La Monarquía Hispánica en los siglos XVI y XVII: Auge, Crisis y Decadencia
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La Monarquía Hispánica de Felipe II
Gobierno y administración. Los problemas internos. Guerras y sublevación en Europa.
A) Herencia
Felipe II heredó los dominios españoles (Castilla con las Indias, Aragón con Nápoles), Milán y Flandes, pero no el Imperio, que pasó a manos de un hermano de Carlos V. A diferencia de su padre, que fue sobre todo emperador, con Felipe II la monarquía se hace fundamentalmente española. Pese a englobar territorios heterogéneos, el centro de poder está en España: Felipe II fijó la capital en Madrid y mandó construir El Escorial como sede de su corte. Felipe II fue el creador de la burocracia de los Austrias. No se movió de España y desde allí dirigió su política dinástica en Europa.
En 1580 se produjo la incorporación de Portugal a la monarquía Habsburgo, al heredar la corona portuguesa tras la muerte sin sucesión del último rey portugués, con quien tenía lejano parentesco. Con la unión de los dos imperios coloniales (castellano y portugués) Felipe II reunió el mayor imperio conocido (“en cuyos dominios no se pone el sol”). La unión dinástica se mantuvo 60 años hasta 1640 en el reinado de Felipe IV en que Portugal recuperó su independencia.
B) La política interior de Felipe II
Buscó aumentar el poder real, tanto sobre la nobleza como sobre Aragón donde en 1591 llegó a intervenir militarmente para imponer su autoridad y limitar los Fueros. La dureza de su política contra los moriscos de Granada dio lugar a la Rebelión de las Alpujarras, que fue cruelmente reprimida. También reforzó el tribunal de la Inquisición, verdadero instrumento de control político e ideológico, e inició el aislamiento cultural de España frente a Europa (prohibición de estudiar en el extranjero, censura de libros) para evitar la difusión del protestantismo.
C) La política exterior de Felipe II
Fue una continuación de la de su padre: alianza con el Imperio (regido por la rama austriaca de los Habsburgo) y enfrentamientos con Francia (victoria de S. Quintín) e Inglaterra (derrota de la Gran Armada “Invencible”, 1588), para lograr la hegemonía en Europa. Se inició la guerra de Flandes, causada por el deseo de independencia de Holanda. Otro frente de su política exterior fue el Mediterráneo, donde apoyado por el Papa, encabezó la lucha contra los turcos (batalla de Lepanto-1571). En materia religiosa, Felipe II se puso decididamente al frente de la Contrarreforma, defendiendo la política del Concilio de Trento de lucha contra el protestantismo (Inglaterra y Holanda eran protestantes).
Los Austrias del siglo XVII: el gobierno de validos. La crisis de 1640.
El sistema político de los Austrias giraba en torno al rey. Carlos V y Felipe II fueron reyes enérgicos, capaces de ejercer personalmente el control. Pero en el siglo XVII, con el reinado de los llamados Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) se introduce la figura del valido, personaje de total confianza del rey, que delegaba en él las decisiones de gobierno. Como consecuencia de este sistema, se produjo un notable aumento de la corrupción: los validos tendían a apartar del gobierno a sus enemigos y dar los altos cargos a sus partidarios, creándose facciones y clientelas enfrentadas por el poder. El siglo XVII fue un periodo de crisis generalizada, tanto interna como internacional.
- Felipe III (1598-1621) tuvo como valido al duque de Lerma, que empleó su valimiento para su enriquecimiento y beneficiar a su familia, hasta que fue destituido. El hecho interno más destacado, la expulsión de los moriscos (1609), estuvo motivado por que estos seguían manteniendo la religión y costumbres islámicas pese a la conversión y a que constituían una amenaza por su posible colaboración con los piratas berberiscos que asolaban la costa mediterránea. La expulsión afectó especialmente a Valencia y Aragón, que quedaron muy despobladas y con una reducción de las actividades artesanales y de la agricultura de regadío.
- Felipe IV (1621-1665) su principal valido fue el conde-duque de Olivares quien, a diferencia de Lerma, tenía un ambicioso programa político para mantener la hegemonía española, la principal de las cuales, la Unión de armas, pretendía que todos los reinos de la monarquía (y no sólo Castilla, como hasta entonces) contribuyesen con hombres y dinero al esfuerzo militar, lo que provocó una fortísima oposición, especialmente en la Corona de Aragón. El descontento contra la política del conde-duque culminó con la crisis de 1640 (rebeliones de Cataluña y Portugal).
