Nietzsche: Crítica Radical a la Razón Occidental y la Genealogía de los Valores
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La Crítica Anti-Epistémica de Nietzsche a la Razón Occidental
El sentido profundo de la filosofía de Nietzsche es su mensaje anti-epistémico: la negación de la posibilidad de alcanzar la esencia de las cosas a través de la razón. La famosa proclama «Dios ha muerto» no solo significa la desaparición de una deidad, sino la muerte del intento de racionalizar, de hacer comprensible y manejable el mundo.
El proyecto de Hegel, que aspiraba a ser un sistema total, representa la culminación del modelo racionalista. Este modelo se inició con Parménides, Sócrates y Platón y continuó en la modernidad con pensadores como Descartes, Spinoza y Leibniz. Es el proyecto de una razón que no reconoce nada que la limite o la sobrepase, y que no admite oposición alguna entre razón y realidad, encapsulado en la máxima: «Todo lo real es racional y todo lo racional es real».
Pues bien, la filosofía de Nietzsche es la expresión más radical de la crisis de esa razón especulativa. La crisis que se plantea es la de las certezas configuradoras del pensamiento occidental desde Platón hasta Hegel. Este pensamiento tiene de episteme, de aspiración a conocer el mundo en su «Verdad profunda y esencial». Nietzsche negará que el hombre pueda encontrar ningún sentido «objetivo» del Ser ni de la Historia. No hay tal cosa como una verdad universal, aséptica y objetiva; la verdad es simplemente una mentira útil, una forma gregaria de mentir.
La Voluntad de Verdad y la Inversión de Valores
La «voluntad de verdad», el deseo de que el mundo tenga un orden estable, tiene su origen en la necesidad de sobrevivir y el miedo al cambio. La primera creación de esa «voluntad de verdad» fue el concepto de «verdad absoluta», racional, incondicionada y desinteresada. En efecto, Sócrates y Platón proceden a la hipertrofia del elemento apolíneo de la cultura griega en detrimento del elemento dionisíaco. Más tarde, ese concepto se fundirá con el Dios de las religiones monoteístas en lo que Nietzsche calificará como platonismo para la plebe.
Pero Nietzsche negará también que el puesto dejado vacante por Dios pueda ocuparlo ahora la Razón, la Ciencia, el Estado o el Hombre: la muerte de Dios es también la crisis de todo tipo de humanismo.
La Genealogía de la Sospecha
La interpretación que hace Nietzsche de la tradición occidental constituye, por lo demás, una hermenéutica de la sospecha. El método que Nietzsche utilizará en esa crítica será la genealogía, que consiste en mostrar lo oculto detrás de lo que aparece. La voluntad de poder (de lo que Nietzsche llamó la «tradición platónico-cristiana») es lo que se oculta: enfermedad, decadencia, instinto de muerte y deseos de venganza contra los afortunados: «la vida acaba donde empieza Dios».
Esta «sospecha» le ha valido a Nietzsche ser uno de los «maestros de la sospecha» junto con Marx y Freud. Como Freud planteaba que se escondían inconfesables conflictos inconscientes, o como Marx sospechaba que tras las construcciones «superestructurales» anidaban intereses «infraestructurales», Nietzsche sospecha que esos grandes valores no son más que máscaras tras las cuales se esconden deseos de venganza, resentimiento, el rostro tenebroso y violento de lo humano, «demasiado humano».
Nietzsche, como filólogo, muestra cómo el sentido original de los términos «bueno» y «malo» está siempre vinculado a «el pathos de la distancia», esto es, el deseo por parte de los fuertes, nobles, elevados de distanciarse de todo lo que huela a debilidad, bajeza, mendacidad. Así, por ejemplo, sucede en griego con los términos opuestos «ágathos» y «kakos», o en alemán con los términos «gut» y «schlecht».
La inversión del significado original de los términos «bueno» y «malo» corre a cargo de San Pablo, quien unifica la moral cristiana de la debilidad, la decadencia y el resentimiento con la «voluntad de verdad» propia de la filosofía platónica. Ahora, lo que antes era bueno pasa a ser considerado malvado. Es ahora el nuevo «gut», el «bueno» de la nueva moral de rebaño, un «bueno» que es un síntoma de enfermedad, de decadencia, de resentimiento. La moral cristiana es así una moral contranatural, un nihilismo negador de la vida.