El Origen del Estado Liberal: De la Revolución Francesa al Imperio Napoleónico

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El Origen del Estado Liberal

La Revolución Francesa

A partir de 1780, en Francia se desarrolló un proceso revolucionario que pretendía una transformación de las estructuras del Antiguo Régimen.

Este proceso fue impulsado por varios factores interrelacionados:

  • La crisis de subsistencia provocó el empobrecimiento de las clases urbanas y campesinas.
  • El descontento de la burguesía, ya que el sistema social estamental no le permitía participar en el sistema político.
  • La difusión de las ideas liberales en la política y en la economía.
  • La reforma de la política fiscal que llevó a cabo el monarca para intentar paliar la crisis del Estado.

De la Asamblea Nacional al Directorio

Después de la convocatoria de los Estados Generales por el rey Luis XVI, el Tercer Estado, compuesto básicamente por la burguesía, se reunió en la Sala del Juego de Pelota, ya que estaba en contra de la forma de votación por estamento.

La Toma de la Bastilla (cárcel de París) el 14 de julio de 1789 y las revueltas populares en el resto de Francia permitieron que la burguesía accediese al poder e iniciara la construcción de un nuevo Estado. Se proclamó la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, se inició la separación de la Iglesia y el Estado y se aprobó la Constitución de 1791.

La forma del Estado fue una monarquía constitucional.

Los problemas económicos y las desigualdades sociales continuaban, por lo que un nuevo estallido revolucionario hizo que los sectores burgueses más radicales, conocidos como jacobinos, se hicieran con el poder y proclamaran la Convención Nacional. La Convención dio paso a un nuevo período (1792-1795) y se ejecutó al rey Luis XVI.

Las monarquías europeas declararon la guerra a Francia para frenar el avance de la revolución.

Se creó una situación de emergencia en la que todas las decisiones estaban en manos de un Comité de Salvación Pública dirigido por Maximilien Robespierre (1758-1794).

Aunque se aprobó una nueva Constitución en 1793 que reconocía el sufragio universal masculino, el radicalismo inicial derivó en un régimen dictatorial. La Convención sucumbió ante un golpe de Estado. A partir de ese momento, el proceso revolucionario perdió vigencia y se instauró una república controlada por la burguesía moderada. Se instauró el sufragio censitario y el poder ejecutivo se concentró en manos de un consejo de cinco miembros llamado Directorio.

Hacia el Estado Liberal

A partir del proceso revolucionario francés se definieron los principios del liberalismo político que dieron lugar a los Estados liberales. Estos Estados debían poseer una constitución, la división de poderes y la soberanía nacional o popular.

Deberían considerar a los habitantes del Estado como un conjunto de ciudadanos libres e iguales.

Finalmente, el concepto de libertad se reflejó también en las teorías del liberalismo económico.

El Imperio Napoleónico

El gobierno francés se convirtió en un régimen autoritario. Durante esta etapa, la inestabilidad política y la necesidad de acabar con la guerra contra Europa proporcionaron un gran poder al ejército.

Esta situación fue aprovechada por Napoleón Bonaparte, que había conseguido prestigio debido a sus campañas militares en Italia y Egipto, para acceder al poder. Mediante un golpe de Estado se constituyó el Consulado y Napoleón se convirtió en el primer cónsul, hasta que se hizo proclamar emperador.

Gracias a su capacidad de estratega militar, consiguió formar un gran imperio con un sistema de gobierno que intentaba asentar los logros revolucionarios y, a la vez, integrar elementos del sistema del Antiguo Régimen.

Napoleón estableció un gobierno personal y dictatorial, y consolidó algunas transformaciones sociopolíticas que quedaron reflejadas en medidas como la redacción de un Código Civil en 1804, la firma de un concordato con la Iglesia y la creación de un sistema educativo centralizado.

La expansión de Napoleón difundió por toda Europa las ideas liberales surgidas de la revolución. A pesar de la fuerza expansiva del imperio, una coalición internacional derrotó finalmente a Napoleón e impulsó el retorno de la monarquía y de los principios del Antiguo Régimen en la figura del Borbón Luis XVIII.

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