Origen y Evolución del Patriarcado: Desde las Sociedades Maternofiliales hasta la Prohibición del Incesto
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El Patriarcado: Origen y Consolidación
Las formas políticas patriarcales surgieron hace aproximadamente 8000 años a orillas de grandes ríos como el Éufrates, el Nilo o el Río Amarillo. La fertilidad de sus cauces, junto con causas extra-parentales ajenas al mecanismo social materno-filial, propiciaron su desarrollo. Entre estas élites, los varones experimentaron por primera vez el deseo de criar un hijo varón que perpetuara el enorme poder social acumulado. Así, apareció una entidad política diferenciada, conocida como núcleo de familia.
Se define núcleo de familia como: “nuevo artilugio maternofilial creado con el fin de garantizar la reproducción transgeneracional de las nuevas élites, convirtiéndolas en castas”. Es una relación entre dos relaciones: una de cópula exogámica y otra de crianza consanguínea, bajo el dominio privativo del varón progenitor, y con el objetivo político del logro de un heredero. Está formado por el varón progenitor, la hembra madre y el infante varón (no por la infante hembra). En el núcleo de familia se hace visible la última naturaleza política de toda sociedad maternofilial o parental.
La Influencia de la Religión y la Expansión del Patriarcado
Durante el reinado de Amenofis IV, se desarrolló una conciencia religiosa en torno al culto al Dios Atón. Este es considerado el primer punto monoteísta de la historia humana, la creencia en un solo Dios. Las sociedades campesinas del sur y del oeste de Europa heredaron las técnicas agrícolas, marineras, jurídicas, etc., de las tierras del Mediterráneo, al tiempo que aumentaban su producción de riqueza y eran cristianizadas. La crianza consanguínea, el núcleo de familia, dejó de ser un privilegio exclusivo de reproducción de las élites sociales. El ideal patriarcal se extendió a toda la sociedad en su conjunto.
En la medida en que se ha hecho patriarcal, la sociedad maternofilial crea una estructura de relaciones fundacionales donde el núcleo de familia se convierte en una verdadera encrucijada de relaciones de producción y crianza. El patriarcado se convierte en la fórmula política maternofilial dominante del Occidente Europeo, sobre todo a medida que nos acercamos a tiempos proto-industriales. La singularidad del patriarcado entre las sociedades maternofiliales se debe a que su objetivo político es lograr que el hijo sea el heredero político del dominio privativo del varón progenitor.
El Rol del Varón y la Hembra en la Sociedad Patriarcal
Para ello, eleva la paternidad a principio instrumental. El varón es el representante de la colectividad de sus iguales ante el infante macho y ante la hembra madre. Es precisamente el que mantiene relaciones sexuales con ella, matrimoniales. En estas sociedades, las categorías políticas de sexo y las categorías políticas de edad resultan de la aplicación sistemática de la prohibición del incesto. Estas sociedades patriarcales penalizan duramente las relaciones sexuales prematrimoniales y extramatrimoniales, pues la mejor garantía de que la crianza sea propiamente consanguínea es que la cópula sea únicamente doméstica.
Las mentalidades varonil y maternal en las sociedades patriarcales, según este modelo teórico, se adquieren en la ontogénesis con los contenidos lingüísticos que le son propios. En el macho, cuajará la mentalidad varonil ya desde infante, mientras que la hembra sólo adquirirá la mentalidad maternal cuando sea adulta. Sólo el infante macho experimenta una reacción violenta ante los cuidados de la hembra madre, lo que Freud denominó como “fijación edípica”, una especie de obsesión del infante varón con su padre. Esto solo se da en la sociedad patriarcal, donde el varón progenitor es quien coordina con sus iguales. El varón se convierte en amante de la madre, a la que desea poseer físicamente. Lo induce a sustituir ante ella a la figura del padre, modelo envidiado por su fuerza corporal y autoridad.
Complejo de Edipo y Fijación Fálica
Ahora el padre es un rival, lo que conocemos como Complejo de Edipo. Aunque el varón adulto participa también en las relaciones sexuales, sólo para la hembra adulta es decisiva la reacción sentimental ante los mismos. Esto se conoce como fijación fálica, obsesión de la hembra madre por el pene del varón. Esto también se da únicamente en la sociedad patriarcal. El deseo con el que la niña se orienta hacia su padre, el de conseguir de él el pene que la madre le ha negado, es relevado por el deseo de tener un niño.
