El Novecentismo y las Vanguardias en España: Una Ruptura con la Tradición

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El Novecentismo y las Vanguardias en España

1. El Novecentismo (o Generación del 14)

Hacia 1910 se abre paso una generación más científica y metódica. Son escritores que nacen alrededor de los 80. Víctor García de la Concha la llama “Generación de 1914”, por el año en que Ortega pronuncia el discurso sobre “Vieja y nueva política”, primera manifestación de la “Liga de Educación Política Española”, integrada por Américo Castro, Manuel Azaña, Claudio Sánchez Albornoz, Gregorio Marañón y el propio Ortega, entre otros muchos intelectuales que destacaron en muy diferentes campos: política, arquitectura, pedagogía, medicina, historia o filosofía, además de la literatura. En líneas generales, el “Novecentismo” es lo que ya no es Modernismo y todavía no es el Vanguardismo que desemboca en el Grupo del 27.

El proyecto novecentista defiende la función política de los intelectuales en la indagación de la realidad del país y en la defensa del avance liberal. Son hombres de sólida formación universitaria, rechazan actitudes decimonónicas y se declaran europeístas. Valoran el rigor, el equilibrio, la crítica objetiva de los problemas del momento. Esto lo proyectan sobre el tema de España. El tema de España sigue presente, desde una perspectiva “castellanocéntrica”, política y administrativa; es frecuente la idea de la revolución desde arriba, desde el poder como concreción del elitismo que los caracteriza.

Exigen disciplina, precisión y exactitud en el análisis de los problemas, descartando el lamento y el pesimismo de la Generación del 98. Proponen superar la denuncia y actuar de forma pragmática y buscando soluciones europeístas. Ortega en España invertebrada (1921), resume la situación del país y achaca su decadencia a los “particularismos de clase” que impiden la cooperación, los separatismos y la falta de disciplina de las masas que no quieren dejarse guiar por una minoría selecta.

En la estética, huyen del sentimentalismo y pretenden refrenar lo “dionisiaco”, lo exagerado, el tono alterado, apasionado y vehemente, tendiendo a la serenidad, la armonía y el distanciamiento, es decir, lo “apolíneo”.

Búsqueda de un ideal de “arte puro”: con un cuidadoso uso del lenguaje, evitan el estilo fácil y su prosa experimenta con la función poética del lenguaje, la técnica de construcción de imágenes y la experimentación literaria. Esto conduce a un intelectualismo en todos los géneros que produce una literatura para minorías, “a la minoría siempre” dirá Juan Ramón.

2. El Pensamiento Novecentista: Ortega y Gasset. Repercusión y Pervivencia de sus Ideas.

José Ortega y Gasset (Madrid, 1883 - 1955). Catedrático de Metafísica en la Universidad de Madrid. Fundador de las revistas “España” y “Revista de Occidente”, es el máximo representante del Novecentismo. Además de filosofía, escribió periodismo y ensayo. Destacamos: El espectador (ocho volúmenes escritos entre 1916-1934), Meditaciones del Quijote de 1914, La deshumanización del arte e Ideas sobre la novela, ambas de 1925.

En La deshumanización del arte expone que el arte moderno, según él, divide al público en “hombres egregios” (minoría selecta) que pueden entenderlo, y aquellos otros que no lo comprenden. El arte moderno se caracterizaría por ser un “arte puro”, que desdeña lo “humano”, lo referencial y representativo del arte del XIX y aprecia el formalismo. Tiende a la “deshumanización”, desechando las emociones en favor de la materia puramente artística. Es, por tanto, “un arte intelectual” que excluye los sentimientos humanos; el placer estético tiene que ser un “placer inteligente”.

La nueva poesía se aparta de su antigua condición romántica de ser útil a la humanidad. Su función sólo es juego, la creación verbal. “La poesía es hoy el álgebra superior de las metáforas”.

En Ideas sobre la novela, manifiesta claramente que el relato realista ya no interesa a los actuales lectores, que buscan nuevos temas (míticos, imaginativos, intelectuales) y nuevas técnicas narrativas dentro de una estructura sólida y cuidada en estilo y lenguaje. Así se produciría una novela “deshumanizada” en la que argumento y acción serían pretextos de nuevos elementos técnicos y estructurales, más adecuados, según él, para proporcionar el placer estético “puro”.

Eugeni d’Ors (1882-1954), filósofo de la cultura, apuesta por un nuevo talante vital en la sociedad española a través de la educación estética. De espíritu clasicista, concilia la tradición y la renovación, el casticismo y la europeidad en Las ideas y las formas (1928) y Teoría de los estilos (1941). Como crítico de arte escribe Tres horas en el Museo del Prado.

