El Ocaso del Imperio Español: Causas y Consecuencias del Desastre de 1898

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El Desastre del 98: Orígenes y Contexto

España vivió una profunda crisis causada por las guerras de independencia colonial en Cuba y Estados Unidos. El origen del conflicto estuvo en la inadecuada política colonial llevada por los partidos dinásticos, que bloquearon reformas administrativas y económicas, y en los intereses expansionistas de Estados Unidos. La pérdida de los últimos restos del imperio generó graves repercusiones que trascendieron el ámbito militar y económico y se prolongaron hasta bien entrado el siglo XX.

Las Guerras Coloniales: Cuba y Filipinas

El Conflicto en Cuba

Cuba, principal exportadora mundial de azúcar, café y tabaco, era explotada por España, que monopolizaba el mercado en su beneficio y en contra de los intereses isleños. Esta situación favoreció el nacimiento de un sentimiento independentista entre los hacendados cubanos, que vieron en la independencia política la única vía para la independencia económica.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, Estados Unidos había aumentado sus intereses en la isla, puesto que era el principal receptor de las exportaciones azucareras y había invertido capital en la modernización del proceso de obtención del azúcar. Así pues, ofreció su apoyo a los sectores independentistas con la pretensión de vincular la isla a su mercado económico.

La política represiva de las autoridades españolas ante las reivindicaciones autonomistas favoreció el estallido de varias insurrecciones entre 1879 y 1885. Hasta 1895, cuando se inició la definitiva Guerra de Independencia. Fue liderada por José Martí, quien organizó guerrillas que causaban graves daños al ejército español; además, este sufrió más bajas por las epidemias y el clima que por la propia guerra. En 1897, a la muerte de Cánovas, el nuevo gobierno de Sagasta envió a Ramón Blanco, quien decretó la autonomía y una amnistía política, medidas que llegaron demasiado tarde, pues Estados Unidos ya había decidido intervenir.

La Sublevación en Filipinas

Casi simultáneamente, estalló otra sublevación en Filipinas, un archipiélago olvidado por el gobierno español, con presencia de numerosos peninsulares intransigentes con los movimientos independentistas. El levantamiento, encabezado por José Rizal, fue duramente reprimido y su líder acabó fusilado.

La Intervención de Estados Unidos

La intervención militar de Estados Unidos debe entenderse en el marco de su política expansionista y de sus intereses económicos, que estaban en peligro con la guerra. El gobierno estadounidense presionó al español para que solucionara el conflicto e incluso propuso la compra de Cuba. Esta propuesta y la mediación diplomática para evitar la intervención norteamericana fracasaron.

El pretexto de Estados Unidos para declarar la guerra a España fue la voladura del crucero americano Maine. El gobierno español se lanzó a una guerra para la que no estaba preparado. El conflicto concluyó con el Tratado de París (diciembre de 1898), por el que Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam fueron cedidos a Estados Unidos. Cuba, aunque formalmente independiente, quedó bajo control norteamericano.

La pérdida del imperio español se completó con la venta a Alemania del resto de las Marianas, del archipiélago de las Carolinas y de las Palaos, hecho que confirmó el proceso de redistribución colonial que se estaba llevando a cabo a favor de las grandes potencias. España quedó como un pequeño país sin relevancia internacional, de cuyo vasto y fabuloso imperio solo quedaban algunos enclaves en África.

Las Repercusiones del Conflicto en España

En España, las pérdidas económicas alteraron las finanzas, la Hacienda pública y los precios, cuyo encarecimiento afectó a los sectores más humildes de la sociedad. Se soportaron también pérdidas humanas del conflicto, ya que las clases acomodadas se libraban del servicio militar pagando. Si bien no generó una crisis política inmediata, el desastre colonial contribuyó a la desintegración del régimen de la Restauración. Además, junto al surgimiento de los nacionalismos periféricos, que exigían una profunda reforma de la Administración del Estado, ponía de manifiesto los límites del sistema político vigente.

Por último, la pérdida del imperio provocó una crisis cultural de gran trascendencia, de la que ha dejado testimonio la Generación del 98, y el surgimiento de una conciencia crítica que, desde una perspectiva intelectual, exigía una regeneración política, económica e ideológica. Se cuestionaban no solo los cimientos de la Restauración, sino, incluso, la propia identidad de España.

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