Modernismo y Generación del 98 en la literatura española

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El Modernismo

El MODERNISMO es un movimiento literario que surge en Hispanoamérica a finales del siglo XIX de la mano de autores precursores como José Martí y Manuel Gutiérrez Nájera. En esta nueva corriente converge una amalgama de tendencias literarias como el Parnasianismo, el Simbolismo y el Romanticismo. Los poetas modernistas desafían el mundo en el que viven automarginándose, adoptando una actitud bohemia. Proponen, así, un arte libre de ataduras y buscan nuevas formas que restituyan la emoción y la sensualidad. Les unía un ferviente deseo de romper con el pasado en búsqueda de la modernidad. Por ello, la corriente modernista se caracteriza por su sincretismo1 . Es una literatura esteticista2 , busca la belleza por encima de todo (“arte por el arte”). En el Modernismo español intervinieron decisivamente Rubén Darío, con sus dos primeros viajes a España, y las obras de Salvador Rueda y Manuel Reina como precursores modernistas en el panorama nacional. El Modernismo incorpora una nueva temática acorde con una sensibilidad estética que pretende distanciarse del Realismo y del Positivismo decimonónicos. Temáticamente, la línea escapista es la más representativa, de ahí que recurran a la evasión a mundos ideales o exóticos (exotismo), a la fantasía (ninfas, centauros…) y a la recreación de épocas pasadas y ambientes lujosos y refinados (palacios, castillos) o de civilizaciones exóticas (China, Japón, La India). A través de la naturaleza, la mujer, los perfumes y la música, se exalta el placer de los sentidos, y el poema se carga de sensualidad y simbolismo (cisne, pavo real). En una línea intimista, trasluce el malestar del poeta con todo lo que le rodea. El amor y el mundo son vistos desde un punto de vista melancólico y hastiado. El poeta proyecta su estado de ánimo en paisajes otoñales o despoblados jardines crepusculares, de clara raíz romántica. Defiende un estilo refinado y sensual en el que la musicalidad del lenguaje despierte los sentidos. Esto traerá consigo una renovación de las formas métricas (decasílabos, dodecasílabos y alejandrinos y rimas agudas), y se recuperan formas tradicionales como el octosílabo y el endecasílabo.

La Generación del 98

La GENERACIÓN DEL 98 debe su nombre al llamado “desastre del 98”. Estos escritores adoptan una actitud crítica ante la realidad y proclaman la necesidad de una urgente regeneración social, moral y cultural. Tienen como referentes inmediatos a pensadores como Giner de los Ríos y Ángel Ganivet. Asimismo, muestran gran interés por la literatura del pasado (Berceo, Góngora, Cervantes…) y por la historia como medio para buscar la esencia del país y recuperar sus valores perdidos. El paisaje castellano aparece en las obras noventayochistas como inspiración o lugar sobre el que los autores proyectan su estado de ánimo y su visión crítica de España. Estilísticamente huyen de lo superfluo y promulgan un estilo sencillo y sobrio. Si la labor creadora de los modernistas se circunscribe, casi exclusivamente, al ámbito poético, los integrantes de la generación del 98 cultivan todos los géneros: la poesía, el teatro y, preferentemente, el ensayo y la novela. En sus artículos y ensayos abordan dos asuntos de especial interés: uno, el problema de España, y otro, el de las angustias existenciales sobre el destino del hombre y la inmortalidad del alma. Si por razones didácticas han sido tratados Modernismo y generación del 98 por separado, el hecho de que varios autores cultivaran ambas vertientes nos obliga a tratarlos de manera conjunta. Rubén Darío (1867-1916) es la figura más representativa del Modernismo. Nacido en Nicaragua, viajó por casi toda Hispanoamérica, residió en París y estuvo varias veces en España, donde entabló una fecunda amistad con los grandes del momento -Machado, Unamuno, J.R. Jiménez… Los libros que marcan su evolución son tres: Azul, reunión de cuentos y poemas, supone el arranque modernista; con Prosas profanas alcanza la plenitud sensual al lado de evocaciones románticas del pasado hispano, que significa la culminación de la sensibilidad modernista; en Cantos de vida y esperanza evoluciona hacia una intimista y reflexiva, en la que plantea temas trascendentes, como el sentido de la vida. Antonio Machado (Sevilla, 1875-Collioure, 1939) En Soledades (1903) –ampliada en 1907 en Soledades, galerías y otros poemas- el autor nos muestra sus sentimientos más íntimos con cierta melancolía y se aprecia en ella, en temas y forma, la estética modernista. En Campos de Castilla, de expresión más sencilla, evoluciona hacia los temas propios de la generación del 98 -descripción del pasaje castellano y reflexión sobre la identidad nacional. Manuel Machado (1874-1947). Mostró un gran interés por lo popular y el mundo del folclore. En su poesía, cargada de simbolismo, destacan notablemente dos obras: Alma, donde combina la herencia de la lírica popular andaluza con las imágenes y motivos modernistas (erotismo, exotismo…), y El mal poema. Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Nació en Moguer (Huelva). Viajó a Francia y Estados Unidos, donde contrajo matrimonio con Zenobia Camprubí. En su obra, en la que experimentó una notable evolución, se distinguen tres etapas, pero es la primera (etapa sensitiva), la que se vincula más estrechamente al Modernismo: símbolos, sentimentalismo, imágenes… Ninfeas y Almas de violeta son más próximas al parnasianismo y al decadentismo. En Arias tristes, Jardines lejanos, Elegías o La soledad sonora, también de su primera etapa, destaca más la introspección. 

