De la Muerte de César al Ascenso de Augusto: El Fin de la República Romana

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Las Consecuencias de la Muerte de César

Derrotado, Pompeyo se dirigió a Egipto, pero fue asesinado por orden del rey Ptolomeo. Sus aliados continuaron la guerra contra César durante algunos años, periodo en el que este continuó acumulando victorias: venció al rey del Ponto, Farnaces, que había sublevado Asia Menor; en África ganó la batalla de Tapso contra los jefes pompeyanos aliados con el rey de Numidia, Juba; y, finalmente, aplastó a las tropas de los hijos de Pompeyo al sur de Hispania, en la batalla de Munda.

César, dueño del mundo romano gracias a sus victorias, logró un poder político y administrativo supremo, el imperium, como antes hiciera Sila. Gobernó, sin embargo, con generosidad, incluso hacia sus enemigos políticos, y puso en marcha medidas económicas y reformas de las instituciones políticas. Pero en el año 44 a. C., Bruto y Casio lideraron una conspiración que culminó con el asesinato de César en los Idus de marzo (15 de marzo).

El Segundo Triunvirato

Sin embargo, la acción de Bruto y Casio, lejos de afianzar la República, aceleró su final definitivo. Se produjo una situación convulsa y una nueva inestabilidad política y militar que desembocó en un período de guerras civiles. Los ciudadanos de Roma anhelaban la paz y un gobierno fuerte.

El Senado, guiado por Cicerón —quien pronunció sus famosas Filípicas contra Marco Antonio—, intentó recuperar el poder y declaró la guerra al principal lugarteniente de César, Marco Antonio. También buscó la complicidad de Octavio, sobrino e hijo adoptivo de César. Octavio y Marco Antonio, deseosos ambos del poder supremo, se aliaron para vencer a sus enemigos comunes y, junto con Lépido, formaron el Segundo Triunvirato en el año 43 a. C.

Los senadores más ilustres, como Cicerón, fueron proscritos y asesinados. Bruto y Casio, que se habían refugiado en Oriente, fueron derrotados en la batalla de Filipos (42 a. C.).

El Ascenso de Octavio

Como dueños del mundo romano, Octavio y Antonio acordaron inicialmente repartirse el poder. Sin embargo, Octavio, tras consolidar su poder en las provincias occidentales, se aprovechó de los errores de Marco Antonio en Oriente —especialmente de su relación con Cleopatra de Egipto— y le declaró la guerra. La lucha fue breve. Marco Antonio, vencido en la batalla naval de Accio (31 a. C.), se suicidó en Egipto. Este territorio, hasta entonces nominalmente independiente, fue anexionado como provincia romana. Lépido ya había sido despojado de su poder años atrás.

Octavio regresó a Roma en el año 29 a. C. El Senado le confirió las más altas magistraturas del Estado. Sin adoptar ningún título nuevo y sin arrogarse ningún poder excepcional, simplemente acumulando las atribuciones de los magistrados ordinarios, instauró un nuevo régimen político: el Imperio. Diez años más tarde, el Senado y el pueblo le otorgaron el título de Augusto, nombre que conservó hasta su muerte.

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