Salvador de Madariaga (1886-1978) escribe ensayos sobre la caracterología europea (Ingleses, franceses, españoles. Ensayo de psicología colectiva comparada, 1929; Bosquejo de Europa, 1951), sobre historia de España (España. Ensayo de historia contemporánea, 1931), sobre crítica literaria (Ensayos anglo-españoles, 1922, y Guía del lector del Quijote, 1926) y tres biografías reivindicadoras de la colonización española en América (Vida del muy magnífico señor don Cristóbal Colón, 1940; Hernán Cortés, 1941; y Bolívar, 1951).

Manuel Azaña (1880-1940) representa al intelectual progresista, comprometido con la realidad: fue ministro, presidente del Gobierno y jefe del Estado durante la República. Ejerce la crítica literaria y escribe la novela El jardín de los frailes (1927) y los ensayos políticos Estudios de política francesa: política militar (1918), El Idearium de Ganivet (1921) y La velada en Benicarló (1937).

Gregorio Marañón (1887-1960), eminente médico y humanista, cultiva la biografía de personajes históricos –Tiberio, Enrique IV de Castilla o El conde-duque de Olivares– y mitos literarios –Don Juan– apoyándose en sus conocimientos de biología y endocrinología.

De Américo Castro (1885-1972) y Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984) recordamos su polémica sobre los orígenes y esencia de la nación española, en La realidad histórica de España (1954) y España, un enigma histórico (1956), respectivamente.

3. La Poesía Novecentista: Juan Ramón Jiménez. (Moguer, 1881 - Puerto Rico, 1958)

Juan Ramón abre el camino para una nueva forma de entender la poesía, desnuda de cualquier sentimentalismo e imperfección. Renovó el panorama poético de principios de siglo y se convirtió más adelante en el maestro de la Generación del 27. Su trayectoria poética se suele dividir en tres etapas: sensitiva, intelectual y suficiente o verdadera.

Etapas de la poesía de Juan Ramón Jiménez:

  • Sensitiva (hasta 1916): En esta etapa, marcada por la influencia de Bécquer, el simbolismo y el modernismo de Rubén Darío, predominan las descripciones del paisaje como reflejo del alma del poeta, los parques otoñales y los jardines al atardecer, los sentimientos vagos, la melancolía, la tristeza, la música. Pertenecen a esta etapa: Arias tristes (1903) y La soledad sonora (1911).
  • Intelectual (1916-1936): El mar es el motivo central: simboliza la vida, la soledad, el gozo, el eterno tiempo presente. Etapa de depuración poética en la que suprime la musicalidad y el adorno modernista para centrarse en lo puro y esencial. Destacamos Diario de un poeta recién casado (1917) y Piedra y Cielo (1919).
  • Suficiente o Verdadera (1936-1958): Durante el exilio, Juan Ramón se repliega sobre sí mismo en busca de la belleza y la perfección. Su ansia de trascendencia lo lleva a identificarse con Dios. Destacamos Animal de fondo y Dios deseado y deseante (1948-49).

Su poema en prosa Platero y yo es una rigurosa observación de aspectos y detalles significativos de la realidad. El asunto clave es la posibilidad real que el ser humano tiene de realizarse en lo sencillo, lo natural, lo cotidiano.

Juan Ramón Jiménez ocupa un lugar excepcional en nuestra literatura por su exigencia y preocupación estética, por el proceso de ahondamiento, búsqueda y depuración de la palabra, por sus innovaciones expresivas y su labor constante. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1956.

4. La Novela Novecentista o de la Generación del 14

Destacan Gabriel Miró y Ramón Pérez de Ayala, siendo también interesante la novela de Wenceslao Fernández Flórez y Benjamín Jarnés. Todos ellos se caracterizan por una superación de los patrones narrativos y estilísticos del realismo, por su tendencia al lirismo, al intelectualismo, o, incluso al humor.

Gabriel Miró (1879-1930)

Destaca por su gran sensibilidad, su temperamento voluptuoso y su capacidad de captar sensaciones: luces, colores, sonidos y sabores. Su narrativa está llena de lirismo, de emociones y belleza. En sus novelas, la acción deja de ser el elemento fundamental y pasa a ser soporte para sus espléndidas descripciones. Destacan Las cerezas del cementerio (1910), un amor apasionado en un sensual ambiente levantino; Nuestro padre san Daniel (1921) y El obispo leproso (1926) forman un bloque: suceden en Oleza (trasunto de Orihuela), atmósfera estancada en la que la inocencia y las ansias vitales se estrellan en el muro de la intolerancia religiosa.

