La palabra: cohesión, significado y referencia

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Significado, denotación y referencia

La lengua nos permite hablar del mundo y de nosotros mismos; es evidente, por tanto, que existe un vínculo entre las palabras y la realidad extralingüística. La entidad a la que alude una expresión lingüística se denomina referente: así, el nombre propio Madrid tiene como referente la ciudad que es actualmente la capital de España. De hecho, los nombres propios suelen carecer de significado: se refieren directamente a una realidad extralingüística sin pasar por la mediación del significado.

El resto de palabras se relaciona con la realidad mediante el significado. Por tanto, los nombres comunes no se refieren directamente a objetos concretos, sino que son aplicables a la clase entera de objetos del tipo especificado. Así pues, se llama extensión al conjunto de elementos que engloba la clase “bicicleta”. Y se conoce como denotación a la relación entre la expresión y la clase. Diremos entonces que la palabra bicicleta denota la clase (extensional) de las bicicletas. Los adjetivos determinativos permiten referirse, en el discurso, a objetos concretos: esta bicicleta, tu bicicleta.

Este enfoque denotacional es aplicable también a los adjetivos calificativos. Como explica Salvador Gutiérrez en su Introducción a la semántica funcional, el significado lingüístico es único para cada signo y es constante en sus emisiones, mientras que la referencia varía en cada acto del discurso.

Existen, no obstante, otros enfoques, como el que pone el énfasis en la representación mental: si somos capaces de relacionar palabras y entidades es porque nos hemos formado una representación mental de cómo deben ser, en sus rasgos o propiedades básicos y mínimos, las entidades que podemos englobar en cada palabra. Dicho de otro modo: la representación mental contiene el conjunto de requisitos exigibles para que algo pueda recibir ese nombre. Tal conjunto se conoce como intensión. Este enfoque se denomina, en consecuencia, enfoque representacionalista o intensional.

Para los autores referencialistas (es decir, los del primer enfoque) estas representaciones mentales o significaciones son solo entelequias, puros entes de razón, por más que los bauticemos como ‘objetos mentales’. Así, los referencialistas seguidores del conductismo consideran que tales entes son incognoscibles, carentes de valor empírico y, en consecuencia, inobservables.

Cohesión interna y movilidad sintáctica de las palabras

La mayor parte de los casos de unidades que consideramos “palabras” responde bien a esta idea de independencia que, por tanto, permite una movilidad sintáctica. Sin embargo, aplicar esta definición a los artículos, las preposiciones o las conjunciones es problemático, pues son unidades que no pueden aparecer solas, son palabras dependientes. John Lyons insiste en la idea de “cohesión interna” como rasgo definidor de la palabra: una palabra puede tener otros componentes menores, pero estos no pueden reordenarse ni admiten la interpolación de otros componentes. Cruse señala que las palabras son “unidades mínimas permutables”, aunando así la idea de la cohesión interna de Lyons con la de la movilidad sintáctica (o autonomía sintáctica), pero sin necesidad de postular una independencia discursiva total que, obviamente, no existe, pues se ve limitada por las posibilidades combinatorias de las categorías gramaticales. Dicho de otro modo: las palabras, a diferencia de los morfemas, presentan cierta movilidad sintáctica derivada de su autonomía o independencia como unidades, pero esta movilidad es relativa porque está limitada por las exigencias de la sintaxis.

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