Orígenes y Evolución de la Prosa Castellana: Desde las Glosas Emilianenses hasta la Escuela de Alfonso X
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3. Los inicios de la prosa castellana
Antes del reinado de Alfonso X, que comenzó en 1252, el castellano solía considerarse una lengua válida para la comunicación oral en contextos familiares, mientras que la lengua de cultura era la mayoría de las veces el latín. Sin embargo, la lengua romance ya empezaba a filtrarse una y otra vez dentro de los textos latinos escritos. El primer testimonio conservado son las glosas de los monasterios de Santo Domingo de Silos (Burgos) y de San Millán de la Cogolla (La Rioja), ambas probablemente del siglo X.
Las glosas son anotaciones breves en castellano para traducir pasajes de libros escritos en latín que resultaban difíciles de entender. Son la primera prueba escrita de que ya se hablaba castellano.
Hacia 1250 se empiezan las traducciones de obras orientales del árabe al castellano. Las más conocidas son dos colecciones de cuentos: El Sendebar o Libro de los engaños de las mujeres y Calila e Dimna. Con esta obra se acomoda la lengua castellana al tema de los cuentos y apólogos doctrinales. La obra tiene una finalidad moral: enseñar el camino del bien y de la ciencia. El libro está formado por apólogos cuyos personajes son seres humanos o animales, enlazados mediante el recurso del diálogo que un rey entabla con un filósofo para pedirle consejo.
3.1 La escuela alfonsí
Ya en el siglo XII, la Escuela de Traductores de Toledo, dirigida por el arzobispo Raimundo, había intentado una labor similar, pero con una diferencia importantísima, ya que los libros se traducían al latín, no al castellano.
Por otro lado, por medio de las traducciones del siglo XIII, el castellano se amplía y transforma para cumplir su nueva función de lengua oficial y literaria. Además, al poner el saber al alcance de quienes no saben latín, se favorece la secularización de la cultura.
A. El método de trabajo
El rey Alfonso X no componía personalmente sus obras, sino que era el director de un equipo de expertos y el supervisor del resultado de su trabajo.
La escuela alfonsí iniciaba su labor recopilando las fuentes latinas, árabes y judías que necesitaba para cada obra; a continuación, las trasladaba al castellano. Generalmente, la traducción la llevaban a cabo dos personas: un colaborador que conocía el idioma del libro, lo leía en alto y lo traducía simultáneamente, y un copista que lo escribía ya en castellano. Más tarde se revisaba el estilo, corrigiendo las grafías, eliminando las repeticiones y cuidando la unión de unas fuentes con otras dentro del mismo libro.