Nutrición Estratégica para Afecciones Digestivas y Crónicas

Enviado por Chuletator online y clasificado en Medicina y Salud

Escrito el en español con un tamaño de 7,9 KB

Nutrición para Infección por Helicobacter Pylori y Gastritis Crónica

Cuando hablamos de problemas gástricos como la infección por Helicobacter pylori o la gastritis crónica, es muy importante tener en cuenta la alimentación, ya que puede ayudar mucho en el tratamiento y a aliviar los síntomas.

El H. pylori es una bacteria que vive en el estómago y puede causar inflamación (gastritis), úlceras e incluso, si no se trata, aumentar el riesgo de cáncer gástrico. Se transmite por contacto oral o por consumir agua o alimentos contaminados.

La gastritis crónica, por otro lado, es una inflamación prolongada del estómago que también puede estar causada por esta bacteria, el consumo de ciertos medicamentos (como los antiinflamatorios), el alcohol, el estrés o enfermedades autoinmunes.

Para diagnosticar el H. pylori, se pueden usar pruebas de aliento, análisis de heces, sangre o una endoscopia. El tratamiento médico suele incluir antibióticos y medicamentos para reducir la acidez del estómago.

La dieta es clave para mejorar los síntomas y apoyar el tratamiento. Se recomienda comer alimentos suaves y fáciles de digerir como:

  • Yogur probiótico
  • Avena
  • Pollo
  • Pescado blanco
  • Arroz blanco
  • Verduras cocidas (calabacín, zanahoria, patata)
  • Frutas no ácidas como manzana o plátano

En cambio, hay que evitar alimentos que irriten el estómago como:

  • Picantes
  • Cítricos (naranja, limón)
  • Tomate
  • Fritos
  • Embutidos
  • Chocolate
  • Bebidas con cafeína o alcohólicas

Una buena alimentación ayuda a reducir la inflamación, a mejorar la digestión y a evitar complicaciones como úlceras o dolor persistente.

Abordando el SIBO: Tipos y Enfoques Dietéticos

El SIBO (Sobrecrecimiento Bacteriano en el Intestino Delgado) ocurre cuando bacterias que normalmente viven en el colon migran y se multiplican en el intestino delgado, donde no deberían estar en grandes cantidades.

Existen diferentes tipos de SIBO, que se diferencian por el tipo de gas que producen las bacterias o microorganismos presentes. Esta diferencia es importante porque influye tanto en el tratamiento como en la dieta recomendada.

SIBO de Hidrógeno

El tipo más común es el SIBO de hidrógeno. En este caso, las bacterias que han crecido en exceso producen gas hidrógeno al fermentar los carbohidratos mal digeridos. Este tipo suele tratarse con el antibiótico rifaximina, y en la mayoría de los casos se recomienda seguir una dieta baja en FODMAPs, que son ciertos azúcares que fermentan fácilmente en el intestino.

SIBO de Metano (IMO)

Otro tipo es el SIBO de metano, aunque hoy en día muchos profesionales lo llaman IMO, que significa “sobrecrecimiento de microorganismos metanógenos”. La diferencia principal es que aquí no son bacterias las que causan el problema, sino un tipo de microorganismo llamado arquea. Estas arqueas no producen hidrógeno, sino gas metano, que se genera a partir del hidrógeno que otras bacterias ya han producido. Como resultado, este tipo de SIBO requiere un tratamiento diferente. Normalmente se usa una combinación de antibióticos, porque las arqueas son más resistentes. La dieta también se ajusta más, reduciendo no solo los FODMAPs, sino también algunos almidones que pueden alimentar a estos microorganismos.

SIBO de Sulfuro de Hidrógeno

El tercer tipo es el SIBO de sulfuro de hidrógeno, que es el menos conocido y también el más difícil de detectar. Esto se debe a que no se puede identificar fácilmente con los test respiratorios comunes. En este caso, las bacterias presentes producen gas sulfuro de hidrógeno al fermentar alimentos que contienen azufre, como algunos vegetales, carnes y huevos. Este tipo de gas puede tener efectos distintos en el cuerpo y, por eso, el tratamiento es más personalizado. A menudo se usan dosis más suaves de antibióticos o combinaciones especiales, junto con una dieta adaptada para reducir la cantidad de azufre en los alimentos.

