El Movimiento Obrero y Campesino en España (1875-1900): Corrientes Ideológicas y el Impacto de la Crisis del 98

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Durante la Restauración (1874-1931) se produjo una expansión extraordinaria de la acción del movimiento obrero español debido a la progresiva industrialización y la consolidación del capitalismo. De esta manera creció la importancia social y numérica de la clase obrera, cuyas formas de actuación cristalizaron en la formación de asociaciones obreras, esto es sindicatos y/o partidos políticos. En sintonía con la división del movimiento obrero internacional, en España los socialistas y los anarquistas se fueron organizando por separado. Y, a partir de 1879, aparecieron también las organizaciones católicas, canalizadas por los jesuitas.

El Movimiento Anarquista

El anarquismo fue la corriente mayoritaria dentro del movimiento obrero español. Sus principales focos estaban en el campo andaluz y en el proletariado urbano catalán. Sin embargo, la corriente anarquista se atomizó en múltiples tendencias, entre las cuales destacó la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) creada en 1881. Por su falta de disciplina interna, su sistema asambleario, su apoliticismo y su implantación en todos los ámbitos laborales fue el sindicato con mayor número de afiliados. Los principales rasgos ideológicos que definían a los anarquistas eran:

  • Defensa de la revolución violenta y del recurso a huelgas generales, insurrecciones, sabotajes y actos terroristas como medios para destruir el Estado burgués capitalista opresor y liberar a la humanidad de la explotación.
  • Apoliticismo, rechazo del juego político y de la participación en elecciones, consideradas un engaño. Además, dentro de sus filas, empezó a ganar adeptos, tanto entre los campesinos como entre los obreros, la táctica propuesta por Kropotkin, partidario de la violencia terrorista o de la «propaganda por el hecho». Los años noventa fueron ricos en esta práctica, dentro de un círculo vicioso: atentado, represión con fusilamientos, nuevo atentado como represalia anarquista y nueva represión.
  • Rechazo de cualquier autoridad impuesta, defensa utópica de la autonomía individual total y abolición del Estado con todas sus instituciones.
  • Supresión de la propiedad privada y defensa del colectivismo, entendido como articulación armónica de pequeñas unidades económicamente autosuficientes donde la propiedad de los factores y medios de producción fuera colectiva.
  • Anticlericalismo, negación de la religión y de la Iglesia.

El Movimiento Socialista

La corriente marxista del movimiento obrero se organizó en 1879 alrededor de un pequeño núcleo de trabajadores de imprenta madrileños seguidores de las doctrinas de Marx y Engels que decidieron pasar a la acción y constituir en 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Aprovechando la Ley de Asociaciones de 1887 y la mayor concentración obrera de Cataluña se creó en 1888 la Unión General de Trabajadores (UGT), que, aunque estatutariamente independiente del Partido Socialista, estaba inspirada por él. Las ideas básicas del programa socialista eran:

  • Transformación de la propiedad individual en propiedad social o de la sociedad entera.
  • Posesión del poder político por la clase proletaria.
  • Rechazo del terrorismo, esa "política demoledora", de los anarquistas que era considerada por los socialistas una falsa vía para la liberación de los trabajadores.
  • El objetivo de los socialistas era la revolución, la toma del poder de forma violenta por la clase proletaria. Pero hasta que llegara el momento oportuno de llevarla a cabo era preciso atravesar una larga fase de organización y propaganda, durante la cual la lucha del PSOE debería ser pacífica y legal, participando en el juego político y presentándose a las elecciones, más que para ganar votos, para difundir el mensaje marxista, ya que la clase trabajadora sólo triunfaría cuando fuera más fuerte. En cualquier caso, tanto el PSOE como la UGT fueron hasta inicios del siglo XX grupos minoritarios, en comparación con los anarquistas.

Los Sindicatos Católicos

En 1879 el jesuita Antonio Vicent fundó los Círculos Católicos, a imitación de los Círculos obreros franceses. En la práctica eran casinos populares, para apartar a los obreros de la taberna, y contaban con el apoyo de los patrones. Pero su implantación fue muy escasa debido sobre todo a su «amarillismo» -término derivado del color de la bandera del Vaticano-, es decir, su actitud colaboracionista hacia los patronos y opuesta a los sindicatos obreros reivindicativos.

La Crisis del 98 y sus Consecuencias

La derrota de 1898 sumió a la sociedad española en un estado de frustración, ya que significó el fin del mito del imperio y la relegación de España a un papel secundario. La prensa extranjera presentó a España como una nación moribunda, con un ejército ineficaz y un sistema político corrupto. Las repercusiones del desastre del 98 fueron:

  • Plano psicológico: El pueblo español vivió la derrota como un trauma nacional, extendiéndose los sentimientos de inferioridad, desmoralización e impotencia.
  • Plano político: Se criticó severamente la torpeza de los gobernantes, pero el sistema político de los partidos del turno sobrevivió al desastre, aunque muy erosionado. Aunque el desgaste fue de ambos partidos afectó esencialmente al Liberal y a su líder Sagasta, a quien tocó la misión de afrontar la derrota. Con él desapareció la primera generación de dirigentes de la Restauración, que tuvo que ceder el terreno a los nuevos líderes.
  • Plano exterior: El 98 tuvo como consecuencia la liquidación de los restos del imperio colonial ultramarino español.
  • Plano intelectual: El desastre colonial influyó en el desarrollo del "Regeneracionismo", así como en las amargas y pesimistas reflexiones de los autores de la Generación del 98. Entre quienes analizaron las causas de esa situación destacó una serie de intelectuales, los llamados regeneracionistas, el más conocido de los cuales fue Joaquín Costa. Para ellos, el origen del problema estaba en el aislamiento del cuerpo electoral del país, la corrupción de los partidos del turno y el atraso económico y social que España tenía respecto a los países europeos más avanzados. Criticaban el entramado político de la Restauración y lo definían como un “organismo enfermo” y “degenerado”. Para cambiar la situación propusieron programas basados en la reorganización política, la dignificación de la vida parlamentaria, la reforma educativa, la acción orientada hacia la ayuda social, las obras públicas y, en definitiva, una política encaminada al bien común y no en beneficio de los intereses de la oligarquía.
  • Plano demográfico: Se calcula que las guerras de 1895-1898 costaron en conjunto unas 230.000 muertes. La mayoría de las bajas se debieron a enfermedades infecciosas. Si al principio los daños no repercutían demasiado en una opinión pública adormecida, poco a poco comenzaron las protestas y se fue extendiendo la amargura entre las familias pobres cuyos hijos habían sido enviados a la guerra por no poder pagar las quintas.
  • Plano económico: Las pérdidas materiales, si bien no fueron excesivas en la metrópoli, salvo la fuerte subida de los precios de los alimentos en 1898, sí fueron graves a largo plazo. La derrota supuso la pérdida de los ingresos procedentes de las colonias, así como de los mercados privilegiados que éstas suponían y de las mercancías que, como el azúcar, el cacao o el café, deberían comprarse en el futuro a precios internacionales. Por el contrario, la repatriación a España de los capitales situados en América resultó positiva, pues permitió un gran desarrollo de la banca española.
  • Plano militar: Lo más grave fue el desprestigio militar, derivado de la dureza de la derrota, a pesar de la capacidad demostrada aisladamente por algunos generales y del valor de las tropas. Era evidente que las Fuerzas Armadas no habían estado preparadas para un conflicto como el ocurrido. Aunque en último extremo la responsabilidad era más política que militar, el ejército salía considerablemente dañado en su imagen, lo que traería graves consecuencias en el siglo XX.

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