La narrativa y la poesía española desde la Guerra Civil hasta los años 50

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La narrativa desde la Guerra Civil hasta los años 50

La Guerra Civil y el inicio de la dictadura franquista supusieron una ruptura total con la literatura inmediatamente anterior. Sus consecuencias políticas, sociales, económicas e ideológicas marcan decisivamente la labor literaria de la posguerra, y la creación novelesca se ve condicionada por varios factores:

  • Una fuerte censura o autocensura que impide afrontar de forma directa temas políticos o sociales.
  • La falta de referentes literarios: los narradores del momento son incapaces de continuar con el espíritu creativo anterior a la guerra. Por otra parte pesaba la prohibición sobre determinados escritores españoles y extranjeros -Galdós, Unamuno, Kafka, James Joyce, Faulkner- que impedía a los escritores jóvenes conocer los mejores modelos.

La novela de los años 40

En esta década tenemos que distinguir entre los novelistas que se quedaron en España y los exiliados.

1. Los novelistas que se quedaron en España

Encontramos dos posturas: el idealismo de quienes fueron afines al régimen y el realismo existencial de quienes indagaron sobre el sentido de la existencia dentro del ambiente opresivo del país.

a) Novela idealista

En esta corriente se sitúan novelas que ensalzan los valores del franquismo, tradicionalistas y católicos, que generalmente son narraciones tópicas y superficiales.

Entre estos autores se encuentran Rafael García Serrano, con Eugenio, novela protagonizada por un joven e idealista héroe falangista, o La fiel infantería, que celebra los valores guerreros y la intransigencia del nuevo régimen. También es idealista la novela de Gonzalo Torrente Ballester, Javier Mariño, en la que un joven burgués, en busca del sentido de la vida, se enamora en Francia de una joven comunista, y a su regreso a España acaba abrazando la causa franquista.

b) Realismo existencial

Las novelas existenciales reflejan la miseria moral y material que produce el ambiente de la posguerra en unos personajes que encarnan la frustración. Son marginales, inadaptados, angustiados y desarraigados. En última instancia, lo que se muestra entre líneas es el descontento del hombre, el desasosiego y el malestar ante el momento histórico concreto. Algunas de las novelas que siguen esta corriente son:

  • La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela, emplea la técnica del tremendismo, es decir, un realismo centrado en los aspectos más duros y sórdidos de la vida.
  • Nada, de Carmen Laforet (1944) se ambienta en la Barcelona de posguerra, un escenario gris y depresivo, dominado por la resignación y los rencores ocultos.
  • La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes (1948) se sitúa en la ciudad de Ávila, cuyo provinciano ambiente llega a asfixiar al protagonista.
2. Los novelistas exiliados

Constituyen un grupo numeroso y no resulta fácil agruparlos ya que apenas existen rasgos comunes entre ellos. No obstante, en todos se observan, al principio, ciertas semejanzas: la rememoración en sus textos del conflicto bélico y de la España que abandonaron; la presencia de los nuevos lugares y la reflexión sobre temas que afectan a la existencia del hombre. Destacan los siguientes:

  • Francisco Ayala. Aunque comenzó ligado a las vanguardias, su obra evolucionó hacia una representación crítica de la vida. Su obra se consolidó con libros críticos con las dictaduras en los que medita sobre la condición humana, como Muertes de perro o El fondo del vaso.
  • Max Aub. Pasó de sus novelas vanguardistas a escribir entre 1943 y 1968 la serie El laberinto mágico (cinco novelas), ambientada en la Guerra Civil y sus momentos previos.
  • Ramón J. Sender. Escribió la mayor parte de su obra en su exilio mexicano. Tras la guerra comienza la serie de nueve relatos Crónica del alba, donde recrea su propia infancia y adolescencia. Más tarde, en Réquiem por un campesino español (1949) reaparece el tema de España.

