La noción del individuo moderno en Weber

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WEBER:

En base a lo antes señalado de algunas de las propuestas de Weber es posible entender que la noción de individuo moderno presente en su obra consiste en: El individuo moderno tiene como características principales la dedicación a la idea de profesión como vocación; el apego a las normas universales y abstractas; y el hecho de que ha deshumanizado sus labores, puesto que en el desempeño de su profesión no evidencia amor, odio, ira o pasión, y además habita en un mundo que ha sido desencantado, al cual él mismo tiene que racionalizar constantemente a través de una ética de la responsabilidad o de la convicción. Del mismo modo, es posible considerar que esta imagen del individuo moderno incluye 4 dimensiones, que en conjunto indican la incidencia de la modernidad en él:

  1. La dimensión político–legal

    Se puede percibir la forma en que la acción del individuo es regulada con base en los ordenamientos estatuidos de forma legal–racional. Por medio de sus regulaciones jurídicas el Estado, en su forma de gobierno, constituye un elemento de carácter externo al individuo, y con base en la legitimidad que posee determina cuál es el tipo de acción que se debe seguir en ciertos asuntos de interés público. En el caso de que el individuo no realice la acción de la forma en que fue contemplada por el Estado se enfrenta a la amenaza de la coacción física o psíquica de carácter legal.

  2. La dimensión económica

    Que también está constituida por un elemento externo al mismo. Para Weber, las reglas características de la economía capitalista, constituidas por una racionalidad formal, se encuentran establecidas de tal manera que quien no las siga no alcanzará sus metas personales dentro del ámbito económico, como son la prosperidad, el enriquecimiento y la obtención de una profesión bien remunerada, que al menos permita una subsistencia digna. Esta dimensión indica claramente la relación que el individuo establece con la sociedad para proveerse de los medios que le permitan vivir y aumentar sus posesiones materiales.

  3. La que llamaremos vocacional–aspiracional

    Que posee un carácter subjetivo, puesto que consiste ante todo en la idea de vocación entendida como profesión y es resultado de la racionalización de las imágenes religiosas que ocurriría en Occidente. Aunque su existencia obedece a las características propias de las esferas económica y política, como elementos externos al individuo, es indudable que es el individuo mismo quien la genera y quien, con base en la imagen del mundo asociada a ella, la moldea para adaptarse a las condiciones impuestas por la sociedad. La importancia de esta dimensión consiste en que es la que proporciona el rasgo más característico de la modernidad, puesto que esta idea de vocación es el principal valor que dota de sentido a la acción del individuo.

  4. La que llamaremos sensitivo–afectiva

    También subjetiva, debido a que hace referencia a la manera en que el individuo busca, dentro de las posibilidades que le brinda la modernidad, determinado tipo de gratificaciones relacionadas con los goces erótico o sensual (placeres del cuerpo) y estético (cuestiones del gusto y del disfrute de las obras de arte). La acción social vinculada a esta dimensión no tiene condicionantes externos, ya que la manera en que se despliega depende de las valoraciones propias de quien busca desarrollarla.

La manera en que el individuo desarrolla su acción social, a través de cada una de estas 4 dimensiones, tiene su base en la racionalidad, la cual puede ser con arreglo a fines, aquélla en la que el individuo elige los medios necesarios para poder conseguir los fines propuestos, o puede ser una racionalidad con arreglo a valores, en la cual se busca desarrollar una acción que pretende consumar un valor determinado. La racionalidad, en sus 2 acepciones, significa que el individuo está dotado de una capacidad mental que le permite intelectualizar la manera más adecuada de conseguir sus fines o de realizar sus valores. Esta característica de la individualidad moderna, según Weber, es una herencia de la filosofía clásica griega. Además, como desde la perspectiva de Weber la modernidad implica una imagen del mundo que proporciona al individuo los valores que sustentan su acción en todas las esferas vitales, la ética del individuo moderno puede ser de responsabilidad o de convicción. En la 1era se busca la consecución de un determinado fin, y para ello se toman en cuenta tanto los medios como los fines, así como las posibles consecuencias de la acción. En la 2°, en la ética de convicción lo que se busca es la congruencia con algún valor, sin tomar en cuenta las posibles consecuencias de la acción. Se puede entender así que en la ética de responsabilidad queda manifiesta la racionalidad con arreglo a fines, mientras que en la de convicción es evidente la racionalidad con arreglo a valores. Se aprecia que las dimensiones objetivas, la político–legal y la económica, se caracterizan por poseer una racionalidad con arreglo a fines, así como una ética de responsabilidad. Ello se debe a que las esferas que las determinan son de carácter externo al individuo, por lo que los fines, los medios y los valores a seguir ya están preestablecidos a través de la dominación burocrática y el individuo debe acatarlos, pues si no lo hace se expone a una sanción por parte de la autoridad legítima, o a la ruina y el fracaso económico, típicos del capitalismo. Las dimensiones subjetivas, la vocacional–aspiracional y la sensitivo–afectiva, se asocian a una racionalidad con arreglo a valores, así como a una ética de convicción. La razón es que en las circunstancias generadas por la modernidad, el individuo es quien decide y establece qué tipo de valores ha de utilizar para adquirir su vocación profesional, así como la manera en que ha de buscar los goces sensuales, afectivos y estéticos.

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