Narrativa y Poesía Española de Posguerra: De la Desolación a la Esperanza (1940-1960)

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Narrativa de los años 40 y 50

En el siglo XX, en España se distinguen la dictadura del general Franco (1939-1975) y la democracia (1975-actualidad). La guerra civil española da origen a la dictadura del general Franco. Se inicia la posguerra (1940-1960), una nueva y difícil etapa en la sociedad y en la cultura españolas en la que se impera la represión y la miseria, con un ambiente de desolación, pobreza, hambre y miedo. Además, también se observa el aislamiento internacional, con la condena de la ONU hacia el régimen de Franco, pero con su continuidad proporcionada por el desarrollo de la guerra fría. España ingresará en la ONU en 1955 y recibirá ayudas económicas exteriores y se afianzará un Plan de Estabilización. También habrá una gran pobreza intelectual, debido a una ruptura traumática con la gran creatividad de la cultura anterior. Esta pobreza es perceptible con el aislamiento cultural, la censura gubernamental y la autocensura. Todo ello unido a la muerte, el encarcelamiento y el exilio de la mayoría de los intelectuales de la época anterior. Para finalizar, quedan rotos los lazos con la situación pretérita y se abandonan los experimentos expresionistas y esperpénticos de Valle-Inclán o los filosóficos de Unamuno, olvidando también las novelas de ensayo de Pérez de Ayala. Los escritores entroncan con el realismo del XIX, la novela se vuelve a convertir en instrumento para conservar o cambiar la situación y su aspiración en no pocos casos estriba en cambiar las bases que sustentan la sociedad.

Ante el contexto de guerra civil la literatura se ve afectada, sobre todo la novela la cual debido a la muerte o el exilio pierde a sus referentes y se encuentra aislada de los movimientos narrativos internacionales. La literatura es escasa y está al servicio de los diferentes bandos de la guerra. Durante la década de los 40 se produce una gran censura ideológica y moral de las novelas, la mayoría de tradición realista, aunque se puede dividir en dos corrientes:

La novela ideológica o nacionalista

Es una novela elaborada por jóvenes pertenecientes al bando falangista y que pretenden dejar constancia de su victoria. Tratan temas como la gesta heroica o la religiosidad, destacan obras como Javier Mariño (1943) de Gonzalo Torrente Ballester.

La novela existencialista

Se inicia con la primera novela de Camilo José Cela: La familia de Pascual Duarte. Se caracteriza por un tono pesimista, sombrío, inicia una corriente tremendista y ofrece una visión degradante de la vida y del hombre. Usa un narrador en primera persona, con un estilo sencillo y directo, con recursos para deformar la realidad. Las historias contienen personajes violentos obligados a sobrevivir, antihéroes; en espacios sórdidos. Destacan temas como la soledad, la frustración y la lucha del individuo contra el destino.

La novela tremendista

Es paralela y comparte rasgos con la existencialista. Muestra la incertidumbre sobre el destino humano y hace un reflejo amargo de la vida cotidiana. Se centra en la soledad y la frustración, de forma más individual y localizada. Usan un narrador en primera persona y un registro coloquial con connotaciones negativas. Se recurre a un protagonista individual, desarraigado y angustiado; en espacios reducidos y angustiantes. La principal es Nada (1945) de Carmen Laforet.

En la década de los cincuenta la angustia existencial va dejando paso a las preocupaciones sociales y colectivas. La novela social se desarrolla en España al tiempo que la poesía social. Los novelistas intentan reflejar con objetividad los recuerdos de la guerra, los conflictos de la vida colectiva española, los ambientes de trabajo, el mundo rural o el ambiente burgués provinciano. El tema esencial es la miseria de la sociedad española de posguerra, provocando una vida dura, solitaria y con grandes desigualdades, injusticias y pobreza, con el recuerdo y los traumas de la guerra. Tienen una intención ético-social, que sus novelas tengan un carácter útil y de mejora para sus condiciones de vida.

En la novela realista predominan dos enfoques: el realismo testimonial, donde el narrador presenta la realidad de manera objetiva, sin intervención; y el realismo crítico, donde hay una denuncia social con comentarios del narrador y de personajes que representan las distintas clases sociales. En cuanto a sus características, se aprecia la influencia del cine, popularizado por aquel entonces. Se impone un punto de vista objetivista, con una fragmentada en secuencias y el narrador queda oculto tras los hechos y palabras de los personajes. Aparecen los personajes tipo, que representan a una clase social determinada. Las historias están ambientadas en la época contemporánea del autor y la narración suele ser lineal. El lenguaje es coloquial y popular, con un estilo directo, y donde los diálogos ganan importancia.

La novela más destacada y que inicia la corriente es La Colmena de Camilo José Cela. Esta sucede en una cafetería de Madrid, por donde pasan más de trescientos personajes, que son en conjunto un reflejo de la sociedad del momento. De entre las principales técnicas narrativas utilizadas destacan el uso de un personaje colectivo, que lucha por sobrevivir en un ambiente miserable, y el café de Doña Rosa como hilo conductor. Se usa una narración fragmentada, con un narrador omnisciente mayoritariamente en tercera persona aunque, en ocasiones, utiliza la primera, interviniendo en la narración como si fuera el autor con ironía y desenfado, y deja un final abierto.

