Orígenes y Evolución de la Ciudadanía Moderna: Tradiciones y Visiones Filosóficas
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Orígenes de la Ciudadanía Moderna: Tradiciones Fundamentales
La noción de «ciudadanía» de la Antigüedad nos revela dos tradiciones esenciales que persisten en la idea contemporánea de ciudadanía:
- La tradición de la participación política a través de la deliberación (de origen griego). Esta forma parte de la moderna idea republicana de ciudadanía, que insiste en que los ciudadanos deben participar activamente en la vida pública.
- La tradición de la protección legal de los derechos de la persona (de origen romano). Esta, por su parte, se integra en la versión liberal de ciudadanía, la cual subraya la prioridad de los derechos subjetivos y resta importancia a la cuestión de la participación política.
Concepciones de la Ciudadanía según Jürgen Habermas
En 1996, el influyente filósofo alemán Jürgen Habermas publicó su obra La inclusión del otro, donde expone diversas maneras de entender la relación entre los ciudadanos y el Estado. Habermas distingue principalmente tres concepciones:
La Concepción Liberal
Atribuida principalmente a Carl Schmitt, esta visión mantiene una clara separación entre las libertades civiles y los derechos políticos. Las primeras deben ser garantizadas a todos los habitantes, mientras que los segundos solo deben ser ejercidos por los ciudadanos que formen parte del grupo étnico-cultural que sirva de base al Estado en cuestión. Esta perspectiva presenta el inconveniente de que puede establecer arbitrariamente una división entre diversos colectivos sociales, excluyendo a algunos del pleno ejercicio de la ciudadanía.
La Concepción Republicana (Defendida por Habermas)
Esta es la concepción que el propio Habermas defiende. En la tradición republicana, según este autor, no habría lugar para excluir de los derechos políticos a ningún colectivo social. No se da preferencia a los rasgos de ninguna mayoría frente a las minorías, sino que se considera a la sociedad política como «una asociación de miembros libres e iguales de una comunidad de derecho». Dicha comunidad de derecho se concibe como producto de un «contrato social» en el que los participantes han consentido vivir «bajo leyes reguladoras de las libertades públicas». Desde este punto de vista, la ciudadanía está intrínsecamente ligada a los procedimientos democráticos desde su misma raíz, y por ello el respeto a dichos procedimientos, sin exclusiones arbitrarias, es la mejor garantía de integración social.
La Concepción Comunitarista
Finalmente, existe una concepción comunitarista del Estado y de la ciudadanía, que enfatiza la importancia de los vínculos étnicos y culturales. Para teóricos del comunitarismo como Charles Taylor, tanto el liberalismo como el republicanismo sostienen un concepto excesivamente atomizado del individuo y de las relaciones humanas. Argumentan que estas visiones presentan a los seres humanos como entes egoístas y aislados, con una formación racionalista que los lleva a establecer acuerdos contractuales para la convivencia como mero medio de supervivencia, sin la posibilidad de un consenso más profundo basado en valores compartidos. Frente a esta perspectiva, el comunitarismo sostiene que existen lazos intrínsecos formados por la cultura y la procedencia étnica compartida dentro de cada pueblo, y que estos lazos afectivos son la base de solidaridad necesaria para la existencia del Estado.
Reflexión sobre la Ciudadanía Antigua
Es importante recordar que, si bien la condición de ciudadano en la Antigüedad proporcionaba ciertos derechos de participación política, los derechos individuales no estaban suficientemente protegidos frente a posibles abusos de las autoridades. Esta distinción subraya la evolución y complejidad de la ciudadanía moderna.