Respecto a la crisis de 1640 fueron la consecuencia de las reformas del conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, pretendían alcanzar una mayor unidad entre los diversos reinos. Para ello, se aumentó la presión fiscal y, con el fin de mantener un gran ejército que consolidase la hegemonía española en Europa (Guerras de Flandes y de los 30 años), se planteó la Unión de armas, que pretendía que todos los reinos de la monarquía (y no sólo Castilla, como hasta entonces) contribuyesen con hombres y dinero al esfuerzo militar, lo que provocó una fuerte oposición, especialmente en la corona de Aragón. En 1640, el malestar ante la política del conde-duque estalló en dos rebeliones abiertas, las de Cataluña y Portugal.
La rebelión de Cataluña (1640-1652) se origina por el cansancio de los catalanes ante la larga guerra con Francia, que obligó a reclutamientos forzosos y a la presencia de tropas castellanas en Cataluña, causando molestias a la población. La rebelión se inició el llamado Corpus de sangre de Barcelona en 1640, en que fue asesinado el virrey. Los catalanes solicitaron ayuda militar al rey de Francia, cuya soberanía reconocieron, iniciándose una guerra con las tropas de Felipe IV que duró hasta 1652, en que se llegó una paz negociada, reconociendo la autoridad de Felipe IV y manteniéndose los Fueros de Cataluña.
La sublevación de Portugal (1640-1668) estalló por la exigencia de que tropas portuguesas luchasen en Cataluña, si bien tenía causas más profundas: descontento ante la presión fiscal y la ineficacia española en la defensa del comercio y las colonias portuguesas. La imposibilidad de la monarquía de sostener dos guerras simultáneas hizo que se optase por sofocar la rebelión catalana, lo que permitió a los portugueses proclamar su independencia y nombrar rey al duque de Braganza; finalmente, en 1668 se reconoció la independencia de Portugal. La crisis de 1640, que amenazó con desmembrar la monarquía, provocó la caída del conde-duque.
La guerra de los Treinta Años y la pérdida de la hegemonía española en Europa.
Bajo el reinado de Felipe II España fue la potencia hegemónica en Europa. Tras este reinado se iniciarían los reinos de los “austrias menores”
- Felipe III (1598-1621) llevó a cabo una política pacifista, al firmar tratados de paz con Francia e Inglaterra y una tregua con Holanda.
- Felipe IV (1621-1665) el inicio de su reinado marca de nuevo el inicio de la guerra de Flandes y la intervención española en la Guerra de los 30 años (1618-48), conflicto generalizado que afectó a toda Europa y de carácter muy complejo, al mezclarse motivos dinásticos (supremacía de los Habsburgo, españoles y austriacos) y religiosos (católicos contra protestantes). España fue aliada del Imperio frente una amplia coalición formada por estados alemanes, Holanda, Suecia y, finalmente, Francia. En la primera etapa de la guerra, las tropas españolas obtuvieron grandes victorias en Flandes (conquista de Breda), Alemania e Italia, aunque ello obligó a un gran esfuerzo económico que generó malestar en España (crisis de 1640). Pero la intervención de Francia, aliada de Suecia y Holanda cambió la situación: España sufrió graves derrotas (Batalla de Rocroi) que le obligaron a firmar la Paz de Westfalia (1648) y la Paz de los Pirineos (1659), por la que España reconocía la independencia de Holanda y los Habsburgo perdían definitivamente la hegemonía en Europa, papel que pasaban a desempeñar los Borbones. Durante el reinado de Carlos II, aunque los Austrias ya han perdido su prestigio internacional y España está sumida en una grave crisis, todavía se produjeron varias guerras con Francia, en la que se pierden diversos territorios en Flandes.
Principales factores de la crisis demográfica y económica del siglo XVII y sus consecuencias.
