Oratoria Romana: La Defensa de la República y Estilos de Discurso

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La Inquebrantable Paciencia y la Audacia de Catilina

¿Hasta qué punto abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? ¿Cuánto tiempo aún ese delirio tuyo jugará con nosotros? ¿A qué fin se lanzará la desenfrenada audacia? ¿Acaso en nada la guardia nocturna del Palatino, en nada la vigilia de la ciudad, en nada el temor del pueblo, en nada la concurrencia de todos los buenos, en nada este lugar del Senado, el más defendido, en nada este límite ofrecido te movieron?

¿No comprendes que tu proyecto fue descubierto? ¿No ves que tu conspiración ya es tenida reprimida por el conocimiento de todos estos? ¿Que has hecho la noche pasada y la anterior, a dónde hayas ido, a quiénes hayas convocado, las medidas que hayas concertado, crees que son ignoradas por nosotros?

¡Oh tiempos, oh costumbres! El Senado conoce estas cosas, el Cónsul las ve; sin embargo, este vive. ¡Vive! Mas aún todavía, viene al Senado, toma parte del consejo público, señala y designa con los ojos a cada uno de nosotros para la matanza.

Pero nosotros, hombres fuertes, creemos que hacemos suficiente por la República si evitamos el delirio de este y sus dardos. Te convenía, Catilina, que fueras conducido a la muerte por orden del Cónsul ya hace tiempo; que la ruina que tú planeas contra todos nosotros, hace tiempo fuera llevada hacia ti.

En verdad, un hombre importantísimo como Escipión, Pontífice Máximo, mató, siendo un ciudadano particular, a Tiberio Graco, que transtornaba moderadamente el estado de la República. Nosotros, los Cónsules, ¿toleramos a Catilina que desea devastar la paz de la tierra con matanzas e incendios?

Pues omito aquellas cosas demasiado antiguas: el hecho de que C. Servilio Ahala mató a S. Melio, que era aficionado a cosas nuevas. Existió en otro tiempo esta virtud en esta República: que los varones fuertes castigaran a un ciudadano nocivo más severamente que al más fuerte enemigo extranjero.

Tenemos un senadoconsulto contra ti, Catilina, vehemente y grave; no le falta a la República ni el consejo ni la autoridad de este orden. Digo abiertamente: los que faltamos somos nosotros (los senadores).


Elegía Pastoral: El Contraste entre la Vida Campestre y la Urgencia Política

¡Oh Titiro, tú recostado bajo la sombra de un haya frondoso te dedicas a la musa del campo con una flauta dulce! Nosotros abandonamos los límites de la patria y los dulces campos. Nosotros huimos de los límites de la patria; pero tú, Tytiro, despreocupado en la sombra, enseñas a las selvas a repetir "hermosa Amarilis".

¡Oh Melibeo! Un dios hizo para nosotros estos descansos, y pues aquel siempre será para mí un dios. A menudo, un tierno cordero de nuestros establos humedecerá el altar de aquel. Aquel permitió que mis vacas anden errantes, como ves, y el mismo permitió que yo juegue como quiera con el abano rústico.

Ciertamente no lo veo mal, mas bien estoy admirado; hasta tal punto por todos lados el campo se turba. ¡Ay, yo mismo, enfermo, hacia adelante las cabras! Además, a esta la conduzco, Tytiro, con dificultad. Pues hace un momento, habiendo perdido gemelos, esperanza del rebaño, los abandonó en una piedra desnuda. A menudo recuerdo, si mi mente no me falla, que los robles golpeados desde el cielo nos predijeron este mal; pero, sin embargo, danos, Tytiro, quién sea este dios.


Estilos y Estructura de la Oratoria Romana

Estilos Oratorios Destacados

  • Neo-ática: Época clásica ateniense. Caracterizada por ser espontánea, sin artificios ni adornos. Busca la completa exposición de los hechos. Representantes: C. Licinio Calvo y M. Junio Bruto.
  • Asiánica: Oratoria griega. Tono brillante, exuberante y florido. Representante: Hortensio.
  • Rodia: Similar al Asiánico pero más moderado. Originaria de la Isla de Rodas (Mediterráneo Oriental). Representante: Cicerón.


Partes Fundamentales del Discurso

  1. Exordium (Introducción)
  2. Expositio (Narración)
  3. Argumentatio (Demostración)
  4. Peroratio (Epílogo)
  5. Digressio (Digresión): Puede no estar presente.

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