Mosén Millán y Paco el del Molino: Un análisis de Réquiem por un campesino español
Enviado por Chuletator online y clasificado en Lengua y literatura
Escrito el en español con un tamaño de 7,82 KB
Mosén Millán
Mosén Millán, personaje clave, utilizado por Sender como hilo conductor entre el pasado y el presente. Personalidad mucho más compleja que la de Paco. Es un alma atormentada, llena de remordimientos (él delata a Paco). Se muestra vacilante e indeciso en todo momento. Uno de los rasgos más significativos de su personalidad es su aceptación del orden social establecido aunque sea injusto. Es víctima de las circunstancias: los esquemas religiosos y sociales lo atrapan. El cura no sabe discernir entre ellos y el deber de hombre vinculado a sus feligreses. Su único recurso es predicar “resignación y conformidad”. Y la única rebelión visible es su negativa a que los poderosos paguen la misa de réquiem. Es el resultado de una sociedad en crisis y lo ve todo desde una posición religiosa dogmática. Representa la inercia de la Iglesia.
El párroco es un buen hombre ligado a su ministerio por una fe sencilla, ritual y cotidiana. Acata por la costumbre tradicional los poderes establecidos y a los poderosos, identificándolos con el bien y la sociedad. No cree que su misión sea ayudar a arreglar el pequeño trozo de tierra en que vive. Considera irrespetuosa la postura de los campesinos, al querer convertir en comunales los pastos. Su único pecado es confiar demasiado en los hombres poderosos y poco en los humildes. Se dará cuenta de su error demasiado tarde y entonces su mundo se tambalea.
Ejerce una paternidad psicológica en la comunidad –sobre todo en Paco- que es el blanco de los sarcasmos de la Jerónima. A pesar de ser un padre psicológico para Paco, hay ciertas grietas en su relación, señaladas por la visita a la cueva y por el baño en el lavadero ante las mujeres, que simboliza el bautizo erótico.
Es un personaje pasivo, inmóvil. En su primera aparición en la novela, está sentado, con los ojos cerrados y rezando, pero con un rezo mecánico, automático, tras el que se esconde un profundo vacío, símbolo de la iglesia oficial española. Quien tiene los ojos cerrados no quiere ver, no quiere enterarse de lo que ocurre a su alrededor. No hace nada porque nada puede hacerse, porque nada tiene arreglo. Esta presentación del cura va a aparecer de nuevo en otros momentos de la obra. Nada más denunciar a Paco se encierra en la iglesia y reza noche y día, con los ojos cerrados. Y, cuando don Valeriano llega a la iglesia para pagar la misa de Paco, Millán lo rechaza y se refugia en sus rezos. Su cobardía se manifiesta en sus encierros en la iglesia donde se refugia cuando asesinan a los campesinos; cuando delata a Paco, y, tras el asesinato del campesino. Asimismo, no hace nada por ayudar a Paco y ante las desesperadas súplicas de éste solo repite su sempiterna razón: no se puede hacer nada. Es incapaz de enfrentarse a la familia de Paco tras su muerte, lo mismo que es incapaz de enfrentarse con don Valeriano o don Gumersindo. El reloj y el pañuelo que aún conserva en su poder, tras un año de la muerte de su dueño, son buena muestra de la incapacidad del cura para para hacer frente a sus responsabilidades. Su cobardía, su inutilidad queda puesta de relieve por unas palabras del centurión, poco antes de delatar el cura a Paco, que llevan una carga de violenta denuncia irónica por parte del autor: - Las últimas ejecuciones –decía el centurión- se han hecho sin privar a los reos de nada. Han tenido hasta la extremaunción. ¿De qué se queja usted?