Durante el siglo XVII se inicia un lento retroceso demográfico (de 8,5 a 7 millones), debido a un rebrote de las epidemias (peste) malas cosechas y a la expulsión de los moriscos. Se inicia un cambio en la distribución de la población: la despoblación afectó más al interior peninsular que a la costa. Es un periodo de intensa crisis económica. En la agricultura, se redujo el cultivo de cereales en beneficio de la ganadería y el viñedo, lo que, unido a las malas cosechas, origina periodos de hambre. Las actividades artesanales sufren una fuerte crisis, sobre todo en Castilla, ya que, como consecuencia de la llegada de oro y plata de América, se había producido una altísima inflación que había encarecido excesivamente los productos artesanales castellanos y los hacía no competitivos, por lo que resultaba más rentable la importación de productos manufacturados extranjeros para enviarlos a América, con la consiguiente salida de metales preciosos. A esto hay que unir el elevado coste del mantenimiento de las continuas guerras exteriores de la monarquía, que consumen todos los ingresos procedentes de América y obligan a un fortísimo aumento de la presión fiscal en Castilla, llegando a producirse la bancarrota de la Hacienda en seis ocasiones durante el siglo XVII, lo que causó el descrédito de la Corona entre los banqueros europeos, con la consiguiente dificultad de obtener nuevos créditos. Para aumentar sus ingresos, la Corona recurrió a la devaluación de la moneda, lo que contribuyó al aumento de la inflación
En el aspecto social, se produjo una concentración de poder y riqueza en manos de la alta nobleza, si bien la baja nobleza (hidalgos) tuvo problemas por culpa de la fuerte inflación. La burguesía sufrió un fuerte retroceso, debido a la crisis económica que llevó a preferir la inversión en tierras y deuda pública (rentistas) frente a las inversiones productivas. Además, los valores y mentalidad nobiliarios imperantes hacían que se tuviese en baja estima social las actividades mercantiles y artesanales, por lo que muchos burgueses trataban de ingresar en los sectores más bajos de la nobleza (hidalgos) y convertirse en rentistas. Debido a esto, el comercio exterior y la banca acabaron controladas por extranjeros, italianos principalmente. La situación de las clases populares empeoró como consecuencia de las crisis de subsistencia (hambre) y la elevada presión fiscal tanto de la Corona como de los señores, produciéndose un fuerte aumento de la marginación social (mendicidad, delincuencia, como refleja la literatura picaresca). En la mentalidad colectiva se mantuvo una religiosidad exacerbada, manifestada en esplendidos actos de culto, proliferación de conventos, etc.
Crisis y decadencia de la Monarquía Hispánica: el reinado de Carlos II y el problema sucesorio.
Carlos II: Su reinado se caracterizó por la pérdida total del prestigio internacional de España y una notable sensación de desgobierno en el interior, complicada con la lucha entre facciones nobiliarias para lograr el valimiento. Su principal valido fue D. Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV. Murió sin sucesor directo en 1700, dando fin a la dinastía Habsburgo en España. De los dos familiares lejanos que aspiraban a la sucesión (Luis XIV de Francia y el Archiduque Carlos de Austria) Carlos II designó heredero al francés, quién cedió sus derechos a su nieto, que fue proclamado Felipe V, iniciándose la dinastía de Borbón en España. Sin embargo, el archiduque Carlos no aceptó la situación, proclamándose rey con el apoyo de la Corona de Aragón, lo que dio inicio a la Guerra de Sucesión Española (1701-13)
La España del siglo XVIII. Expansión y transformaciones económicas: agricultura, industria y comercio con América. Causas del despegue económico de Cataluña.
El reformismo borbónico tuvo en América un importante impulso, para muchos historiadores se trató de la Segunda Conquista de América.
La administración de América:
La pérdida de las posesiones europeas en el tratado de Utrecht hizo que España dedicase una mayor atención a las colonias de América, tratando de aumentar el control sobre el territorio americano (en este siglo se alcanzó la máxima extensión territorial), como de asegurar el monopolio comercial, amenazado por Inglaterra. Para ello se realizaron reformas: creación de dos nuevos virreinatos (Nueva Granada y La Plata), creación de un ejército permanente en América, fortificación de los principales puertos, liberalización del comercio con América (desaparece el monopolio de Sevilla-Cádiz) mediante el decreto de libre comercio 1778, que permitía comerciar desde cualquier puerto español.
Estas medidas generaron tuvieron un efecto positivo en América: fuerte crecimiento demográfico, aumento del comercio, etc. Sin embargo, a finales de siglo se empezó a producir un creciente malestar en las colonias: por un lado, las guerras contra Inglaterra dificultaron el comercio entre América y España; por otro la burguesía criolla (americanos de origen español que eran la clase dirigente) estaban descontentos ante el monopolio comercial de España (que limitaba el desarrollo de la industria americana y además la economía española no era capaz de satisfacer plenamente la demanda americana) y, sobre todo, ante el excesivo control de la metrópoli, mediante el nombramiento de funcionarios peninsulares para todos los altos cargos de la administración colonial, marginando a los criollos. Este malestar latente se manifestará a partir de 1808, cuando el debilitamiento del poder de España debido a la Guerra de la Independencia facilite los procesos de Independencia de la América hispana