Nihilismo y Superhombre en Nietzsche: Muerte de Dios y Creación de Valores
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Introducción
Para **Nietzsche**, la negación de Dios y la ausencia de sentido de la vida no son sus metas, lo que busca es un sentido más cercano a la vida. La negación de los valores del cristianismo y la metafísica occidental no implica la total negación de valores, sino al contrario, la ruptura con los antiguos valores es necesaria para alcanzar los cercanos a la vida. Cuando Nietzsche predica la **muerte de Dios** no quiere decir que Dios haya existido y después haya muerto (un absurdo). Esta tesis señala simplemente que la creencia en Dios ha muerto, expresa el fin de toda creencia en entidades absolutas. Por esto se afirma que hay dos fases del **nihilismo** en la filosofía de Nietzsche, una negativa y otra positiva. La fase negativa correspondería con la última fase del ideal ascético, la época del último hombre. Es la consciencia del vacío de sentido una vez que se ha llegado a la muerte de Dios. La gran náusea de este momento es la que debe el hombre superar. Pero este momento tiene un aspecto positivo, es la oportunidad del hombre para asumir su libertad. Debe el hombre ahora darse unos valores que lo eleven más allá de la servil sumisión (e insana además) producida por una moral rancia, obsoleta.
La Muerte de Dios y el Vacío de Sentido
La **muerte de Dios** ejemplifica la laicización del mundo, la pérdida de importancia de los valores cristianos. Esa pérdida deja un hueco, un vacío de sentido. Ese peso debe dejar de abrumar al hombre para que pueda vivir y conquistar el mundo de aquí abajo, no las realidades metafísicas.
Las Tres Transformaciones: Camello, León y Niño
En la metáfora de las **tres transformaciones**, Nietzsche da una síntesis, un símbolo para interpretar sus nociones de **nihilismo** y **muerte de Dios** y su superación por medio de la **voluntad de poder** y el **superhombre**. Así, tras la muerte de Dios, el individuo debe convertirse en **camello** y, cargando con lo más pesado, con los deberes, con las tablas de la ley, partir hacia el desierto. Una vez allí, debe extraer fuerzas como el **león** para destruir los viejos valores y, enfrentándose al dragón del deber, atreverse a afirmar: "yo quiero". Es necesaria la llegada del **superhombre**, una nueva apropiación de posibilidades en la que el hombre es auténticamente libre, en que su voluntad gobierna. Esta se representa por la metáfora del **niño**, alejado de la culpa y del dolor, que simplemente juega.
El Superhombre: Creador de Valores
Esto es el **superhombre**, la madurez de un creador, un artista de la moral. Es una meta que indica un camino, el camino de la libertad. El **superhombre** no se puede identificar con una clase social con privilegios que le puedan venir por la tradición o que descansen en su poder social (con la aristocracia, por ejemplo), ni con un grupo definido biológicamente (con una raza); pero lo podemos reconocer a partir de su conducta moral:
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