Nacionalismos en España: Orígenes y Evolución hasta la Segunda República

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De las Juntas de Defensa al desastre de Annual

Las Juntas de Defensa se formaron dentro del cuerpo de artillería del ejército como reacción ante el empeoramiento de su situación económica, pero también por el resentimiento de los oficiales de la península ante los rápidos ascensos que se conseguían en Marruecos. El movimiento se extendió a toda España, pidiendo mejoras económicas y el cuidado del ejército. Consiguió doblegar al Gobierno, temeroso de la huelga general. Y aunque no consiguieron las mejoras económicas solicitadas, vieron frenados los ascensos hasta el grado de coronel por elección, continuando la escala basada en la antigüedad. Lo más grave fue que permanecieron activas hasta 1922, derribando gobiernos e intrigando en los cuarteles. El Ejército recibió, así, un nuevo impulso como garante del orden frente a las reivindicaciones obreras. Desde 1917 se recurrió constantemente a él, con el apoyo del rey, debido a los continuos estados de excepción. En los sectores más conservadores ya se proponía la ocupación del poder civil por un militar que afrontara los problemas que no era capaz de solucionar el poder civil.

El desastre de Annual fue la culminación de los desastres militares en Marruecos. La estrepitosa derrota frente a las tropas marroquíes provocó la pérdida de las fuerzas de la Comandancia militar de Melilla. El terreno ganado en diez años se perdió en un día. Incluso la persona del Rey se vio incluida en la demanda de responsabilidades que los partidos de izquierda exigieron en el Congreso. El desastre de Annual provocó una terrible impresión en una opinión pública contraria a la guerra. Hubo grandes protestas en el país y los republicanos y socialistas se apresuraron a reclamar el abandono de Marruecos. La presión de la opinión pública llevó a la formación de una comisión militar que investigase sobre los acontecimientos. Su resultado fue el Expediente Picasso, informe redactado por el General de División Juan Picasso. Pese a las trabas que le pusieron las compañías mineras interesadas en el dominio de Marruecos y altos cargos del gobierno y el ejército, el expediente ponía en evidencia enormes irregularidades, corrupción e ineficacia en el ejército español destinado en África. El 13 de septiembre el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de estado y estableció una dictadura militar.

La incapacidad de los gobiernos y el auge de los nacionalismos

A finales del siglo XIX y principios del XX surgirán en España nacionalismos regionales. El nacionalismo de nacionalidades, como lo denomina el profesor Juan Pablo Fusi, fue una reacción étnica y cultural de los pueblos que habían tenido en el pasado una existencia política independiente. Los pequeños movimientos nacionalistas surgidos en España a finales del siglo XIX terminarían por forzar cambios en la vida política. La estructura territorial del Estado cambiaría; primero en la Mancomunidad de Cataluña en 1914, después, con la II República, se reconoció el derecho de estas regiones a la autonomía, llegando a la concesión de la misma a Cataluña en 1932 y al País Vasco en 1936. Además, el nacionalismo español como elemento de cohesión social era muy débil, solo reflejado en la constitución y textos legales. Según Fusi, los nacionalismos catalán, vasco y gallegos fueron el resultado de largos procesos históricos, de consolidación de la identidad.

Nacionalismo catalán

En Cataluña ya existía un "catalanismo" social antes de unirse a la acción política. Esta región experimentó un desarrollo industrial importante en los inicios del siglo XX; especialmente en la industria textil. El éxito de la pintura, la arquitectura o la literatura en Cataluña indicaban que había aportado una generación de artistas que los nacionalistas identificarían como propia, llegando a diferenciarla de España. Este auge del movimiento cultural y los reconocidos artistas catalanes serían la razón por la cual los nacionalistas hablarían de una "cultura catalana", propia e independiente de España. Enric Prat de la Riba (1870-1917) será el principal ideólogo del catalanismo conservador. La iniciativa de Prat de la Riba terminaría por crear un partido político conocido como la Lliga Regionalista de Cataluña, que lograría cuatro diputados en las elecciones generales españolas. El nacionalismo catalán era liberal, basado en una sociedad modernizada. Barcelona y Girona fueron las ciudades donde se gestaron sus principios ideológicos. Este nacionalismo aspiraría a la autonomía política para Cataluña y configurarla como una nación.

Nacionalismo vasco

En el caso del País Vasco, las tesis fueristas serían el germen sobre el que se fundamentaría el nacionalismo. La abolición de los Fueros en 1876 serviría como antecedente para unir políticamente a los vascos en defensa de sus intereses. Los inicios políticos del nacionalismo vasco se fechan en 1894, con la fundación del Partido Nacionalista Vasco. El fundador del movimiento sería Sabino Arana (1865-1903). En 1907 el PNV alcanzaría la alcaldía en Vizcaya. El nacionalismo vasco tenía un carácter fuertemente etnicista, que aludía a la raza vasca; aludía a los verdaderos territorios Vascos y Navarra. A diferencia del nacionalismo catalán, el vasco se aleja de la idea modernizadora, de hecho, nació enfrentado a ella. El nacionalismo vasco era soberanista, de hecho Arana llamaba "Euzkadi" a la "patria" vasca, y reclamaba la reunificación de todos los "territorios vascos". De hecho, hablaba de una confederación vasca.

