Del Ocaso de Roma al Imperio Carolingio: Inicios de la Edad Media
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La Caída del Imperio Romano
Durante la segunda mitad del siglo III, los grupos germánicos (incluidos los francos) penetraron en el Imperio. Se reclutaron cada vez más mercenarios germánicos para formar parte de los ejércitos romanos. Roma solo pudo capear la crisis del siglo III gracias a la reestructuración del Imperio por parte de Diocleciano, realizada en principio para enfrentarse a las tribus germanas con más eficiencia. Después de la mitad del siglo IV, la situación parecía estar bajo control, pero un nuevo pueblo, los hunos, invadió Europa desde Asia central y causó una nueva serie de reacciones. Los godos fueron empujados hacia los Balcanes y derrotaron a los romanos en Adrianópolis en el año 378. En el 410, los visigodos de Alarico I saquearon Roma y provocaron una conmoción en todo el Imperio. Poco después, los vándalos, tras atravesar la península Ibérica, penetraron en el norte de África bajo dominio romano y establecieron un reino. En el año 451, un ejército romano, formado en gran parte por visigodos, derrotó a los hunos de Atila, pero años más tarde Roma fue saqueada de nuevo, esta vez por los vándalos. El final del Imperio de Occidente llegó en el año 476, cuando mercenarios germánicos depusieron al emperador Rómulo Augústulo y convirtieron a su jefe, Odoacro, en rey de Italia.
Inicios de la Edad Media: Carlomagno
El más grande de los reyes carolingios fue Carlomagno (742-814), que en su propia época fue una figura mítica y legendaria. Su reinado marcó la culminación del desarrollo franco. Bajo su gobierno, los francos, por medio de una serie de conquistas, se convirtieron en los dueños de Occidente y en los garantes del poder papal en Italia. Carlomagno derrotó a los lombardos en Italia, a los frisios en el norte, a los sajones en el este, se anexionó el ducado de Baviera y expulsó a los musulmanes del sur de Francia. Consolidó su poder sobre este vasto territorio al conseguir que los miembros de los sectores terratenientes se aliaran entre sí. Esta política —el primer ejemplo importante de los crecientes lazos de dependencia personal conectados con el poder político llamado feudalismo— no solo proporcionó a Carlomagno un suministro permanente de guerreros, sino que también contribuyó a controlar más fácilmente su territorio. El aumento del sentido de misión cristiana de Carlomagno fue inseparable de la consolidación militar y política. El reino de los francos, integró Europa territorial y culturalmente como no se había hecho desde el Imperio Romano. Carlomagno se convirtió no solo en el emperador de los francos, sino también de Roma. El poder del nuevo Estado (que se llamó Sacro Imperio Romano Germánico), la organización de la Iglesia y las antiguas tradiciones de Roma se habían vuelto indistinguibles entre sí. Los últimos años del reinado de Carlomagno estuvieron marcados por tensiones políticas que continuaron en los reinados de sus descendientes. Por el sur se produjo la invasión musulmana, que en sus inicios contó con el apoyo de los judíos, que en gran número habitaban las tierras del norte de África y la península Ibérica. En el año 711, las tropas islámicas atravesaron el estrecho de Gibraltar y se extendieron por toda la península. A finales del siglo IX y durante el siglo X, Europa fue el escenario de una renovada desintegración política.