino del mando de la situación.
Micromachismos encubiertos
Son aquellos que atentan de un modo más eficaz contra la simetría relacional y la autonomía femenina, por su índole insidiosa y sutil que los torna especialmente invisibles en cuanto a su intencionalidad. Son tan sutiles que pasan desapercibidos, lo que los hace más efectivos, y son considerados comportamientos masculinos “normales”. Algunos ejemplos incluyen: el abuso de la capacidad femenina de cuidado, la creación de falta de intimidad, la inclusión invasiva de terceros (amigos, reuniones y actividades), la seudointimidad, la desautorización y el paternalismo.
El neomachismo: la evolución del machismo
Son nuevas maneras de sostener las posiciones machistas de siempre, pero con nuevos discursos y contenidos. Algunos ejemplos son equiparar el feminismo con el machismo, generar confusión en torno a los avances que ha conseguido el feminismo o cuestionar las nuevas medidas en pro de la igualdad, como las cuotas, las leyes integrales contra la violencia de género o los planes de igualdad.
La construcción del género y la masculinidad tradicional
El género masculino, al igual que el femenino, ha sido construido a partir de mandatos exigidos universalmente a los varones. Esto ha supuesto que todos los hombres deban comportarse según está definida la masculinidad en sus culturas, lo que representa el lastre de la masculinidad tradicional, compuesta por un conjunto de valores, creencias, actitudes y conductas que persiguen el poder y la autoridad sobre las personas que consideran más débiles.
La división sexual del trabajo y la desigualdad
La incorporación de la mujer al mercado laboral se va realizando sin que se modifiquen sustancialmente las condiciones impuestas por la división sexual del trabajo, que presenta una serie de características que contribuyen a perpetuar la desigualdad:
- Responsabilidad casi exclusiva de las mujeres en la crianza, el cuidado de los hijos e hijas y las tareas domésticas.
- Jerarquización de las tareas, con una valoración social y económica a favor de los hombres y en perjuicio de las mujeres, lo que produce una desigualdad entre ambos sexos.
- Relegación de las mujeres al ámbito doméstico, mientras que a los varones se les asigna el rol de proveedor de la familia.