Nacionalismo gallego: del provincialismo a las Irmandades da Fala

El Provincialismo

Las orígenes del galleguismo se sitúan habitualmente en el provincialismo de los años 1840-1846. El provincialismo nació como una variante del liberalismo progresista español diferenciándose del mismo en lo que puede llamarse el “síndrome del agravio” consistente en una vindicación de Galicia. Comenzó en esta época la elaboración del concepto político de Galicia como entidad diferenciada. Sin embargo, los provincialistas no cuestionaban que Galicia formase parte de la nación española ni la consideraban una unidad étnica distinta. En 1846 se produjo un pronunciamiento de carácter progresista encabezado por el comandante Solís al que se unieron los provincialistas. En los manifiestos revolucionarios figuran elementos característicos del provincialismo, junto a las proclamas típicas del liberalismo progresista.

El Regionalismo

En la segunda mitad del siglo XIX se desarrolló el Rexurdimento, un movimiento de recuperación de la lengua y de la historia propias de Galicia. Destacaron poetas como Rosalía de Castro, Eduardo Pondal y Curros Enríquez, e historiadores como Bieito Vicetto y Manuel Murguía. En la segunda mitad del siglo el provincialismo evolucionó, de la mano de Manuel Murguía, hacia posiciones más claramente nacionalistas, asumiendo las concepciones histórico-organicistas características del romanticismo: los elementos sobre los que justificará la nacionalidad gallega serán la raza y la lengua. Sin embargo, no será hasta la fase siguiente, la regionalista, cuando el galleguismo comience a identificar a Galicia como una nación diferenciada de España. El regionalismo tuvo varias tendencias. La liberal (con Murguía como ideólogo) que reivindicaba la especificidad de Galicia en oposición a Castilla, formulando la aspiración de una futura reintegración con Portugal. Esta corriente es la que posteriormente alcanzará mayor influencia en el nacionalismo gallego del siglo XX. Consideró al campesinado como la clase nacional por excelencia, ya que, en su opinión, era la que mejor había sabido conservar sus características étnicas. A partir de 1900 el regionalismo se fragmentó en tendencias opuestas y enfrentadas. En 1906 se fundó la Real Academia Gallega. Esta mezcla implicó cierta vaguedad e indeterminación en sus objetivos que formularon en torno a tres puntos: acabar con el centralismo, depurar el sistema político y fomentar el progreso económico. Las influencias regeneracionistas incorporaron al galleguismo elementos populistas — republicanismo federal en la corriente democrática- y sobre todo una vocación y prácticas agraristas, centradas en las luchas anticaciquiles y por la redención de los foros.

Las Irmandades da Fala

En 1916 los hermanos Villar Ponte fundaron en Coruña la primera Irmandade dos Amigos da Fala. En solo dos años -en 1918- convocaron una Asamblea Nacionalista en Lugo donde aparece ya formalizado un programa político estrictamente nacionalista y democrático para Galicia. Esta rápida evolución después de años de estancamiento puede relacionarse con el impacto de acontecimientos exteriores tan relevantes como la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Revolución soviética rusa (1917). Las Irmandades da Fala no llegaron a constituir un partido político. Su acción se centraba en la labor de propaganda, que les permitiese extender la implantación de la organización —de las Irmandades— y tratar de reforzar su presencia en los periódicos de la época. Su portavoz va a ser la revista A Nosa Terra. También trataron de colaborar con el movimiento agrarista tratando de que asumiesen el nacionalismo como ideología política, lo que no consiguieron. El nacionalismo gallego quedará formalmente definido en la Asamblea Nacionalista convocada en Lugo en 1918 por las Irmandades da Fala. Políticamente recoge sobre todo el pensamiento del sector demócrata del galleguismo. En la difusión del galleguismo destacó la revista Nós (1920), así como el Seminario de Estudos Galegos (1923). Uno de los principales teóricos del pensamiento nacionalista gallego fue el orensano Vicente Risco, autor de una extensa obra política, en la que destaca la “Teoría do Nacionalismo Galego” (1920). Risco tuvo una influencia decisiva en la orientación ideológica del Partido Galeguista fundado una vez instaurada en España la 2ª República (1931) después de la larga pausa de la Dictadura de Primo de Rivera, en la que el galleguismo estuvo prácticamente ausente del panorama político del país.

Conclusión

Los cambios sociales acaecidos en España a lo largo del siglo XX terminarían por cohesionar el sentimiento nacionalista con la sociedad. El ejército nacional veía en estos nacionalismos un peligro de desintegración, considerando estos nacionalismos independentistas como amenazas para la unidad, incompatible con la formación del estado español.

El período comprendido entre 1917 y 1922 estuvo marcado por una profunda inestabilidad política y social en España. La escisión del PSOE y la formación del Partido Comunista, aunque minoritario, reflejaron las tensiones ideológicas y la influencia de la Revolución Rusa. La conflictividad en el campo andaluz y extremeño, conocida como el "trienio bolchevique", se caracterizó por constantes huelgas y motines duramente reprimidos. En Cataluña, la radicalización de los anarquistas provocó una respuesta igualmente contundente por parte de las clases burguesas y el gobierno, con la suspensión de las garantías constitucionales y la declaración del estado de excepción en Barcelona durante tres años.

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