Obras Maestras de Goya: De la Corte a la Guerra
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El Quitasol (Goya, 1ª etapa, 1777)
Este óleo formaba parte de la serie de cartones para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, más concretamente para la serie destinada a la decoración del comedor del infante Carlos III, entonces príncipe de Asturias.
Obras como esta le sirvieron a Goya para alcanzar una gran fama en sus primeros años de estancia en la corte real, abriéndole las puertas para muchos trabajos posteriores. Para inspirarse, Goya observaba atentamente a la sociedad aristocrática de su época y plasmaba aquello que veía, obteniendo un conjunto de pinturas costumbristas que nos presentan la cotidianidad de la sociedad de finales del siglo XVIII.
Análisis de la obra:
En esta obra observamos una escena costumbrista en la que aparecen dos figuras: una joven vestida a la francesa y un criado o "cortejo", acompañante de las mujeres casadas de muy alta clase social.
Coloca en un primer plano a los protagonistas y consigue darle profundidad al paisaje mediante la silueta del árbol.
En cuanto a la composición, las figuras dibujan casi un triángulo equilátero; esta figura geométrica expresa calma, serenidad. El color de este cuadro, al igual que todos los cartones para tapices, es muy luminoso y muy vivo. Los contrastes lumínicos están muy marcados y conseguidos con gran maestría; le dan alegría a la composición. El interés por la luz lo apreciamos en la sombrilla, que al proporcionar sombras a diferentes zonas, hace que la luz solar resalte más.
Retrato de la familia de Carlos IV (Goya, 2ª etapa)
Uno de los retratos de grupo más importantes, comparado con Las Meninas de Velázquez. En abril de 1789, Goya es nombrado pintor de cámara de los nuevos reyes, Carlos IV y María Luisa de Parma.
Retrato realizado en 1800 en el que Goya, haciendo un guiño a Velázquez, se autorretrata en el margen izquierdo del cuadro. El centro del cuadro lo ocupa la esposa del rey, María Luisa de Parma, con lo que Goya hacía alusión a su relevancia en la corte y a su personalidad prepotente, contrastándola con la posición más lateral del rey y su aspecto relajado y mucho menos presuntuoso. Con esto, Goya se distingue de otros pintores, al no realizar un simple retrato protocolario.
A ambos lados de los reyes se sitúan sus hijos y otros familiares, entre ellos Fernando VII y Carlos María Isidro.
Desde el punto de vista formal, la gran maestría de Goya se concentra en la pincelada tan libre, suelta y rápida que adelanta al impresionismo. El pintor consigue plasmar en la obra la personalidad de cada uno de los retratados.
Los fusilamientos del Tres de Mayo
Durante la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), los ojos de Goya visualizaron todo el horror del conflicto y su sordera le ayudaría a agudizar su visión y a plasmar todo el dramatismo de un conflicto bélico.
En esta obra, Goya relata cómo un pelotón de fusilamiento de soldados franceses está ejecutando a un grupo de prisioneros españoles. El cuadro tiene dos partes bien diferenciadas: A la derecha, en perfecta formación y en una zona más oscura y sombría, se encuentra el pelotón del que no conocemos sus rostros; el anonimato le confiere un contenido de máquina de matar. Al otro lado, fuertemente iluminados por la luz de un farol, aparecen los hombres que están siendo fusilados; en este conjunto destaca el personaje con los brazos en alto que se enfrenta valientemente a la muerte.
Los colores blanco y amarillo de su ropa contrastan con los grises de todo el conjunto y se unifican con la potente luz del farol. En el suelo, el hombre muerto, rodeado de sangre, añade más dramatismo a todo el conjunto.
Es la primera vez que en un cuadro de guerra aparece representado el pueblo como víctima; aunque alusiva a un momento concreto de la historia de España, es una crítica a todas las guerras en general.