Panorama del Teatro Español desde 1936: Tendencias, Autores y Evolución

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El Teatro Español a Partir de 1936

Al igual que los otros géneros literarios, el teatro resurgió con dificultad tras el paréntesis de la guerra. A las difíciles condiciones generales del país, que incidieron necesariamente en la literatura, el teatro tuvo que sumar las derivadas de su carácter de espectáculo público: por un lado, una censura ideológica que, si en los otros géneros resultaba un serio obstáculo para publicar, en este era severa hasta el extremo. A esto hay que sumar los condicionamientos económicos, ya que los estrenos dependían de los empresarios, quienes, a su vez, buscaban complacer a un público mayoritariamente burgués, de mentalidad muy conservadora y gustos con frecuencia dudosos. En esta situación, todo intento de renovación estaba condenado al fracaso.

Años 40-50

Muertos Valle-Inclán y Lorca, y exiliados otros de los autores que habían intentado renovar la escena española, el teatro de estos años se nutrió en gran parte de traducciones de obras extranjeras, por lo general de escaso valor, salvo excepciones. Por lo que se refiere a la producción nacional, al igual que sucedía antes de la guerra, durante estos años hemos de diferenciar entre el teatro que se representaba por puro interés comercial y el que pretendía responder a otros criterios estéticos, y que con frecuencia quedaba desconocido por falta de apoyos.

1. Teatro comercial

a) Alta comedia

El éxito de este género creado por Benavente aseguró su continuidad por una serie de escritores que representaban la ideología dominante. Se caracteriza por presentar conflictos de tipo moral o familiar en ambientes burgueses, a veces con una suave crítica de costumbres, y siempre en defensa de los valores más tradicionales. En el aspecto formal, predominan las formas convencionales consagradas, y raramente se intentan técnicas nuevas. Su mayor mérito es la calidad literaria de sus diálogos y el cuidado en la construcción. Nombres destacados de esta tendencia son José Mª Pemán, Joaquín Calvo Sotelo y Edgar Neville.





b) Teatro cómico

Aparte de la cantidad de obras de escaso valor que se estrenaron en estos años, encontramos aquí una línea renovadora de gran interés, encarnada en dos autores que habían comenzado antes de la guerra: Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. Jardiel Poncela se propuso “renovar la risa” creando el teatro de lo inverosímil. Aunque se vio condicionado por los gustos del público y tuvo que frenar su ingenio, logró un tipo de comedia alejada del regionalismo del sainete con un humor nuevo y audaz basado en el encadenamiento de situaciones disparatadas. Por su parte, Mihura con Tres sombreros de copa inició un humor que debía mucho al vanguardismo, basado en lo incongruente y lo absurdo, alejado del tópico, el conformismo y las convenciones. El público no le comprendió en su momento y en sus obras posteriores tuvo que moderar su línea innovadora, pero aun así escribió varias obras deliciosas y originales, que le convierten en el precursor del teatro del absurdo.

2. Teatro existencial

Lleva a la escena los mismos temas y preocupaciones que la novela y la poesía de estos años: la frustración, la angustia, la desorientación en un mundo caótico. Sus mayores representantes son Alfonso Sastre (Escuadra hacia la muerte) y, sobre todo, Antonio Buero Vallejo, sin duda el primer dramaturgo español desde la Guerra Civil.

Años 60- El teatro realista

Con bastante retraso respecto a los otros géneros, llegó a los escenarios españoles el realismo crítico, favorecido especialmente por la aparición de un público joven y universitario, que pedía otro teatro. También contribuyó a ello cierta relajación en la censura, que permitió contenidos más críticos. A. Sastre y Buero Vallejo fueron los primeros en escribir un teatro de protesta y denuncia. Además de los citados, otros autores nuevos, como Rodríguez Méndez (Los inocentes de la Moncloa), Lauro Olmo (La camisa) o Martín Recuerda (Las salvajes en Puente San Gil), fueron consolidando el nuevo estilo. Los temas de estas obras se refieren a problemas sociales semejantes a los que encontramos en la novela de los años 50: la situación de las clases bajas, el atraso de la España rural y, en general, la injusticia y la alienación. En cuanto a la estética, fueron del realismo directo al sainete o el esperpento; a veces se añadió cierto expresionismo simbólico, pero siempre dentro de esquemas bastante tradicionales. El lenguaje, por lo general, es duro y áspero; refleja con frecuencia la lengua coloquial.

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