La novela de los años 50: el realismo social

En los años cincuenta, la necesidad de ofrecer un testimonio de la realidad de la época, condujo a los escritores a narrar historias del presente. Las novelas se caracterizan por los rasgos siguientes:

  • En estas novelas, el personaje colectivo y la tendencia al objetivismo, hicieron que disminuyera la importancia del narrador y se incrementara el diálogo.
  • Los ambientes son muy variados: urbanos, rurales, la vida burguesa (para presentar la frivolidad y la falta de conciencia social de este grupo social), o el mundo obrero (para denunciar la dureza del trabajo y las malas condiciones laborales).
  • El tema tratado de estas novelas es la sociedad española. Es decir, interesa lo colectivo: de los conflictos individuales nos desplazamos a los sociales. En última instancia, estas novelas sirven como vehículo de denuncia de las injusticias sociales.
  • Se les atribuye a estas novelas un realismo crítico, es decir, el escritor procura poner el foco en los aspectos más duros y miserables de la sociedad de la posguerra.

Destacamos los autores y novelas siguientes:

  • Camilo José Cela, inaugura esta tendencia con La colmena (1951). Es una ácida descripción de la sociedad madrileña de 1942, a través de una multitud de personajes que muestran sus retazos de vidas, presentados en secuencias. Descubrimos la vida cotidiana llena de penurias de Madrid, un enjambre de personas alienadas que solo se mueven por el dinero, la comida o el sexo. Madrid es una ciudad sórdida dominada por la miseria, la insolidaridad, el miedo y la represión donde apenas queda un resquicio para la esperanza.
  • Rafael Sánchez Ferlosio, recibe el premio Nadal en 1955 por El Jarama. La novela relata la excursión a la ribera del río Jarama de unos jóvenes de Madrid durante dieciséis horas. El ambiente es realista, aunque está impregnado de cierto fatalismo que anuncia la muerte de una de las jóvenes. El narrador se limita a mostrar con fidelidad los actos y palabras de los personajes; predominan los diálogos, que reproducen el habla de Madrid y de la clase trabajadora a la que pertenecen los personajes.

La poesía desde la Guerra Civil hasta los años 50

La Guerra Civil y el inicio de la dictadura cortaron la evolución natural de la poesía española, en especial de las tendencias vanguardistas y todas aquellas que se habían dado en el grupo del 27. La posguerra, caracterizada por el aislamiento y la censura para los artistas, encaminó a los poetas hacia rutas difíciles.

1. La obra poética de Miguel Hernández

Miguel Hernández (1910-1941) se sitúa literariamente entre el Grupo del 27 y la poesía comprometida que se practica durante la Guerra Civil.

Está considerado como uno de los poetas más significativos del siglo XX. Su obra, como sucede en los poetas del 27, funde tradición e innovación, fruto de sus tempranas lecturas de los clásicos españoles y la influencia de las vanguardias. Es un artista complejo y original cuya trayectoria tiene distintas fases:

  • El gongorismo, presente en Perito en Lunas (1932), donde el autor incorpora una amplia gama de recursos característicos de Góngora: hermetismo, complejidad metafórica, léxico culto, ...
  • El neorromanticismo de El rayo que no cesa (1936), poemario de temática amorosa que nos remite al Cancionero de Petrarca y en el que emplea la metáfora surrealista.
  • El lenguaje directo y claro de Viento del pueblo (1937), formado por una serie de poemas comprometidos que pretenden defender la libertad e increpar a los tiranos.
  • El neopopularismo de Cancionero y romancero de ausencias, integrado por composiciones de verso corto y de rima asonante que beben de la sencillez de la lírica popular y tradicional.

2. La poesía de la inmediata posguerra

En el contexto ya descrito sólo parecen posibles dos posturas: aprobar y ensalzar la nueva situación o reflejar la desesperanza y el descontento ante el presente y el futuro. Ambas posturas fueron definidas por Dámaso Alonso como poesía arraigada y poesía desarraigada. Al lado de estas dos grandes tendencias existirán otras minoritarias.

La poesía arraigada (Generación del 36)

Esta tendencia está representada por los poetas afines al régimen franquista, que publicaron en revistas como Escorial o Garcilaso. Se diferencian de la poesía rehumanizadora en que recuperan temas como el amor, la fe católica, el paisaje o el patriotismo, unidos a la ensalzamiento del régimen y sus valores. Son escritores cuya fe les aporta una visión serena y armónica del mundo y tratan de comunicarla con un estilo sobrio y a través de formas métricas clásicas como el soneto.