El objetivo general del tratamiento del SIBO es limpiar el intestino, reducir la inflamación y permitir que el sistema digestivo vuelva a funcionar correctamente.

Nutrición de Apoyo Durante el Tratamiento Oncológico

La alimentación es muy importante durante el tratamiento del cáncer, ya que ayuda a mejorar la calidad de vida del paciente, refuerza el sistema inmune y puede reducir algunos efectos secundarios de los tratamientos médicos como la quimioterapia o la radioterapia. Aunque la dieta no cura el cáncer, sí puede influir en su evolución y en cómo se siente la persona.

Durante el proceso oncológico, la dieta debe adaptarse a cada etapa:

  • Antes del tratamiento: Se intenta reforzar el sistema inmunitario y mantener un buen estado nutricional.
  • Durante el tratamiento: Se adapta la alimentación para ayudar a sobrellevar síntomas como náuseas, falta de apetito, llagas en la boca o alteraciones del gusto.
  • Después del tratamiento (fase de recuperación): Se busca que la persona recupere peso y energía, y prevenir recaídas.

En general, se recomienda una alimentación rica en:

  • Frutas y verduras
  • Proteínas magras (como el pescado o el pollo)
  • Cereales integrales
  • Grasas saludables (como el aceite de oliva o el aguacate)
  • Alimentos antiinflamatorios como la cúrcuma, el jengibre y el omega 3

En cambio, se deben evitar:

  • Ultraprocesados
  • Azúcares refinados
  • Grasas saturadas
  • Embutidos
  • Alcohol
  • Alimentos con muchos aditivos

A veces también se necesitan suplementos, como vitamina D, vitamina C, probióticos u omega 3, siempre bajo control médico.

La dieta debe ser personalizada y adaptada por un equipo médico y nutricional, porque cada paciente tiene necesidades distintas. La nutrición en oncología mejora la respuesta a los tratamientos y aporta bienestar.

Dieta y Enfermedades Autoinmunes: El Protocolo AIP

Las enfermedades autoinmunes aparecen cuando el sistema inmunitario, que normalmente nos protege, se confunde y ataca partes del propio cuerpo como si fueran extrañas. Este error provoca inflamación y daño en tejidos u órganos. Aunque estas enfermedades no tienen cura, sí se pueden controlar y mejorar con una alimentación adecuada.

Una de las dietas más recomendadas en casos de autoinmunidad es el Protocolo Autoinmune Paleo (AIP). Esta dieta ayuda a reducir la inflamación, mejorar la digestión, apoyar al sistema inmunológico y, sobre todo, identificar qué alimentos empeoran los síntomas en cada persona.

Fases del Protocolo AIP

El protocolo AIP se basa en dos fases:

  1. Fase de Eliminación: Se dejan de consumir alimentos que pueden irritar el intestino o activar el sistema inmune. Estos alimentos incluyen el gluten, los lácteos, las legumbres, los huevos, los cereales, el azúcar, los ultraprocesados y ciertos aditivos.
  2. Fase de Reintroducción: Se vuelven a introducir poco a poco los alimentos eliminados, uno a uno, observando si alguno provoca molestias como dolor, inflamación o malestar digestivo. De esta forma, se puede personalizar la alimentación según la tolerancia individual.

Además, se da mucha importancia a mejorar la salud intestinal, ya que muchas enfermedades autoinmunes están relacionadas con un intestino permeable o inflamado. Por eso, también se pueden usar probióticos, prebióticos, fermentados o incluso trasplantes de microbiota en casos específicos. Las dietas antiinflamatorias (como la mediterránea) también son una buena base para personas con autoinmunidad, siempre adaptadas a cada caso.

Entradas relacionadas: