Nietzsche: Afirmación de la Vida, Dionisos y la Crítica a la Metafísica
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La Voluntad de Afirmación: Nietzsche y el Fondo de lo Real
Friedrich Nietzsche, al igual que Arthur Schopenhauer, sostuvo que la voluntad es el fondo de lo real, pero se distanció radicalmente de su pesimismo. Para él, la voluntad no debe entenderse como deseo, sino como afirmación. El deseo revela debilidad al buscar lo que falta, mientras que la afirmación es una expresión fuerte y vital de la voluntad.
Con esta idea, Nietzsche supera el pesimismo y propone afirmar la vida tal como es, con el sufrimiento incluido. El espíritu trágico acepta su destino y vive plenamente, reconociendo la existencia en todas sus dimensiones, incluso las más duras.
Datos Biográficos Relevantes
- Nació en Röcken, Sajonia, en 1844.
- Fue profesor de Filología Clásica en Basilea desde 1869.
- Murió en 1900.
Su primera obra fundamental, El nacimiento de la tragedia, estudia el espíritu de la tragedia griega, donde ya expone las bases de su filosofía.
La Dualidad Trágica: Apolo y Dionisos
En la tragedia griega, el héroe cae ante su destino, y su historia es cantada por el coro. Para Nietzsche, los griegos antes de Sócrates expresaban mediante el arte la fatalidad de la vida. Percibían una dualidad esencial en la existencia representada por dos fuerzas divinas:
- Apolo: Simboliza la forma, la belleza, la luz y el principio de individuación.
- Dionisos: Representa la oscuridad, el caos, los instintos y el devenir constante.
La tragedia une estas dos fuerzas: lo dionisíaco es el fondo irracional y caótico, y lo apolíneo es la forma luminosa que se impone momentáneamente. La grandeza de la tragedia griega reside en no separar ambas fuerzas ni dividir la realidad. El héroe trágico se enfrenta a su destino con valentía, afirmando su individualidad a pesar del sufrimiento que esto le cause.
Nietzsche, coincidiendo con Schopenhauer en que el dolor surge de esa afirmación, se distancia de su pesimismo y propone una exaltación de la vida terrenal, con todo su placer y sufrimiento.
Dionisos como Símbolo Central
Dionisos se convierte en un símbolo central en la filosofía nietzscheana: es el dios que muere y renace, el creador y destructor, reflejo del arte, del juego y del devenir constante. Nietzsche lo vincula a Heráclito, quien veía el mundo como un juego de opuestos en continua transformación.
La Crítica a la Razón: El Rechazo del Devenir
Nietzsche critica la transformación de la visión trágica de la vida de los antiguos griegos, representada en las tragedias de Sófocles y Esquilo, por la irrupción de la razón a partir de Sócrates. Desde Sócrates en adelante, la razón se convierte en el medio privilegiado para comprender la realidad. Sin embargo, para Nietzsche, la realidad es un devenir constante que no puede ser apresado ni explicado por la razón.
La razón, al no poder explicar este flujo, lo rechaza, reprimiendo el devenir en lugar de aceptarlo. Nietzsche ve esta racionalización de la vida como una traición a la existencia terrenal, un intento de detener el flujo vital, lo que se intensifica con Platón y el cristianismo.
Estos sistemas filosóficos, al priorizar el ser sobre el devenir, rechazan la realidad que los sentidos nos muestran, interpretándola como un engaño, y promueven una realidad trascendental e inmóvil (como el ser de Parménides o el paraíso cristiano).
La Defensa de los Sentidos y la Realidad
Nietzsche defiende que los sentidos son la clave para acceder a la verdadera realidad, ya que nos revelan el devenir y la historia, mientras que los filósofos, cegados por su delirio racional, buscan la verdad en un mundo supraterrenal.
El Error de la Metafísica y el Lenguaje
La metafísica se convierte en un obstáculo para el mundo real, utilizando conceptos abstractos como "identidad", "sustancia" y "esencia". Los filósofos elevan estos conceptos como fundamentales, aunque, según Nietzsche, son conceptos vacíos y alejados de la realidad palpable.
El error de los filósofos radica en su incapacidad para ver que los conceptos más abstractos son el resultado de la eliminación de diferencias y no representan lo esencial de la vida. Para Nietzsche, el concepto de "ser" es el colmo de este error, siendo solo "el último humo de la realidad".
Este engaño se perpetúa debido a la estructura del lenguaje, que lleva a los filósofos a tratar las cosas como sujetos inmutables a los que se les atribuyen características fijas. El origen de este error metafísico, según Nietzsche, está en la debilidad de la voluntad. El miedo a la vida y al devenir lleva a los filósofos a detener el flujo de la existencia, deseando una estabilidad y una perfección que, para Nietzsche, son ilusorias y perjudiciales.