El Origen de la Vida: Un Debate Histórico y la Refutación de la Generación Espontánea
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El Origen de la Vida: Un Debate Histórico
Desde la antigüedad hasta el día de hoy se han formulado muchas hipótesis para dar contestación a este interrogante. Algunas pretendían tener cierta base científica, mientras otras estaban influidas por las ideas religiosas de la época.
Las Primeras Concepciones y la Generación Espontánea
De acuerdo con estas últimas, todos los seres vivos habrían sido creados por los dioses. En la antigua Grecia, muchos filósofos negaban esta explicación religiosa del origen de los seres vivos.
Aristóteles rechazó la mayor parte de estas fantasías, pero siguió pensando que, aunque los seres vivos se reproducían, también podían surgir espontáneamente de la materia inerte. El prestigio de Aristóteles fue tan grande durante toda la antigüedad que su teoría sobre el origen espontáneo de los seres vivos permaneció sin modificaciones apreciables hasta mediados del siglo XIX.
Francesco Redi y la Refutación Inicial
El primero que se atrevió a admitir públicamente sus dudas sobre la generación espontánea fue Francesco Redi. Este jesuita italiano publicó un pequeño libro sobre la generación de los insectos en el que negó que estos animales pudieran nacer de materia en putrefacción.
Algunos científicos no aceptaron las conclusiones de Redi, al considerar que no aparecían gusanos en los frascos cerrados porque en ellos no existía aire, sustancia absolutamente necesaria para la vida de estos animales. La solución de Redi fue sencilla: introdujo de nuevo trozos de carne en frascos que esta vez tapó con gasa, la cual permitía el paso del aire, impidiendo el de las moscas. Al cabo de unos días y ante la ausencia de gusanos en la carne de los frascos que estaban tapados con gasas, los seguidores de la generación espontánea se quedaron sin argumentos.
Sin embargo, debido a la influencia de la teoría de la generación espontánea entre los científicos de la época, y a falta de otra hipótesis coherente, Redi se vio obligado a admitir que la generación espontánea era posible en algunos animales.
El Microscopio y la Reaparición de la Controversia
La actividad de la comunidad científica se avivó unos años más tarde con el descubrimiento del microscopio. La aparición de este instrumento permitió la observación de diversos seres vivos, presentes en ciertas sustancias como el agua de la lluvia, aguas estancadas, sarro dental, etc. Al preguntarse de dónde procedían estos pequeñísimos seres vivos, reapareció la controversia sobre la generación espontánea, que continuaría a lo largo de todo el siglo XVIII.
John Needham y Lazzaro Spallanzani: Un Duelo Científico
Cuando la confusión sobre la validez de la teoría de la generación espontánea era mayor, el sacerdote católico irlandés John Needham lanzó una fuerte ofensiva a favor de esta, realizando unas experiencias cuyos resultados le fueron aparentemente favorables.
Introducía líquidos nutritivos en frascos, después los calentaba para matar cualquier organismo presente y los cerraba herméticamente. Al cabo de unos días, el caldo nutritivo se había enturbiado y, al mirarlo al microscopio, se observaba una gran cantidad de pequeños seres vivos que procedían del caldo nutritivo.
Intervino entonces el italiano Lazzaro Spallanzani, quien, después de realizar otras experiencias, llegó a la conclusión de que Needham no calentaba lo suficiente las muestras y no llegaba a esterilizarlas. La respuesta de este fue que el calor destruía el principio vital.
Esta discusión se extendió por toda Europa sin llegar a una conclusión definitiva, hasta que se ofreció un premio a la persona que demostrase la invalidez de la teoría de la generación espontánea.
Louis Pasteur y la Refutación Definitiva
El premio fue concedido a Louis Pasteur por demostrar la falsedad de la generación espontánea. Para llegar a esto, Pasteur siguió varias etapas:
- Demostró que los microbios que aparecen en la materia en putrefacción vienen del aire.
- Destruyó con calor los microbios que contaminaban los medios de cultivo.
- Creó un matraz que permitía el paso del aire, pero no el de los microbios.
De esta forma sencilla, sentó la base del proceso de conservación de los alimentos que ahora se llama esterilización.