Obras Maestras de Miguel Ángel: La Piedad y el David
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La Piedad del Vaticano
Obra de temática religiosa, titulada "Piedad del Vaticano", esculpida por Miguel Ángel, autor del Cinquecento (siglo XVI).
Miguel Ángel representa en esta obra una concepción de la belleza idealizada, joven y eterna, insensible al paso del tiempo. Nos encontramos ante una representación de la Piedad, el momento en que María sostiene sobre sí misma el cadáver de su hijo Jesús, recién bajado de la cruz. Sin embargo, a partir de aquí todo se complica por la alta calidad de la talla escultórica, prácticamente a tamaño natural y concebida para ser contemplada desde una perspectiva frontal, lo que explica el menor detalle de la parte posterior.
La obra presenta una clara composición piramidal; el escultor ha pulimentado el conjunto hasta dejar las superficies completamente lisas. Un acabado perfecto que contrasta con el non finito que Miguel Ángel adoptará en otras obras posteriores. El interés por los pliegues y la anatomía humana de esta obra nos remiten al más puro clasicismo.
Toda la escultura está realizada sobre un único bloque de mármol blanco de Carrara. Aunque la Piedad representa una madre que sostiene a su hijo muerto, ninguno de los personajes muestra dolor; el artista no quiere que ese sentimiento anule el ambiente clasicista, encontramos en ambos rostros una cierta idealización.
En el pecho de María aparece cruzado en diagonal por una cinta en la que puede leerse de abajo hacia arriba: "Miguel Ángel Buonarroti florentino, me hizo". No hay más obras de Miguel Ángel que él haya firmado.
El cardenal Jean de Bilhères de Lagraulas, embajador de Carlos VIII de Francia en Roma, le encargó la obra. Su iconografía de la madre con el hijo muerto en el regazo es de procedencia gótica francesa y no italiana, lo que se justifica por la nacionalidad del comitente.
El David de Florencia
Obra escultórica de temática religiosa titulada "David" realizada por Miguel Ángel.
El David de Miguel Ángel representa a gran tamaño a este rey bíblico, al estilo clásico: completamente desnudo y como atleta, que porta en su mano izquierda una honda (apoyada sobre su hombro) y, en la derecha, una piedra. Son claramente apreciables los rasgos del rostro, el cabello rizado, la musculatura, la diartrosis y el contrapposto de la figura.
Miguel Ángel representa al rey David como atleta, pero no como joven atleta, sino como un hombre en la plenitud de su vida. El artista eligió, como motivo para la obra, el momento previo al enfrentamiento de David con el gigante Goliat (cuya cabeza no aparece derrotada a sus pies, como era usual en otras representaciones). Por ello, el aspecto contenido y expectante que nos muestra la figura, con los rasgos típicos de un luchador que se prepara para el combate.
Esa expectación se nota en la mirada, enormemente penetrante, y se expresa también mediante la tensión corporal: la musculatura (e incluso los tendones y las venas) son claramente perceptibles. En definitiva, podemos hablar de un movimiento claramente contenido, que se convierte en pura tensión corporal.
Además, para que la tensión no pueda confundirse con un absoluto equilibrio, Miguel Ángel emplea el contrapposto y aumenta los volúmenes de ciertas partes del cuerpo, que vienen a simbolizar la fortaleza (no sólo física) del rey David. Tales rasgos son claramente perceptibles en el tamaño de la cabeza (cuyo canon corresponde a 1/8 del total del cuerpo) y en la potencia y tamaño de la mano derecha.
Todo ello conduce al concepto de terribilitá que caracteriza otras obras del autor. Todos estos rasgos convierten a la figura escultórica del rey David en un símbolo de la libertad, y representan a la perfección los ideales renacentistas de belleza masculina.
El David fue encargado a Miguel Ángel, originariamente, por los canónigos de la catedral de Florencia (lugar donde se encontraba el bloque de mármol en el que se talló la obra). Pero, una vez concluida ésta, y a la vista del resultado, el gremio de mercaderes de lana de la ciudad decidió adquirirla para situarla frente al Palacio de la Señoría, sede del gobierno de la ciudad, en la plaza del mismo nombre, de manera que sirviese como una clara representación de la libertad de la república florentina.
En este sentido, la escultura es fiel reflejo de la mentalidad existente en Florencia, ciudad en la que los planteamientos de la burguesía dedicada al comercio y la banca se encontraban ampliamente extendidos.