La Odisea de Ulises: Aventuras, Peligros y el Anhelo del Regreso a Ítaca

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Peligros del Mar

Ulises partió de la isla de Circe. En la lejanía, oyeron el canto de unas mujeres y rápidamente Ulises repartió unos tapones, se ató al mástil y ordenó a sus tripulantes que no lo soltaran. Al alejarse, le desataron. Llegaron a unas altas rocas que guardaban diferentes peligros: o el Remolino de Caribdis, o los abruptos arrecifes, o las garras de Escila. Ulises decidió afrontar este último peligro. Al pasar por ahí, Escila se llevó a seis de sus hombres. Cansados, los hombres de Ulises exigieron ir a la isla de las vacas del Sol, donde, por una tormenta, quedaron atrapados por un largo tiempo. A falta de alimentos, sacrificaron algunas vacas. Terminó la tormenta y zarparon, pero otra tormenta hizo que Ulises llegara solo a la isla de la ninfa Calipso.

Telémaco Busca a su Padre

Ulises se quedó solo y atrapado en la isla de Calipso, sin poder hacer nada. Mientras, los pretendientes de su mujer se hacían más pesados, y ella y su hijo sufrían la dura pérdida de su padre. Un día, la diosa Atenea decidió ayudar y animar a Telémaco para que buscara a su padre. Por ello, Telémaco zarpó en busca de respuestas. Llegó a Pilos, donde Néstor no tenía respuestas, y por eso Pisístrato decidió acompañarle al palacio de Menelao, quien le daría mucha información sobre su padre.

Adiós a Calipso

Hermes, con el permiso de los dioses, fue a ordenar a Calipso que dejara en libertad y ayudara a Ulises. Calipso, obligada, le dio herramientas y las mejores maderas. Él construyó una balsa y se puso en camino. Diecisiete días estuvo navegando hasta que Poseidón se dio cuenta y comenzó una tormenta que destrozó su barco. Entonces Ino, diosa marina nacida en Cadmo, corrió a socorrerle, dándole un pañuelo para que se lo atara en la cintura después de quitarse la ropa, diciéndole que nadara hacia la orilla. Nadando incesantemente, llegó hasta la orilla donde, cansado, se arrastró hasta el suelo y se durmió.

La Hija del Rey

Al despertarse, Ulises oyó las voces cercanas de unas doncellas. Entonces se apresuró, tambaleándose, para pedirles ayuda. La líder del grupo era la princesa de la isla Feacia quien, sin dudar, ofreció ayuda. Ella le quería como esposo, por eso le mandó ir con sus doncellas a un templo de Atenea y esperar allí. En el momento adecuado, partió a la ciudad y preguntó por el Palacio. Entonces Atenea, disfrazada, le guió hasta el Palacio, rodeado de un humo que impedía que los ciudadanos, siervos de Poseidón, se diesen cuenta de quién era. El rey y la reina le recibieron gustosamente y le ofrecieron a su hija para que se casase, pero él pidió ser ayudado para volver a su patria.

Los Juegos Feacios

Al día siguiente, el rey ordenó celebrar unos juegos atléticos, donde sus hijos participaban y quienes invitaron a Ulises a participar. Éste se negó y Euríalo, ofendido, hizo varios comentarios ofensivos. Ulises decidió jugar, cosa que no les gustó nada porque él consiguió ganar a casi todo. El rey, para evitar más ofensas, decidió traer a un bailarín. Entonces llegó el momento en que Ulises partió, no sin antes decir quién era. Y entonces, el rey y la reina le dieron regalos de oro, así como los capitanes y Euríalo, quien le entregó una maravillosa espada.

El Regreso a Ítaca

Dormido, el héroe se despertó y pensó que los feacios le habían traicionado. Vio a un pastor al que le preguntó cuál era el sitio donde él se encontraba. El héroe se enteró de que estaba en Ítaca y de los problemas que sufría. El pastor era Atenea, quien decidió mostrarse. Entonces Ulises, desconfiado, escuchó los relatos de esta. Ulises se dirigió a la granja del porquero, quien aún le era fiel, vestido de mendigo. Mientras Atenea iba en busca de Telémaco, él fue bien recibido. Atenea mintió a Telémaco para que volviera y entonces, fuera a la granja. Al encuentro de estos, hubo gran regocijo. Entonces se dispusieron a hacer un plan.

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