El ocaso de los ídolos: Crítica de Nietzsche a la filosofía occidental
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1. Los sentidos y el cuerpo
En El crepúsculo de los ídolos, Nietzsche expresa la esencia de su crítica a toda la historia de la filosofía, basada en un gran error: negar el devenir y separar la realidad en mundo verdadero y aparente. Nietzsche pretende invertir esa valoración: los sentidos son la única fuente de conocimiento y el cuerpo y sus instintos la auténtica expresión de la vida. Considera que la primera idiosincrasia de los filósofos es su falta de sentido histórico y su empeño en afirmar la inmovilidad del ser.
Desde Parménides y Platón se privilegia el ser, la razón y sus conceptos absolutos frente al devenir, los sentidos y su testimonio. Esto lo compara Nietzsche con el proceso de momificación de los egipcios (pretenden que los conceptos provisionales sean eternos).
La metafísica desconfía y se opone a los sentidos, los considera la fuente de engaño. La metafísica, la moral y la religión parten del mismo error: la primera desprecia los sentidos y las otras al cuerpo (fuente del mal y el pecado). Nietzsche entiende los sentidos como únicos portadores del conocimiento del devenir (no nos engañan, presentan la única realidad existente) y los valores vitales como reivindicación del cuerpo.
La contraposición entre ser y devenir se presenta como la doctrina de los dos mundos, el mayor error de la historia para él, el “error platónico”. Nietzsche reivindica el devenir como única realidad existente, los sentidos como única fuente de conocimiento y la defensa del cuerpo y sus instintos como única moral válida, la de los hombres fuertes y libres, la de quienes asumen su voluntad de poder, la de los señores, la de los que se hallan en camino hacia el superhombre.
2. Los conceptos supremos y el concepto Dios
En El crepúsculo de los ídolos, Nietzsche presenta la segunda idiosincrasia de los filósofos: confundir lo último con lo primero; lo que los pensadores consideran “conceptos supremos” que están vacíos, representan la nada. Nietzsche presenta los conceptos generales como meras generalizaciones; la necesidad de racionalizar el devenir obliga al hombre a inventar conceptos que doten de estabilidad al cambio continuo. El ente, lo incondicionado, el bien, son conceptos trascendentales con los que se ha pensado la realidad falsamente; critica a toda la historia de la metafísica basada en el “error platónico” de suponer que existe un mundo verdadero y a todas las formas que ese error ha tomado a lo largo del tiempo.
Con el cristianismo, los valores ideales que el platonismo situaba en el “mundo de las ideas” se le atribuyen a un ente único, perfecto y creador, Dios, como “perfecciones”. Se acentúa la desvalorización de las cosas existentes en la tierra y conocidas por los sentidos. La teoría de Kant es variante del error platónico.
Los conceptos vacíos parten de un análisis del principio de causalidad: lo superior no puede proceder de lo inferior, ni el ser de la nada; los conceptos más generales expresan la perfección y son causa sui. Para Nietzsche esto es negar la vida, el devenir; mantenerlos es un nihilismo encubierto. Los conceptos supremos no pueden ser contradictorios entre sí; este es el origen del más vacío, Dios, que reúne en uno a todos ellos. Para salir de ese nihilismo encubierto, Nietzsche propone la inversión del platonismo, la muerte de Dios y la transvaloración de todos los valores. Hay que liquidar la invención del “mundo verdadero” y para ello es necesaria la muerte de Dios.
3. El arte trágico y lo dionisíaco
En El crepúsculo de los ídolos, Nietzsche presenta el gran error de la historia de la filosofía: la separación de la realidad en dos mundos, uno verdadero y otro aparente, que procede de Platón.
El cristianismo y Kant aparecen como reformulaciones de este error. El artista trágico es aquel que aprecia más la apariencia que la realidad porque sabe que la apariencia es la única realidad que existe. Nietzsche propone al artista trágico como el que acepta lo problemático y lo terrible de la vida, y por ello es dionisíaco; el artista trágico es el espíritu libre que acepta la nueva situación producida después de la muerte de Dios y la desaparición de los valores tradicionales, y entiende que esa situación abre el camino para la creación de valores nuevos.
Nietzsche consideró que los dioses más importantes en la formación de la cultura clásica fueron Dionisio y Apolo. Antes de Sócrates y Platón había un equilibrio entre estos cuyo representante fue la tragedia de Esquilo, pero tras la filosofía de estos dos se produce el triunfo de Apolo. Nietzsche reivindica una vuelta a los valores dionisíacos; para él estos dioses tienen una referencia moral (Dionisio representa los valores vitales y Apolo el orden moral establecido).
El artista trágico será encargado de “resucitar” los valores dionisíacos tras la muerte de Dios; entiende que el nihilismo que supone la muerte de Dios representa el inicio de una nueva forma de entender la vida: como voluntad de poder, creación, paso previo para realizar la transvaloración de todos los valores y la llegada del superhombre. El artista trágico aparece como espíritu libre que defenderá los nuevos valores, creados constantemente. Son los de la fuerza, el poder, y no reprimen los instintos naturales del hombre.
El hombre que juega creando y dicta valores es el hombre de la voluntad de poder; pero esa actitud creadora está coartada por prohibiciones. Por eso la voluntad de poder como voluntad creadora exige como paso previo la muerte de Dios.
El artista trágico, dice sí a todo lo problemático y terrible de la vida, es dionisíaco, desmesurado. Por eso está preparado para aceptar la tesis del eterno retorno de lo mismo y encaminarse hacia el superhombre.