A esta corriente pertenecen poetas como José García Nieto, el fundador de la revista Garcilaso; Luis Rosales, Leopoldo Panero y Dionisio Ridruejo, entre otros.

La poesía desarraigada

Además de los poetas afines a la dictadura, permanecieron en España artistas e intelectuales detractores del régimen franquista, que tuvieron que someterse a la censura.

Esta poesía transmite una profunda angustia porque los poetas perciben la realidad como un caos. También indagan en la falta de sentido de la existencia, marcada por el paso del tiempo y la muerte, y de la que Dios parece haberse alejado.

Suelen emplear un tono dramático, desgarrado y terriblemente pesimista.

Entre estos autores destacan Victoriano Crémer, José Luis Hidalgo, Blas de Otero en sus primeros libros, y otros, que difunden su obra sobre todo en la revista Espadaña.

Dámaso Alonso publica en 1944 Hijos de la ira, un poemario de corte existencial que lo incluye en esta corriente. En sus poemas se reflexiona sobre la condición humana, sobre el sentido de una existencia condenada a la muerte y sin un principio orientador que nos guíe. El escenario de este grito poético es la realidad social de la posguerra en la que imperan la injusticia, la miseria humana y moral y el odio.

Blas de Otero (1916-1979) escribe poesía con el propósito de sacudir las conciencias y de compartir su "tragedia viva". Se inicia con la poesía existencial desarraigada que indaga sobre la existencia del ser humano, desvalido, que interroga con angustia a un Dios que no responde. Su estilo destaca por un tono dramático y tenso, que a menudo se refleja en la elección de modelos estróficos clásicos, que rompe con encabalgamientos y cortes abruptos. Pertenecen a esta etapa Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951), que posteriormente fueron reunidos en un solo libro titulado Ancia. En su etapa social se centra en la situación de España y la solidaridad humana. Sus poemas recogen una constante lucha, dolorosa pero esperanzada a favor de la justicia, la libertad y la paz. En este periodo se publican Pido la paz y la palabra, En castellano y Que trata de España, escritos entre las décadas de los 50 y los 70.

Gabriel Celaya (1911-1991) escribe la poesía social más directa y de mayor carga política de los 50, con obras como Las cartas boca arriba, Lo demás es silencio y Cantos iberos.

3. La poesía del exilio

Los poetas exiliados tras la Guerra Civil escriben en los primeros años de exilio sobre la derrota, la nostalgia de la patria perdida, el anhelo de regreso, y el régimen franquista, al que criticaron con dureza. Más adelante, asimilada su condición de exiliados, sus poéticas evolucionan de forma diferente. Esto sucede con la mayoría de poetas del 27, pero también es importante la obra en México de León Felipe: en sus obras de los años cuarenta (Español del éxodo y el llanto) vierte críticas sobre el enfrentamiento de las dos Españas y sobre todo contra la dictadura.

4. Los 50. La poesía social. Blas de Otero y Gabriel Celaya

En la década de los cincuenta, muchos poetas desarraigados llegaron a considerar la poesía como un instrumento de denuncia social y abandonaron los sentimientos personales para dar testimonio de la realidad del momento. Se trata de una poesía que continúa con la línea rehumanizadora anterior a la Guerra Civil.

Para estos autores la poesía busca dirigirse a las masas y convertirse en una herramienta de transformación social, que dé testimonio de los problemas de España y contribuya a su solución mediante una actitud comprometida que dé voz a los silenciados. De ahí la aparición de temas como la injusticia social y el anhelo de paz y libertad, presentados habitualmente con un tono pesimista, aunque en ocasiones se halle una mirada de esperanza hacia un futuro mejor.

El estilo está condicionado por la intención comunicativa y por la obligación de salvar los criterios de la censura. Por ello, el lenguaje adopta un tono llano y conversacional que expresa la riqueza poética del registro coloquial, aunque puede resultar prosaico.

Las obras de 1955 Pido la paz y la palabra de Blas de Otero, y Cantos iberos de Gabriel Celaya son los poemarios más representativos de la poesía social.

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