Paco el del Molino
Paco el del Molino es un personaje central en la novela. Su presencia no es física, ya que la novela está narrada un año después de su muerte, y por lo tanto está visto a través de la mente de Mosén Millán, que revisa la vida de su feligrés mediante del recuerdo de la imposición de los sacramentos desde su bautizo hasta su muerte. Paco es el ideal del pueblo español, respetuoso con las tradiciones de sus mayores; sincero, valiente, decidido, y con fuerte sentido de la justicia. Un hecho decisivo en la vida de Paco fue cuando acompañó a Mosén Millán a las cuevas para administrar la extremaunción a un enfermo. Esta experiencia determinará su actitud posterior.
En Paco se resume la dignidad del pueblo español que no se somete al poder arbitrario (el duque), ni a la hipocresía (los ricos del pueblo), ni a otros intereses como los de Mosén Millán.
Su psicología es sencilla, son pocas las ideas fundamentales que lo mueven a actuar. Sin proponérselo, se convierte en la esperanza del pueblo. Aunque actúa como un líder político, no lo es, porque huye de la dialéctica; no es capaz de grandes discursos. Es simplemente un hombre de acción. Y es también una víctima, que muere por la dignificación individual y colectiva. Su muerte tiene semejanzas con la de Jesucristo: como éste, Paco muere con dos compañeros; además en la novela se emplea el término “centurión” para designar al encargado de ejecutarlo; ambos, en fin, “son culpables de inocencia y sinceridad” (en palabras del autor), que lo conducen, más que a la muerte, al sacrificio.
Los caciques: Don Valeriano, Don Gumersindo y Cástulo Pérez
Es un triunvirato que representa el poder económico en el pueblo. Enemigos de Paco, son los inductores de su asesinato, acto que refuerza su unión. A don Gumersindo lo presenta el autor con breves pinceladas, poderoso y arrogante. Don Valeriano es el administrador del duque. Sender lo caracteriza así: “Tenía la frente estrecha y los ojos huidizos…”. Y asiste a la misa porque “hay que olvidar”. Cástulo Pérez es el tercer poderoso del pueblo, que no llega al rango de los anteriores, ya que no recibe el título de don. La noticia de que el rey había huido es tremenda para Gumersindo y Valeriano, que se ocultan; Cástulo, en cambio, empieza a jugar con dos barajas.
La Jerónima y el carasol
La Jerónima y el carasol. Es una mujer “abrujada”, símbolo de una cultura ancestral, pagana y vitalista. En ocasiones representa el subconsciente de la aldea: en ella se personifican las raíces biológicas más subterráneas del pueblo. Es un personaje marginado, admitida en el carasol, pero rechazada en el seno de la aldea. Con el estallido de la guerra quedará definitivamente anulada y será una sombra alocada que merodea por la aldea. Mosén Millán y la Jerónima encarnan dos culturas contrapuestas en permanente tensión, tensión que remueve los rasgos antropológicos de la novela. El cura ejerce el papel del intelectual en una sociedad agraria y representa la cultura eclesial, mientras que la Jerónima es el símbolo de un modo de vivir más ancestral e instintivo. Existen diferencias claras entre los dos mundos:
- La iglesia está presidida por Millán, regida por hombres, en el centro del pueblo, símbolo del poder establecido, débil cuando llega la República, pero otra vez fuerte con el golpe militar.
- El carasol está presidido por la Jerónima, en un mundo de mujeres, en las afueras del pueblo, refugio de los humildes que cobra fuerza con la República pero ametrallado por los falangistas que lo inutilizan.
Además, el carasol tiene la función de periódico oral de los analfabetos, porque ahí se comenta todo lo que pasa en el pueblo. El carasol, además, desempeña una función de periódico oral en una sociedad en la que mucha gente era analfabeta. Allí se cuenta, exageradamente casi siempre, lo que pasa en el pueblo entre bromas, chismes y frases de doble sentido. Hasta cierto punto, ese refugio de mujeres representa la supervivencia del poder matriarcal de tantas comunidades antiguas. La visión que el autor nos da del carasol refuerza también la diferenciación en dos partes de la novela: la alegría y el ambiente festivo de la primera parte contrasta con la soledad y la muerte que se adueña del lugar en las páginas finales.