Nacionalismo en el Siglo XIX: Grecia, Bélgica, Italia y Alemania
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Los Movimientos Nacionalistas en el Siglo XIX
La expansión napoleónica había despertado los sentimientos nacionalistas de muchos pueblos de Europa. El Congreso de Viena reordenó las fronteras del continente europeo en favor de los imperios autocráticos como el turco, el austriaco y el ruso, sin tener en cuenta la identidad nacional de pueblos como el griego, el polaco, el belga, el alemán o el italiano. Esto comportó que, en estos territorios, las revoluciones liberales fueran acompañadas de reivindicaciones nacionalistas.
Primeros Movimientos Nacionalistas
Independencia de Grecia
Grecia formaba parte del Imperio turco desde hacía siglos. Los griegos se veían sometidos a fuertes impuestos y se sentían dominados por un pueblo de distinta religión y cultura. Se fue forjando un movimiento patriótico que reivindicaba los principios liberales y la independencia del Imperio turco.
En 1821 se inició la insurrección y, en 1822, los griegos proclamaron su independencia en Epidauro, lo que provocó el inicio de una cruel guerra. La causa contó con la solidaridad de los liberales europeos, que reaccionaron contra las atrocidades cometidas por los turcos en un territorio europeo. En 1827, Francia e Inglaterra intervinieron militarmente y ayudaron a derrotar al Imperio turco, que reconoció la independencia griega en 1829.
Independencia de Bélgica
Bélgica había sido unida a Holanda en 1815 por el Congreso de Viena. Esta unión forzada hizo que en 1830 triunfase la revolución, que estableció un sistema de monarquía liberal y proclamó su independencia de los Países Bajos.
Independencia de las Colonias Españolas en América
Entre 1808 y 1826, las colonias españolas de América continental se rebelaron contra la metrópoli y se declararon independientes.
La Unificación Italiana
El Papa era soberano en uno de los Estados y Austria había incorporado a su imperio a Lombardía y el Véneto. Sólo el Piamonte, gobernado por una monarquía liberal, la dinastía de Saboya, se manifestaba a favor de la unificación de toda Italia.
El proceso unificador se inició en 1859, cuando Cavour inició una guerra contra Austria y consiguió la anexión de la Lombardía a su reino. Un levantamiento popular, dirigido por Garibaldi, derrocó a los monarcas de los Estados del centro y sur de Italia.
En 1861, el primer parlamento italiano proclamó rey de Italia a Víctor Manuel II de Saboya, rey de Piamonte. En 1866, abandonaron el Véneto, y en 1870 fueron anexionados los Estados Pontificios. La unidad de Italia era ya un hecho y Roma se convirtió en la capital.
La Unificación de Alemania
Alemania estaba fraccionada en 36 Estados y el principal problema para su unidad era la rivalidad entre las dos potencias germánicas que pretendían liderar la unificación territorial: Prusia y Austria. Prusia tomó la iniciativa primero y, en 1834, potenció una unión aduanera que agrupaba a gran parte de los Estados alemanes.
La influencia de los ideales nacionalistas y democráticos de la revolución de 1848 también se dejó sentir en Alemania. Un parlamento reunido en Frankfurt ofreció la corona de una Alemania unificada al rey de Prusia como un acto de soberanía nacional, pero este no aceptó por provenir de un parlamento liberal.
En 1861, Guillermo I accedió al trono prusiano y nombró canciller a Otto von Bismarck, que propició una política militarista y agresiva con los Estados vecinos para alcanzar la unidad. En 1864 declaró la guerra a Dinamarca, en 1866 a Austria y en 1870 a Francia.
La victoria en todos estos conflictos le permitió unir a todos los Estados bajo el cetro del rey de Prusia. En 1871 se produjo la proclamación del II Imperio (Reich) alemán y de Guillermo I como emperador.