Ramón Pérez de Ayala (1880-1962)

Representa la llamada novela intelectual. Entre 1907 y 1913 publica varias novelas protagonizadas por Alberto Díaz de Guzmán, trasunto del propio autor, donde intenta novelar la crisis de la conciencia española desde el 98: Tinieblas en las cumbres (1907), A.M.D.G. (1910), La pata de la raposa (1912) y Troteras y danzaderas (1913). Quizá su mejor novela sea Belarmino y Apolonio (1921), donde los dos zapateros protagonistas ilustran diferentes actitudes ante la vida: comprensión y meditación, uno, expresión y acción el otro.

Wenceslao Fernández Flórez (1886-1964)

Maestro de la novela humorística. Escribió Volvoreta (1917), Las siete columnas (1926) y tras la guerra, su novela más famosa, El bosque animado (1944).

Benjamín Jarnés (1888-1949)

En una línea intelectual y lírica, destacan las siguientes novelas: El profesor inútil (1926), Locura y muerte de nadie (1929).

5. Rupturismo y Vanguardia: Ramón Gómez de la Serna. (Madrid 1888 - Buenos Aires 1963)

En la revista “Prometeo”, y en las tertulias del Café de Pombo, Gómez de la Serna defendió y divulgó las nuevas corrientes del arte vanguardista.

Su extensa obra tiene como eje la “greguería” (humor + metáfora). Son brevísimas prosas o versos, en general de una sola frase, “producto de la agudeza y arte de ingenio”: pirueta conceptual, cabriola irónica, metáfora insólita. (“Lo peor del golpe en la cabeza es la burla del chichón”; “Los recuerdos encogen como las camisas”; “Un tumulto es un bulto que les sale a las multitudes”). Detrás del aparente divertimento literario, se encierra una profunda actitud existencial. Como novelista rompe los moldes del género: se desinteresa del argumento y lo sustituye por cuadros, divagaciones, es su “novela libre”. Destacan El torero Caracho (1927) y La nardo (1930).

Actitud Rupturista y Trayectoria de las Vanguardias. Los “Ismos”

Los novecentistas introdujeron novedades estéticas que se intensificarán en los años veinte. Se mantienen rasgos del Novecentismo, se rechaza la poesía mimética, realista y se aprecia ya una postura rupturista con obsesión por la exploración estética.

La vanguardia (Futurismo, Cubismo, Surrealismo, Dadaísmo, Creacionismo, Ultraísmo…) es una actitud de ruptura y apertura. Huyen de la imitación, el conformismo y el acatamiento a las normas establecidas. Defienden que el escritor debe ser original y forjarse su propia estética. En España la eclosión se produce a partir de 1926.

Movimientos de Vanguardia Europeos y Españoles Más Importantes:

  1. El Futurismo (1909): El italiano Filippo Marinetti publicó en 1909 el Manifiesto del Futurismo donde ensalza la civilización mecánica y los logros de la técnica. (...Un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.) Como las vanguardias que le siguen plantea una ruptura con la tradición artística imperante.
  2. El Cubismo (1909-1914): Fue el francés Apollinaire quien lo adaptó en la literatura. Busca recomponer la realidad mezclando imágenes y conceptos al azar. Una de sus aportaciones fue el caligrama, poemas en los que la tipografía o caligrafía del verso semeja una imagen relacionada con el texto.
  3. El Dadaísmo (1916): Surge en Zúrich, en plena I Guerra Mundial, de la mano de Tristan Tzara; destructor de la unidad misma de la palabra, prepara el camino para el Surrealismo.
  4. El Surrealismo (1923): Es el que aporta mayor riqueza al lenguaje poético de los escritores españoles. Se desarrolla en Francia durante la década de 1920 alrededor de André Breton y siguiendo las teorías de Sigmund Freud. Propugna la liberación de los impulsos reprimidos del subconsciente. Propone realizar la escritura automáticamente, como si el pensamiento no estuviera dirigido, volcando las imágenes que surgen sin el control de la razón. La comunicación se vuelve misteriosa, con imágenes oníricas, asociaciones insólitas, que despiertan en el lector oscuras emociones y arrastran una profunda carga humana. En España no fue tan fuerte como en Francia, pero todos los poetas del 27 quedaron marcados por él.
  5. El Ultraísmo (1919): Es una vanguardia española que surge como oposición a los últimos gestos modernistas. Mezcla elementos propios del futurismo y otros provenientes del cubismo. Destaca por su preferencia por el verso libre y el gusto por la metáfora. Destacan Guillermo de Torre y Juan Larrea.
  6. El Creacionismo: El poeta chileno Vicente Huidobro lo introduce en España hacia 1919 (antes lo teoriza en París con el francés Pierre Reverdy). La poesía tiene sentido en sí misma, es su propio referente: el poema es el objeto del poema. Gerardo Diego (G. 27) es el poeta más importante.

Los tres últimos movimientos influyeron en mayor o menor medida en todos los poetas de la Generación del 27.

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