La Narrativa Española de Posguerra (1940-1950)

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Contexto de la Posguerra

La novela española de posguerra arranca con la pérdida de numerosas referencias literarias por la muerte de algunos escritores (Unamuno o Valle-Inclán) y el exilio de otros (Ramón J. Sender o Max Aub), la censura y la imposibilidad de importar textos de autores extranjeros.

Después de la Guerra Civil, se retomaron los modelos de la narrativa realista de autores como Galdós o Baroja. Se rompió, así, la continuidad con la línea de vanguardismo y experimentación iniciada en las décadas anteriores al golpe de estado de 1936.

En los años cuarenta, coexisten corrientes tradicionales y nacionalistas con la angustia existencial del tremendismo, mientras que en los cincuenta, predomina el tema social.

La Narrativa en el Exilio

No podemos olvidar la labor de los escritores en el exilio, cuyos temas fundamentales fueron de denuncia social y de nostalgia de la distante realidad española. La novela más lograda de Ramón J. Sender es Réquiem por un campesino español (1953). Narra la historia de un joven campesino que es fusilado durante la Guerra Civil. Francisco Ayala, Max Aub o Rosa Chacel se suman a la nómina de autores exiliados.

Panorama de la Narrativa de los 40 y 50

A pesar de que los nombres de autores y obras son innumerables, vamos a esbozar un panorama representativo de la variedad literaria de estas décadas.

La Novela de los 40

En los años 40, aunque coexisten varias tendencias, la novela se caracteriza por la presencia de la realidad como tema literario, pero su tratamiento difiere en unos u otros autores en función de su perspectiva ideológica. Conviven así:

  • La novela nacionalista, escrita por los vencedores, que plasmó, sobre todo, la visión de los falangistas y la reivindicación de ciertos valores considerados fundamentales, como la familia o la religión.
  • La novela fantástica o humorística, en la que la fantasía, el humor y la creación de mundos imaginarios constituyeron recursos para rechazar una realidad terrible, donde destaca Wenceslao Fernández Flórez con El bosque animado.
  • La novela del realismo tradicional, que recoge la vida de la burguesía, sus valores y comportamientos.
Indicios de Renovación

Hasta los años cincuenta no comienzan los indicios de renovación. Aun así, en la década de 1940 hay casos excepcionales como Miguel Delibes, Camilo José Cela y Carmen Laforet. La publicación de La familia de Pascual Duarte (1942) de Cela y de Nada de Carmen Laforet marcan el inicio de una nueva narrativa. Estas novelas comparten el tono sombrío y existencial, que contrasta con el triunfalismo o la actitud evasiva, general en la novela de éxito de la inmediata posguerra.

Sus autores coinciden en reflejar el desolado mundo de la posguerra desde una perspectiva pesimista y existencial; por eso abundan en sus narraciones los personajes desorientados, tristes y frustrados.

La Novela de los 50

Aunque la censura seguía vigente, en los años 50, los escritores se plantearon un compromiso ético y social ante la realidad que se manifestó en el fondo y la forma de sus novelas.

De este modo, tratan temas sociales, como la pobreza, la alienación de los trabajadores, la frivolidad de las clases altas... Sustituyen las preocupaciones existenciales del protagonista individual a favor del protagonista colectivo. Dan más relevancia al diálogo y limitan el argumento, el tiempo y el espacio. Predomina el narrador objetivo, que no interviene en la narración y solo muestra los hechos. La estructura y el estilo son sencillos.

Influencia de La Colmena

Técnicamente, esta narrativa nació bajo la influencia de La colmena (Camilo José Cela, 1951) y la lectura de autores norteamericanos y franceses. La colmena, cargada de pesimismo, refleja la vida del Madrid de 1942. El argumento se reduce al mínimo y el protagonismo es colectivo (hay ciento sesenta personajes de relevancia), el tiempo sólo abarca tres días, y el espacio está limitado a una zona de Madrid. Predomina el diálogo como técnica narrativa y la intervención del narrador, con una perspectiva externa, es muy escasa.

Tendencias Narrativas de los 50

De este modo, aparecen en los años 50 dos tendencias narrativas:

  • El realismo crítico, que proponía la literatura como una forma de concienciar al público sobre la injusticia social. En esta corriente son habituales las historias sobre la emigración a la ciudad y el trabajo industrial protagonizadas por tipos planos y de características estereotipadas que las hacen caer en el maniqueísmo: los obreros, explotados, se mostraban bondadosos frente a una burguesía egoísta y cruel.
  • El objetivismo (o neorrealismo objetivo) que pretende presentar la realidad desde una perspectiva neutral pues la novela debe ser un testimonio de la época. La perspectiva narrativa imita las técnicas cinematográficas: solo se recogen las palabras de los personajes y el ambiente, sin reflexiones, sin indagación en sus pensamientos. Entre otras obras como Pequeño teatro, de Ana María Matute o Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, destaca la novela de Rafael Sánchez Ferlosio, El Jarama, como paradigma de esta tendencia. La novela ofrece una visión fatalista de la vida a través de las anécdotas que suceden a un grupo de jóvenes en una excursión al río Jarama. La carga crítica se desprende del comportamiento banal de los protagonistas, reflejo del vacío y de la postura de la juventud crecida en la posguerra.

Conclusión

En conclusión, en la novela de los años cuarenta, coexisten corrientes tradicionales y nacionalistas con la angustia existencial del tremendismo, mientras que en la de los cincuenta, a pesar de la censura franquista, predomina el tema social y las novelas participan de dos tendencias narrativas: el realismo crítico y el objetivismo.

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