La Poesía de los años 60

En los años 60, España se encuentra inmersa en la dictadura militar impuesta por el general Franco, tras la victoria de las tropas sublevadas en la Guerra Civil. Esta década está caracterizada por el “milagro económico español”, que llevó al país a una situación de bonanza económica gracias en buena parte al turismo. Estos factores favorecieron la relajación de la censura y la entrada de la influencia extranjera, como los hispanoamericanos Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa. También se introdujeron algunos de los movimientos sociales de la época, como el feminismo, el movimiento hippie o el pacifismo.

Los poetas jóvenes rechazan la poesía social por su excesivo prosaísmo y falta de personalidad. Así nace la Generación del 50 o Generación de Medio Siglo, de los llamados “niños de la guerra”. Son autores nacidos entre 1924 y 1936, que vivieron la guerra civil española en su niñez, pertenecientes a familias burguesas y con formación universitaria. Poseían una rica formación literaria, y se influenciaron de Antonio Machado, Luis Cernuda o Pablo Neruda.

Tratan su preocupación por los problemas del ser humano, basándose en la propia experiencia, influenciados por Machado. Muestran inconformismo ante el mundo en que viven, y llevan a cabo una poesía de la experiencia personal. En los temas tratados se practica un retorno al intimismo: el paso del tiempo, la nostalgia por la infancia, lo familiar, el amor, el erotismo, la amistad, la soledad y la muerte. Parten de una anécdota realista para mostrar sus propias vivencias, sin pudor, comunicando una intimidad teñida de escepticismo dolorido.

En lo que respecta al estilo, hacen uso del rigor expresivo y formal, buscando un lenguaje poético más personal y sencillo. Utilizan la ironía y el humor para expresar sus posiciones críticas. Predomina un aire conversacional y una tendencia hacia la narratividad, con un lenguaje natural y antirretórico. Abandonan la rima y estrofa clásicas y predomina el verso libre.

Los autores se dividen en la escuela de Barcelona, como Jaime Gil de Biedma (Las personas del verbo) y José Agustín Goytisolo (Palabras para Julia); y la escuela de Madrid, como Claudio Rodríguez (Conjuros) o Ángel González (Palabra sobre palabra). Las personas del verbo reúne la poesía completa de Jaime Gil de Biedma, una obra que ha contribuido a modernizar la poesía de nuestro tiempo, entroncando la poesía de lengua española con la tradición poética inglesa del monólogo dramático.

Poesía de los años 40 y 50

La poesía de los años 40 y 50 en España se desarrolla en un contexto histórico-social complejo, marcado por la dictadura de Franco y la difícil posguerra. La inmediata posguerra, que abarca desde 1940 hasta 1960, se caracteriza por la represión, la miseria, el aislamiento internacional y la pobreza intelectual. La sociedad se debate entre el hambre, la desolación y el miedo, mientras que la cultura se ve afectada por la censura gubernamental, el aislamiento cultural y la muerte, encarcelamiento o exilio de la mayoría de los intelectuales de la época anterior.

Esta coyuntura histórica se divide en dos etapas: la dictadura de Franco (1939-1975) y la posterior democracia (1975-actualidad). La represión y la miseria marcan los primeros años de posguerra, con una sociedad dividida entre vencedores y vencidos. El aislamiento internacional, con la condena de la ONU al régimen franquista en 1946, se ve mitigado por acuerdos con Estados Unidos en 1953 y la entrada de España en la ONU en 1955, lo que trae consigo ayudas económicas exteriores y un Plan de Estabilización que reordena la economía española.

En el ámbito cultural, la guerra civil provoca una ruptura traumática con la etapa anterior, abandonando los experimentos literarios y filosóficos previos. La poesía lírica se enfrenta a un panorama de silencio, dolor y muerte, con poetas de las generaciones del 98 y del 27 muertos, expatriados o silenciados. La literatura se divide en dos posturas: aprobar la nueva situación o reflejar la desesperanza en el presente y futuro. Dámaso Alonso conceptualiza esta dicotomía como literatura arraigada y desarraigada respectivamente.

En la poesía de los años 40, se distinguen dos corrientes principales: la poesía arraigada, representada por Luis Rosales, y la poesía desarraigada, encabezada por Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. La primera se caracteriza por una visión del mundo alejada de la realidad del país, refugiándose en lo doméstico y familiar. Los poetas arraigados adoptan una religiosidad armónica y una métrica clásica. Ejemplos de esta corriente son Luis Rosales, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco y Dionisio Ridruejo. Por otro lado, la poesía desarraigada expresa angustia y desesperación ante las circunstancias, utilizando un estilo desgarrado y un lenguaje coloquial brusco. Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre son representantes destacados de esta corriente, con obras como Hijos de la ira (1944) y Sombra del paraíso (1944).

En los años 50, surge la poesía social como respuesta a los cambios sociopolíticos, destacando las obras de Gabriel Celaya y Blas de Otero. Estos poetas abandonan las preocupaciones estéticas para convertirse en testigos de su época, denunciando la marginación, el paro y la falta de libertad. La poesía social se caracteriza por un lenguaje inmediato y desnudo de recursos retóricos, con un cambio del yo al nosotros en un intento de crear conciencia solidaria. Obras como Cantos Iberos (1955) de Gabriel Celaya y Pido la paz y la palabra (1955) de Blas de Otero marcan el inicio de esta tendencia. Blas de Otero, en particular, pasa de una poesía desarraigada y existencial en sus primeras obras a convertirse en una figura destacada de la poesía social. Utiliza un lenguaje coloquial y sencillo, buscando llegar a la inmensa mayoría. Su evolución poética abarca diversas etapas, desde la angustia existencial hasta un retorno a lo íntimo y el uso del verso libre en obras como Hojas de Madrid (1968-1979).

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