El Nacimiento de Naciones: Proceso y Claves de la Independencia Latinoamericana
Emancipación de América Latina
Contexto Social y Político a Finales del Siglo XVIII
A finales del siglo XVIII, la rebelión de Túpac Amaru II se erigió como un precedente significativo, intrínsecamente ligado a las políticas que los Borbones implementaron en América. Estas reformas conllevaron una reestructuración social que generó tensiones:
- La minoría criolla: Conformaban aproximadamente el 15% de la población y eran los propietarios de grandes haciendas y plantaciones.
- Indígenas, mestizos y mulatos: Representaban cerca del 80% de la población y sufrían la explotación económica por parte de los criollos y peninsulares.
- Los peninsulares: Aunque minoritarios, ocupaban los más altos cargos políticos y administrativos, designados directamente desde España.
Causas Fundamentales de la Emancipación
Las principales causas que impulsaron el movimiento emancipador fueron:
- El profundo malestar de los criollos, quienes, a pesar de detentar un considerable poder económico y cultural, se veían excluidos de los altos cargos políticos, reservados para los peninsulares.
- El estricto monopolio comercial que España ejercía sobre las riquezas y el comercio de América, lo cual limitaba las oportunidades de negocio y el desarrollo económico de las colonias según sus propios intereses.
Adicionalmente, la difusión de las ideas del ideario liberal, provenientes de la Ilustración y las revoluciones estadounidense y francesa, influyó notablemente en el pensamiento de la élite criolla.
Desarrollo del Proceso Emancipador
El proceso emancipador fue predominantemente liderado por los criollos residentes en las principales ciudades americanas. Aunque en un principio algunos sectores indígenas mostraron lealtad a la metrópoli, gradualmente se fueron sumando a la causa independentista. Este complejo proceso se puede dividir en tres etapas principales:
Primera Etapa (1808-1814): Los Primeros Levantamientos
El inicio de esta etapa coincide con la invasión napoleónica de España y la consecuente Guerra de Independencia Española. Ante el vacío de poder, los criollos se negaron a obedecer a las autoridades francesas y constituyeron juntas de gobierno autónomas, a semejanza de las formadas en España. En 1810, tras la disolución de la Junta Suprema Central en la península, muchas de estas juntas americanas rompieron lazos con las autoridades virreinales.
Se desencadenaron enfrentamientos armados entre los ejércitos patriotas criollos y el ejército realista, leal a la corona española. Aunque hubo reveses iniciales para los independentistas, el ideario emancipador comenzó a extenderse por el continente.
En México, en 1810, el cura Miguel Hidalgo y Costilla, en el pueblo de Dolores, lanzó el famoso "Grito de Dolores", proclamando la independencia. Sin embargo, el profundo contenido social de su movimiento (que incluía demandas indígenas y campesinas) generó el rechazo de una parte de la élite criolla, que terminó apoyando al ejército realista, el cual finalmente derrotó y ejecutó a Hidalgo. A pesar de estos acontecimientos, Paraguay logró consolidar su independencia de manera temprana, en 1811.
Segunda Etapa (1814-1820): La Reacción Absolutista y el Resurgimiento de la Lucha
Con la restauración de Fernando VII al trono español en 1814 y la reimplantación del absolutismo, se intensificó la represión contra los movimientos independentistas. Esta política, lejos de sofocar la rebelión, reavivó el fervor emancipador en América.
En América del Sur, el proceso cobró nuevo impulso. En 1816, delegados de diversas provincias se congregaron en el Congreso de Tucumán, donde proclamaron la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica (germen de la actual Argentina). El general José de San Martín, al mando del Ejército de los Andes, cruzó la cordillera y derrotó a los realistas en la Batalla de Chacabuco (1817), asegurando la independencia de Chile en 1818.
En el norte de Sudamérica, la figura de Simón Bolívar emergió como líder indiscutible. Desde Venezuela, impulsó la lucha y, en 1819, el Congreso de Angostura proclamó la creación de la Gran Colombia, una república que inicialmente integraba los territorios de Venezuela y Nueva Granada (actual Colombia). Ese mismo año, Bolívar consolidó una victoria crucial sobre los realistas en la Batalla de Boyacá.
Tercera Etapa (1820-1824): Las Campañas Finales y la Consolidación de la Independencia
El triunfo de la Revolución Liberal de 1820 en España (Trienio Liberal) debilitó significativamente la capacidad militar del ejército colonial en América, ya que las nuevas autoridades peninsulares tuvieron dificultades para enviar refuerzos. En este contexto, el avance de la emancipación se volvió imparable.
Las campañas militares coordinadas desde el norte por Simón Bolívar y desde el sur por José de San Martín fueron decisivas. Bolívar liberó Quito en 1822 (Batalla de Pichincha), integrando Ecuador a la Gran Colombia. San Martín, por su parte, había proclamado la independencia de Perú en Lima en 1821, aunque la resistencia realista persistía en el interior. Tras la Entrevista de Guayaquil entre ambos libertadores, San Martín se retiró, y Bolívar, junto a su lugarteniente Antonio José de Sucre, culminó la liberación del Perú con las victorias en Junín y, de manera definitiva, en la Batalla de Ayacucho en 1824. Esta batalla selló la independencia de Perú y del Alto Perú (que se constituiría como Bolivia en 1825).
En México, tras diversos intentos fallidos, la independencia fue finalmente proclamada en 1821 por Agustín de Iturbide, quien inicialmente estableció un imperio.
Configuración Final y Apoyos Externos
Para 1825, España había perdido la práctica totalidad de su vasto imperio colonial en el continente americano, conservando únicamente Cuba y Puerto Rico hasta finales del siglo XIX. Tras alcanzar la independencia, la Gran Colombia, el ambicioso proyecto de Bolívar, se disgregó en la década de 1830, dando origen a las repúblicas de Venezuela, Colombia (que incluía Panamá) y Ecuador.
La derrota española no se debió únicamente a la fortaleza y determinación de los movimientos independentistas, sino también a la crisis interna de España y a la influencia de factores externos. Gran Bretaña, interesada en acceder a los mercados americanos, brindó apoyo diplomático y financiero a los nuevos estados. Estados Unidos también jugó un papel relevante, inicialmente con apoyo diplomático y luego mediante la venta de armas a los insurgentes. Este respaldo se formalizó en 1823 con la proclamación de la Doctrina Monroe por el presidente James Monroe, bajo el célebre lema: “América para los americanos”, que buscaba prevenir la intervención de potencias europeas en el continente.