El Náufrago: Supervivencia y Revelaciones de Luis Alejandro Velasco

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El 22 de febrero de 1955, se anuncia a los miembros de la tripulación del destructor Caldas, de la marina colombiana, su regreso a Colombia después de haber estado ocho meses en reparaciones en Mobile, Estados Unidos.

El 24 del mismo mes, zarpa el destructor rumbo al puerto colombiano de Cartagena. Durante su regreso el destructor es azotado por fuertes olas, arrojando al mar a ocho miembros de su tripulación. Solo uno de ellos, Luis Alejandro Velasco, se logra salvar milagrosamente de la tragedia encontrando una balsa en medio de las olas.

En la primera noche trató de orientarse por medio de la puesta del sol y por la localización de la Osa Menor. El náufrago no paraba de pensar que el barco ya había llegado, y que seguramente ya habían empezado a buscarlos.

En el segundo día vio un punto negro en el horizonte que se acercaba a gran velocidad hacia la balsa, un avión que paso de largo. A los cinco minutos apareció de nuevo y Alejandro pensó que lo habían visto, pero paso igual que el primero. Se dio cuenta de que los aviones salían y regresaban desde Cartagena de Indias, y que todos los días a las cinco de la tarde los tiburones merodeaban la balsa.

El tercer día fue el más desesperante de todos, a parte de no ocurrir nada en especial, empezaba a tener visiones. Al cuarto día perdió la noción de los días y no estaba seguro de si la balsa avanzaba o retrocedía.

En la noche del cuarto al quinto día, vio las luces de un barco, pero a los 20 minutos desapareció. Al amanecer comenzó a pensar en una historia que había leído, en el que hablaba de un náufrago que en una balsa llegaba a una isla desierta en la que era devorado por caníbales. Lo más importante de ese día fue que vio a siete gaviotas. De repente una de las gaviotas se paro encima de la balsa, la mató, pero le dio asco y la tiró por la borda.

El sexto día, debido al hambre, recordó que tenía varias tarjetas de Mobile en la bolsa y se las comió. En el séptimo día pensó, al ver tantos peces alrededor de la balsa, que podía coger uno con facilidad, pero los peces lo mordieron y le desgarraron las yemas de los dedos. La mezcla de sangre con tantos peces atrajo a muchos tiburones. De repente uno de los tiburones dio un aletazo y apareció en la balsa.

En la noche del séptimo al octavo día hubo muchas olas aún más fuertes que el del día del naufragio. Una gigantesca ola dio una fuerte sacudida y aventó a Luis Alejandro fuera de la balsa. Al salir a la superficie volteó horrorizado buscando la balsa y pensó que la había perdido, pero salió del mar y se volvió a subir. Aquí no acabaron sus problemas con el oleaje, otra ola volvió a sacarlo del barco. Luis Alejandro se encontraba debajo de la balsa, ya que la ola la había volteado. El oleaje logró darle la vuelta de nuevo a la balsa y se subió. Al amanecer del octavo día una gran gaviota revoloteaba por la balsa, sin pensárselo dos veces la mordió, aunque sabia a veneno, se la comió.

El noveno día encontró tierra. Sintió rara la tierra bajo sus pies. Completamente cansado se acostó junto a un tronco cercano y oyó el ladrido de un perro, después vio a una joven, intentó hablarle, pero ella salió huyendo. Cuando llegó la segunda persona con un burro y un perro se enteró que había llegado al pueblo de Urubá, Colombia. Este lo condujo a su casa, pero se sorprendió ya que nadie sabía acerca del naufragio. Cuando se enteraron por la radio toda la gente fue a la casa del señor para ver si podían prestar algún tipo de ayuda. Le llevaron al pueblo de Mulatos.

El doctor Humberto Gómez fue el primer médico que reconoció al náufrago y después lo llevaron en avioneta hasta Cartagena de Indias en donde lo esperaba su familia. Una vez allí lo trasladaron al Hospital Naval en donde no se le permitió la entrada más que a su padre, los médicos y los guardias.

Un día el sobreviviente acude al periódico El Espectador de Bogotá para así, poder contar la historia de lo sucedido. Un mes después es publicada la historia en forma de libro de lo que ocurrió en realidad en el día del naufragio dejando a la luz muchas verdades, las que se convierten en denuncia política que destruye la gloria y la carrera del náufrago y condena la carrera del exitoso periodista Gabriel García Márquez.

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