La fijación edípica infantil y la fijación fálica son distintas en todo. La edípica es prelingüística, y la fálica se da cuando la hembra es ya adulta. En estas sociedades patriarcales, la constitución de la mentalidad varonil está acabada a medida que el infante macho se libera de la relación de crianza, mientras que la hembra va adquiriendo una mentalidad materna. La disciplina patriarcal quiere que tanto el deseo de dominio político del varón como la explosión sexual de la hembra adolescente se resuelvan recíprocamente. La formación del nuevo núcleo de familia (varón, hembra madre, infante varón) garantiza la renovación de toda la sociedad patriarcal en su conjunto: su reproducción cíclica generación tras generación. La renovación del núcleo ocurre cuando la esposa tiene en casa a su primogénito, no antes. Un ideal al que tienden las sociedades patriarcales, pero que no todos pueden permitirse.
La Prohibición del Incesto: Pilar de la Sociedad
La continuidad de cualquier sociedad de homínidos se basa en dos actividades o técnicas básicas: producción de cosas y crianza de personas, de forma que el individuo se someta a la actividad común. Cada generación nace con un cerebro más lingüístico, las crías más infantiles, más necesitadas de cuidados durante más tiempo, etc. Por este motivo, tuvieron que ensayarse formas colectivas de crianza. Las hembras se organizaban en subgrupos para la alimentación y la defensa de sus infantes, ayudadas por lisiados y ancianos. Los varones, por otro lado, se organizaban en grupos de cazadores para explorar, defender y atacar en común, como métodos de supervivencia.
La causa natural de la división de machos y hembras en las respectivas funciones de caza y crianza les obligaba a renunciar a sus instintos básicos de crianza y sexuales (de la selva). Cualquier actividad estaba sometida a la mediación lingüística, lo que revolucionó todos esos instintos. La tardanza en acceder a los contenidos lingüísticos en las hembras revolucionó su comportamiento sexual. Los subgrupos de hembras en cría se fueron volviendo cada vez más incapaces e impotentes para disciplinar a las nuevas generaciones de machos jóvenes, que ya no formaban hordas de supernumerarios que reproducían la división de funciones por sexo. Ahora se rebelaban de forma violenta contra sus iguales adultos y se unían automáticamente a las hembras más jóvenes, con las que se daban a la promiscuidad sexual.
El Origen de la Crianza Maternofilial y la Exogamia
Por este motivo, se agruparon los machos cazadores en una asociación o colectivo más o menos territorializado. Ejercían su dominio sobre el conjunto de las relaciones sociales. La crianza del infante macho por la hembra que lo parió se realiza bajo el dominio de la colectividad de varones, pasando a ser una crianza consanguínea o maternofilial. La cópula es ahora, por fuerza, exogámica, fuera del dominio político de la hembra. La crianza maternofilial es la “relación genética”, la condición necesaria y suficiente para la reproducción del conjunto de las relaciones políticas. Ante este hecho de intentar imponer que las agrupaciones de machos cazadores dominen la crianza del infante macho, las hembras criadoras se levantaron durante generaciones, por lo que fueron violentamente masacradas.
El Incesto como Rebelión y su Penalización
Esta rebelión colectiva no consiguió impedir el reparto de las hembras entre los grupos dominantes de machos, por lo que surgió un nuevo modo de rebeldía: la relación sexual entre el cachorro macho y la hembra que lo parió. Lo que conocemos comúnmente como incesto. Doblemente peligroso y doblemente prohibido. Es una relación sexual en la que manda la hembra y sostenida, al mismo tiempo, por el infante. Esta relación incestuosa es la versión que adopta después del reparto de hembras aquella otra entre cimarrones. Esto se dio con mucha frecuencia en los primeros tiempos de la crianza maternofilial, lo que dio lugar a enfrentamientos entre machos adultos y cachorros, que era precisamente lo que la hembra buscaba, por lo que ha de ser duramente castigada.
La colectividad de varones exculpa al cachorro macho porque, al fin y al cabo, está destinado a ser un igual y es poco más que un infante. A la hembra madre que lo parió se le considera muy culpable de este desorden sexual y de crianza, por lo que se le castiga (“caiga su sangre sobre ella”). Nace así la relación incesto/muerte, en relación con el delito/pena, o la norma de las normas: la prohibición del incesto. Los incestos se cometen como atentados políticos y son castigados por todo el mundo para preservar el orden que se quiere imponer. Desde hace 500.000 años, el heredero infante y la hembra adulta de la especie homo se hacen a sí mismos como sujetos del orden social maternofilial, así ha evolucionado hacia el actual genotipo sapiens.