La Oratoria y la Poesía Elegíaca en Roma
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La oratoria. Generalidades. Cicerón. La oratoria es el arte de pronunciar discursos con elocuencia; es decir, el arte de agradar, conmover y convencer mediante el uso de la palabra. Los latinos la definían como ars benedicendi (el arte de hablar bien). Para ser orador había que estudiar retórica, disciplina que reglamenta cómo ha de ser la elaboración y elocución de un discurso; se entiende por elocuencia a la facultad de hablar de modo eficaz para deleitar, persuadir y conmover. El arte de la oratoria era cada vez más necesaria en la Roma republicana, debido al sistema político de partidos de consulta popular y al sistema judicial. En cambio, en la época imperial, la oratoria experimentó una gran decadencia y quedó reducida a las declamaciones en la escuela, los discursos de los funcionarios y la oratoria judicial. La producción de la oratoria latina se puede clasificar en tres etapas: la época preciceroniana, la época ciceroniana y la época posciceroniana. La época preciceroniana (siglo II a.C.) fue la época de consolidación de la oratoria en Roma, gracias a la influencia griega; destacaron autores como Catón, Tiberio y Marco Antonio y Lucinio Craso (los dos últimos fueron maestros de Cicerón). En la época ciceroniana (siglo I a.C.), se agudizaron los problemas político-sociales con el enfrentamiento entre los diferentes partidos y el papel cada vez más importante del pueblo; es por ello que los oradores comenzaron a cuidar más su preparación retórica y surgieron la preocupación artística y diversas tendencias o escuelas, como la asianista, la ática y la rodia. La escuela asianista defendía un lenguaje abundante y rápido, pero poco denso y demasiado redundante. La ática se basaba en un lenguaje más sencillo y un elevado valor a la pureza de la dicción rechazando la amplificación; a ella pertenecía Julio César. Finalmente, la rodia, escuela de Cicerón, pretendía ser una conciliación de las otras dos escuelas. En su lugar, la época posciceroniana (siglos I y II d.C.) fue la época de decadencia de la oratoria, como consecuencia de la falta de libertad política; destacaron autores como Séneca el Viejo, Marco Fabio Quintiliano Cornelio Tácito y Plinio el Joven. Cicerón (102 – 43 a.C.) procedía de una familia de rango ecuestre y carecía de las influencias necesarias para triunfar en la política romana. No obstante, llegó a ser abogado, orador, filósofo y político, accediendo incluso a los más altos cargos de la vida pública. Cuando sus enemigos se disponían a arrestarlo, se suicidó.
Los discursos de oratoria de Cicerón se pueden clasificar en dos grupos: los jurídicos, que pronunció ante un tribunal; y los políticos, que pronunció en el Senado y en los que desarrolló un estilo más ampuloso. Por un lado, los discursos jurídicos más importantes son: Contra C. Verres —obra más destacada de este grupo—, en el que acusa a Verres de cobrar impuestos injustamente; Defensa de Sexto Roscio Amerino, Defensa de L. Murena, Defensa de Archia Poeta y Defensa de Milone. Por otro lado, los discursos políticos más destacados son: Filípicas, catorce discursos con los que intentó frenar la subida al poder de futuro triunviro de Marco Antonio; Catilinarias, cuatro discursos pronunciados contra Catilina; Del imperio contra Pompeyo, Defensa de Marcello y Defensa de Ligario y Sobre la ley agraria. También escribió textos teóricos, filosóficos y personales. Sus discursos teóricos más importantes son: Sobre el orador, en el que habla sobre el orador y las cualidades del orador; Brutus, en el que reconstruye el origen y desarrollo de la elocuencia desde sus modelos griegos hasta los oradores romanos más eminentes; y El orador, en el que describe el modelo de orador ideal (el propio Cicerón) y detalla las normas para conseguirlo, centrándose en el estilo y la extensión del discurso. De sus obras teóricas se extrae que las partes principales del discurso son el proemio o exordio, la narratio, el confirmatio y la peroratio; así como que los recursos técnicos que todo buen orador debe poseer son: la inuentio, la dispositivo, la elocutio, la memoria y la actio. Los escritos filosóficos de Cicerón se distribuyen en tres bloques temáticos: tratados políticos, de religión y morales. Sobre la república y Sobre las leyes como tratados políticos relevantes, Sobre la naturaleza de los dioses y Sobre el arte adivinatorio como tratados religiosos reconocidos y Sobre la vejez, Sobre la amistad, Los deberes y Las Tusculanas como los tratados morales más importantes. Del mismo modo, nos ha legado también sus cartas personales. Algunas de las más reconocidas son: A los familiares, A Ático, A su hermano Quinto, A M. Bruto. Respecto a su estilo, cabe destacar que toma del asianismo la abundancia, rapidez, ornamentación del lenguaje y el ritmo oratorio, y del aticismo la preocupación por la pureza del lenguaje. Al mismo tiempo, rechaza la redundancia y vacía sonoridad de un mal entendido asianismo, así como la sequedad, pobreza y austeridad de un mal entendido aticismo.
