El Movimiento de la Ilustración: Razón, Naturaleza y Progreso
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La Ilustración
La Ilustración fue un movimiento cultural del siglo XVII al XIX que confiaba en la razón para resolver problemas sociales, políticos y religiosos, promoviendo la investigación científica y el progreso tecnológico. Se basó en la experiencia y la verificación experimental, distanciándose del racionalismo cartesiano y abogando por la "razonabilidad" crítica. También defendió una religión natural, el deísmo, y se comprometió con la transformación social en busca de la felicidad para todos.
Naturaleza
La idea de “naturaleza” es, junto con la de “razón”, la idea maestra del pensamiento del siglo XVIII. En el Siglo de las Luces, la Ilustración abrazó dos concepciones principales de la naturaleza: una influenciada por el mecanicismo y el materialismo, y otra orgánica basada en los avances de la biología y la fisiología. Los pensadores ilustrados, como los enciclopedistas, adoptaron una postura optimista y racionalista, centrada en la observación empírica y la búsqueda de un orden sistemático en el mundo de los fenómenos. Consideraban que la naturaleza estaba regida por pocas y simples leyes que reflejaban un plan universal, ya sea concebido por un arquitecto divino o como un orden intrínseco a la misma naturaleza. Enfatizaban la belleza y la armonía de la naturaleza, y creían que esta misma armonía y orden racional debían ser la base del mundo humano, actuando como una ley interna que se revela a través de los instintos y tendencias egoístas de las personas.
Humanidad
La Ilustración contrasta con el pesimismo antropológico del cristianismo al adoptar una visión optimista y laica del ser humano. Voltaire y otros filósofos ilustrados rechazan la noción de pecado original, centrando la condición humana en la Tierra. Consideran al ser humano como parte de la naturaleza, pero con propiedades distintivas. La Ilustración aborda al ser humano desde tres perspectivas interconectadas: naturalista, social y ética. Desde el naturalismo, algunos lo ven como un mero mecanismo, mientras que otros lo consideran el punto culminante de la evolución. Socialmente, la Ilustración ve la sociedad como un acuerdo racional entre individuos autónomos en pos de la felicidad y la libertad. Éticamente, pensadores como Rousseau y Kant enfatizan la libertad y la racionalidad del ser humano, considerándolo un fin en sí mismo y abogando por su autodesarrollo autónomo.
Civilización
Dejando de lado la crítica rousseauniana de la civilización, de la sociedad y la historia, como causa del mal y la desgracia de la humanidad, el concepto de civilización en el pensamiento ilustrado remite a todo aquello que ha sido creado por el ser humano en cuanto ser de razón: las artes, las ciencias, las letras, pero aún en mayor medida, las técnicas y la actividad productora de riquezas o las leyes, las instituciones sociales y políticas, la moral que harán posible la convivencia pacífica y la cooperación entre los seres humanos.
Progreso
Los ilustrados creen en la capacidad del ser humano para mejorar gradualmente a lo largo del tiempo, lo que llaman "perfectibilidad". Ven la historia como un progreso guiado por la razón hacia una sociedad más justa, libre e igualitaria, donde el individuo pueda buscar su felicidad sin trabas. Esta visión lleva a un programa educativo y político centrado en cómo armonizar intereses dentro de una sociedad racional y en cómo difundir la ilustración para expandir los límites de la civilización. Las revoluciones americana y francesa, junto con el ideal de educar a la humanidad, representan respuestas a estos desafíos en la época ilustrada.
Educación o Iluminación
Una peculiar invención de la Ilustración fue la pedagogía, la ciencia que estudia la educación. La obra maestra de la pedagogía ilustrada fue la Enciclopedia. El objetivo de la empresa cuya dirección recayó en Diderot y d'Alembert fue la de convertirse en el principal vehículo de transmisión de las ideas ilustradas y por lo tanto de difusión de las luces.
Características de la Razón Ilustrada
La razón ilustrada se caracteriza por su confianza en resolver problemas humanos y potenciar el progreso científico. Es autónoma, limitada, ahistórica, universal, analítica, crítica, tolerante y secular. Confía en su capacidad sin depender de ayudas externas, reconoce sus límites y se basa en la experiencia empírica. Es universal en todos los pueblos y culturas, analítica en su proceder cognoscitivo, crítica hacia la ignorancia y la autoridad sin legitimidad, tolerante hacia las creencias contrarias y secular al depender de sí misma, confiando en el progreso de la razón.