Orígenes de la Historiografía Griega: De los Logógrafos a Heródoto
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Orígenes y Desarrollo de la Historiografía Griega
La Prosa Historiográfica Griega: Inicios y Evolución
En un principio, la prosa griega se nutrió de la poesía, puesto que esta había surgido antes y, por lo tanto, era su único modelo literario. Sin embargo, poco a poco fue distanciándose de ella y logró su propia madurez, evolucionando desde un estilo muy primitivo basado en la coordinación de frases hasta llegar a complejos periodos de subordinación.
Lo primero que se escribió en prosa fueron documentos oficiales (de los que se ocupa la epigrafía), fábulas y mitos. No obstante, su auténtico nacimiento se debió a los filósofos jonios de Asia Menor, quienes, en el siglo VI a. C., compusieron en dialecto jonio sus primeros textos con una clara influencia de los poemas homéricos. Destacan entre ellos Heráclito, Tales, Anaximandro y Anaxímenes, si bien de los tres últimos no conservamos ningún fragmento.
En ese mismo ambiente, época y lugar aparecen también los primeros historiadores, los logógrafos, que cultivan diferentes tipos de prosa histórica como cronologías, genealogías, etnografías, orografías e historias. El logógrafo más importante del siglo VI a. C. fue Hecateo de Mileto. Más adelante, en la Época Clásica, la Historiografía llega a su máximo esplendor con las obras de Heródoto, Tucídides y Jenofonte. Paralelamente, los subgéneros se multiplican con la labor de los “atidógrafos”, historiadores menores como Helánico o Antíoco, que escriben obras sencillas y variadas en torno a Atenas y la región del Ática. Sus autobiografías, historias regionales, crónicas locales y mitografías serán un paso más en la evolución del género hasta llegar a la Historiografía de Época Helenística, representada fundamentalmente por Polibio de Megalópolis.
Heródoto: El Padre de la Historia
Considerado por Cicerón como el "padre de la Historia", Heródoto de Halicarnaso nació el año 490 a. C. en el seno de una familia acomodada de Asia Menor. En su propia obra nos cuenta que era viajante habitual (cosa normal entre los logógrafos jonios), llegando a conocer Persia, Egipto, Siria, Macedonia y la Magna Grecia italiana, además de la totalidad del territorio helénico. La ciudad que más le marcó fue Atenas, donde ofreció una lectura pública de su obra, por la que fue premiado.
Se trataba de Historias, un relato inacabado y dividido posteriormente por los filólogos alejandrinos en nueve libros, cada uno de ellos dedicado a una de las Musas. Los libros 1 al 5 forman un conjunto y son auténticos reportajes en los que el historiador narra sus viajes, comentando anécdotas, curiosidades y tradiciones de los diferentes lugares que visitó. En los libros restantes, en cambio, cambia el plan de la obra y comienza la narración de las Guerras Médicas entre griegos y persas, abarcando desde la época de Creso hasta la retirada de Jerjes de suelo heleno.
Heródoto, siguiendo la tradición de los logógrafos, escribe en dialecto jonio con un estilo sencillo y ameno, si bien el hilo narrativo a veces pierde fuerza por la acumulación de digresiones y aclaraciones, especialmente mitológicas. Comienza su obra dando detalles de su nombre, su patria, el título y una aclaración sobre su propósito didáctico, ya que pretende que sus oyentes no olviden las grandes acciones de griegos y bárbaros para que aprendan de ellas. Suele basar su investigación en fuentes orales, no escritas, y no las somete a crítica, es decir, que suele dar diferentes versiones de un mismo hecho. Su falta de racionalismo y sus fuertes creencias religiosas le hacen interpretar a menudo los acontecimientos como designios divinos, tomando muy en serio oráculos, prodigios y leyendas populares, porque, en última instancia, considera que la divinidad es el verdadero motor de los cambios históricos.