Ramón María del Valle-Inclán

Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936). Radical en su crítica de la sociedad, la cultura y la política, su inagotable búsqueda artística le llevó de su inicial modernismo decadente a la creación de un género personal, el esperpento. De carácter modernista son sus Sonatas - cuatro novelas (Sonata de Otoño, Sonata de Estío, Sonata de Primavera y Sonata de Invierno), que narran las supuestas memorias del marqués de Bradomín, un don Juan “feo, católico y sentimental”- y Tirano Banderas. Pero Valle es más conocido por ser el gran renovador del teatro del siglo XX. Al igual que en su labor novelística, el primer teatro de Valle se inscribe en la corriente modernista más decadente. El marqués de Bradomín, Cuento de abril… Miguel de Unamuno (1864-1936) se aleja del preciosismo formal de los poetas modernistas de su tiempo para levantar un mundo propio y original, con gran trasfondo filosófico. Sus poemas, de corte metafísico, se caracterizan por el uso de estrofas breves, castellanas y muy personales (Poesías, Rosario de sonetos líricos, El Cristo de Velázquez, Andanzas y visiones españolas, Rimas de dentro, Teresa o Cancionero). Refleja cierta nostalgia de la fe y de angustia espiritual, así como el dolor que provoca el silencio de Dios. Como prosista, en sus ensayos alternó la reflexión existencialista (Del sentimiento trágico de la vida) y la reflexión sobre España (En torno al casticismo) y, en sus novelas (“nivolas”) prima el contenido filosófico e intelectual sobre la trama (San Manuel, bueno, mártir; Niebla). Unamuno acuñó el concepto de intrahistoria, es decir, la historia del pueblo, de las personas que trabajan día a día, la de los hechos cotidianos, la del trabajo, que entre otros libros aparece reflejada en la Vida de Don Quijote y Sancho. Pío Baroja (1872-1956) concede en sus novelas una gran importancia a la acción. Retrataba a los personajes de forma directa y esquemática, frente al descriptivismo de Azorín. La descripción, sin embargo, está presente en Baroja para captar la esencia de los lugares y de sus gentes. Su estilo es sobrio y natural. Evita los excesos verbales y persigue una prosa clara, concisa (Las inquietudes de Shanti Andía o Zalacaín el aventurero; y, muy especialmente, dos trilogías en las que aborda los grandes problemas de la época: La lucha por la vida y La raza, a la que pertenece El árbol de la ciencia, una de sus novelas más importantes. José Martínez Ruiz, “Azorín” (1873-1967). Publicó artículos, críticas literarias, ensayos y novelas, entre las que destacan La voluntad, Don Juan y Doña Inés. La trama argumental de sus obras es mínima. Se centra más en la descripción de ambientes y sensaciones. Sus novelas presentan escenas descriptivas que intentan captar el ritmo de la vida real. 

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