La poesía elegíaca. Generalidades. Ovidio. La poesía elegíaca procede de los cantos de lamentación sobre los restos del difunto; sin embargo, en Grecia era considerada elegía a todo aquel texto que estuviera escrito en dístico elegíaco (hexámetros y pentámetros dactílicos). Respecto a sus orígenes, fueron los poetas alejandrinos quienes añadieron el tema amoroso, pero no el personal, pues cantaban amores de héroes mitológicos. Este tipo de elegías llegó más tarde a Roma de mano de los poetas neotéricos o poetae novi, de entre los que destacó Catulo, desarrollándose así dos tipos de elegía: la amorosa personal y la dolorosa. La amorosa personal significó el paso de la caracterización de este género por dísticos elegíacos a una concepción que ponía en juego también el contenido. Se trata de una poesía de amor personal y autobiográfico, en la que la persona amada es la compañera de vida y musa, tratando el dolor, las tristezas, la insatisfacción y el sufrimiento, pues ese amor se concibe como una enfermedad incurable. Los temas son, por tanto, los amores, las audacias, los temores, la aspiración a una vida tranquila lejos de la ciudad, los celos, la desesperación, la enfermedad, la separación y la muerte. La dolorosa, por su parte, fue creada por Ovidio a causa del sufrimiento que le provocó el destierro. Estos dos tipos de elegía ya estaban, no obstante, prefigurados en Catulo, primer gran lírico y elegíaco romano. Catulo escribió elegías de tipo alejandrino y poemas de amor en dístico elegíaco, como su poema 68, considerado ya una gran elegía. Sin embargo, la poesía elegíaca florecerá y cristalizará en la época de Augusto con la obra de cuatro autores: Cornelio Galo, Tibulo, Propercio y, en especial, Ovidio. Ovidio nació en Sulmona en el año 43 a.C. Estudió derecho y oratoria en Roma; pero su pasión literaria y facilidad para la poesía le llevaron a cobrar pronto gran fama. Fue desterrado por Augusto y murió tras nueve años de destierro en la aldea de Tomes, en el año 17 d.C. Su obra literaria es difícil de clasificar en géneros literarios, ya que la mayoría de sus obras participan de más de un género; pero su obra cumbre es Las Metamorfosis, único poema considerado épica mitológica. Respecto a su producción elegíaca, cabe destacar en él dos etapas: la etapa de la elegía amorosa y la etapa de la elegía dolorosa. Por un lado, en su juventud, junto a Galo, Tibulo y Propercio, escribió elegías amorosas, que le proporcionaron fama y prestigio en la alta sociedad romana.
En este período destaca la publicación de Amores, Heroïdes, Ars amandi, Remendia amoris y Medicamina faciei femineae. Amores son tres libros compuestos por una serie de poemas de carácter aparentemente frívolo destinados a escandalizar al lector, con los que se convierte en un cronista divertido de la sociedad de su tiempo. Heroïdes es una obra en formato epistolar, en la que incorpora el mundo de la épica al terreno de elegía amorosa. Ficticiamente escritas por las heroínas de la mitología griega, recrea situaciones emocionales de las mujeres abandonadas, traicionadas o consideradas mero botín de guerra. En Ars amandi, compuesta por tres libros, explica el arte de la seducción, parodiando la poesía elegíaca y didáctica al mismo tiempo que el clima político y moral de la Roma de Augusto. Mientras los dos primeros libros muestran técnicas dirigidas a los hombres sobre cómo conquistar a las mujeres, el tercero está orientado a ellas. Para muchos estudiosos, fue la fama de esta obra, que no contribuía precisamente al programa religioso y moral de Augusto, la causa de su destierro. Remendia amoris es una producción literaria compuesta por 800 versos que recoge el antídoto a los consejos de la obra anterior, defendiendo que es el mejor remedio ante el enamoramiento sin esperanza enamorarse de otra persona. Finalmente, Medicamina faciei femineae es un poema de 100 versos sobre cosmética. Por otro lado, en su período de madurez y ya desde el destierro, escribió elegías dolorosas, inaugurando en la literatura latina este contenido, que luego se impondrá como el propio del género y será el que heredemos. De este período destacan las obras Tristia y Epistulae ex Ponto. Tristia son cinco libros con el siguiente ritornelo: intento de justificar sus errores del pasado, elogios desmentidos a Augusto y explosiones constantes de dolor y amargura. La experiencia del dolor hace que estos versos se carguen de la sinceridad y profundidad que faltaba a su producción amorosa. En su lugar, Epistulae ex Ponto es una producción elegíaca dolorosa en contenido y epistolar en forma. Respecto a su estilo, cabe destacar la facilidad para componer, la brillantez de expresión, el ingenio, la elegancia y el retoricismo, que impregnará toda la poesía latina posterior.
