Nietzsche: La Filosofía Trágica, Dionisio y Apolo en su Pensamiento Vitalista
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La Filosofía Trágica de Nietzsche
Friedrich Nietzsche, un filósofo trágico, se erige como heredero de pensadores como Heráclito, con su concepto de la lucha de contrarios, y Arthur Schopenhauer, con su idea de la voluntad de vivir. Sin embargo, a diferencia del profundo pesimismo de este último, Nietzsche se presenta como un optimista trágico: frente al dolor, postula que hay que vivir con más intensidad, pues el sufrimiento nos hace más fuertes. Para él, una gran felicidad conlleva necesariamente un gran sufrimiento, una visión diametralmente opuesta a la de Schopenhauer.
La Visión Trágica de la Realidad y los Dioses Griegos
El propio Nietzsche sufrió intensamente a lo largo de su vida, pero jamás renegó de ella. Aceptó siempre la existencia tal y como es: dolorosa. Desde esta perspectiva, Nietzsche planteó su particular visión del mundo, una visión trágica de la realidad que se manifiesta en varios puntos clave:
- El arte, especialmente la música, transmite la realidad de forma más profunda que la filosofía y la ciencia. Esto se debe a que la música no se representa en el espacio como una escultura o un cuadro, sino que apela directamente a la esencia vital.
- La realidad, en lo más profundo de nuestro ser, está marcada por la lucha constante entre dos fuerzas primordiales, representadas por dos dioses griegos:
- Dionisio: Es el dios de la oscuridad, las fiestas, el beber y el cantar. Representa la pasión desbordada, la noche, la pérdida de los límites físicos y mentales, y un influjo constante entre la vida individual y lo que la rodea. Encarna un continuo cambiante, una experiencia caótica. Dionisio es la fuerza interna pasional que lucha por manifestarse y expandirse.
- Apolo: Es el dios de la luz, del día. Representa la imagen en el espacio y el tiempo, la forma y la individualidad. Apolo establece límites frente al flujo incesante del todo, afirmando la distinción: "yo soy una cosa, tú eres una cosa". Simboliza el orden, la razón y la lucha por contener la fuerza dionisíaca que busca expandirse sin control.
La Crítica Nietzscheana a la Razón y la Moral Occidental
Nietzsche sostiene que la realidad es intrínsecamente dual, una tensión entre lo dionisíaco y lo apolíneo. En este contexto, ve a Sócrates como un asesino o criminal que cometió un crimen cuyas consecuencias sufrimos hasta el día de hoy. Este crimen fue la "muerte de Dionisio": la represión de los impulsos, la aniquilación de la estirpe de las pasiones. Para Sócrates y la tradición que le siguió, los instintos debían ser erradicados; todo tenía que ser racional y ordenado.
Nietzsche considera que el mundo de las ideas, postulado por Platón, es una mentira. Critica vehementemente a los filósofos anteriores, especialmente a Sócrates y Platón, por no valorar el cuerpo y por despreciar la vida terrenal. Según Nietzsche, los cristianos y aquellos que comparten esta mentalidad son seres débiles que no soportan la vida en su plenitud. Su única "fuerza" reside en la capacidad de crear un mundo ideal con características totalmente opuestas a la vida misma. Lo más trágico es que, al adoptar esta perspectiva, nos convertimos en esclavos: en lugar de disfrutar nuestra existencia, deseamos la muerte para alcanzar ese supuesto mundo perfecto.
El Impacto de la Represión de los Instintos en la Modernidad
Este "crimen" socrático-platónico-cristiano nos afecta profundamente hoy en día, ya que nuestros instintos han sido reprimidos durante siglos. Paradójicamente, lo único que se valora es la inteligencia y la razón. Toda esta represión nos arrebata las ganas de vivir, nos deja desganados, porque no estamos viviendo la vida en su verdadera esencia. Al "matar" a Dionisio, Apolo se ha quedado sin nada que reprimir, y como resultado, no hay nada vital en nuestro interior.
Nietzsche, sin embargo, encuentra en la poesía un ejemplo de la coexistencia de estas dos fuerzas: a través de las palabras y el orden de los sentimientos (la forma apolínea), se expresa el interior caótico y los sentimientos desordenados del poeta (la fuerza dionisíaca).