TEXTO 25: Velello Bleso, aquel riquísimo ex cónsul, se encontraba afectado por una enfermedad terminal y deseaba cambiar el testamento. Régulo pues esperaba algo de los nuevas tablas porque había empezado a captarlo recientemente. Exhortaba a los médicos, les pedía que de cualquier forma alargaran la vida al hombre. Después que el testamento fue firmado, cambia su personalidad, invierte su discurso y a los mismos médicos dice: “¿hasta qué punto a este miserable mortificáis? ¿por qué priváis de una buena muerte a quien no podéis dar una vida?
TEXTO 26: El débil se desmorona cuando pretende imitar al poderoso. Hace tiempo, en un prado una rana vio un buey y tocada por la envidia de tan gran tamaño hinchó su rugosa piel. Preguntó entonces a sus hijos si era más ancha que el buey. Ellos lo negaron. De nuevo tensó la piel con mayor esfuerzo y preguntó del mismo modo quién era más grande. Ellos dijeron que el buey. Finalmente indignada, yació con el cuerpo destrozado cuando quiso hincharse más fuertemente.
TEXTO 27: En efecto la amistad no otra cosa si no el acuerdo de todas las cosas divinas y humanas junto con la benevolencia y la claridad. Ciertamente (yo) no sé si algo mejor ha sido dado al hombre que ella (amistad) por parte de los dioses inmortales exceptuada la sabiduría. Unas ponen por delante las riquezas, otros la buena salud, otros el poder, otro los haceres y muchos incluso los deseos.
TEXTO 28: Tulio a su querida Terentia, a Tulia y Cicerón. He recibido de él (aristocrítico) tres cartas que yo he destruido casi con lágrimas. En efecto estoy muerto de dolor, querida Terencia y mis desgracias no me atormentan más que las tuyas y las vuestras; yo incluso soy más desgraciado que tú, que eres desaparecidísima, porque la misma desgracia de uno y otro de nosotros es común, pero la culpa es exclusivamente mía. Mi obligación fue bien el evitar el peligro mediante una delegación, bien resistir con rapidez y con tropas, bien luchar valientemente. Nada nos fue más desgraciado, más repulsivo, más indigno que esto. Por lo tanto no solo estoy afectado por el dolor sino también por la vergüenza; en efecto me avergüenza que yo no haya dedicado a mi maravillosa esposa, a mis dulces hijos valor y diligencia. Adiós Terencia mía.
TEXTO 29: Sempronia estaba entre ellas que había cometido muchos crímenes de una audacia viril frecuentemente. Esta mujer fue bastante afortunada en cuanto a su estirpe y en cuanto a su belleza, también en cuanto a su varón, en cuanto a sus hijos. Ella sabía en letras griegas y latinas, tocaba la cítara y bailaba más elegantemente de lo que es necesario para una mujer honesta. Poseía otras muchas cualidades que son instrumentos de la lujuria.
TEXTO 31: Y este sin embargo, como se hubiera presentado ante la tumba de Aquiles en el siglo, dijo: oh, dichoso joven porque has encontrado a Homero como pregonero de tu virtud. Y en efecto ciertamente si la “Ilíada” no hubiera existido la misma tumba que había cubierto el cuerpo de él había ocupado también su nombre.
TEXTO 33: 1. Zoilo se engaña quien te llama vicioso, Zoilo, no eres un hombre vicioso sino el vicio mismo. 2. Recientemente Diaulo era médico, Diaulo ahora es enterrador. Lo que hace como enterrador, lo había hecho también como médico. 3. Pontiliano ¿por qué no te envío mis librillos? No te los envío para que tú no me envíes los tuyos, Pontiliano. 4. El librillo que lees, oh Fidentino, es mío pero empieza a ser tuyo cuando lees mal.