Modelos de Educación Literaria y el Canon de Aula
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LA EDUCACIÓN LITERARIA EN SU CONTEXTO
A lo largo de la historia, podemos encontrarnos con cuatro modelos educativos de enseñanza de la literatura.
Modelo retórico
En primer lugar, remontando a épocas clásicas podemos encontrar el modelo retórico que a grandes rasgos se caracterizaba por imitar unas obras en las que se respetaba un canon de belleza artística y seguirlas como modelo a imitar, la imitatio. Para analizar estas obras se crearon los conocidos tratados de Retórica.
Modelo historicista
En segundo lugar, podemos encontrar el modelo historicista en el que las obras no son solo monumentos artísticos sino que son también documentos que ayudan a explicar la historia. Este modelo tuvo especial predicamento a la hora de explicar las grandes gestas de las naciones, siguiendo los ideales nacionalistas del Romanticismo. De ahí pues, se primaba en España el estudio de obras heroicas, católicas y realistas. Este modelo ha sido hegemónico.
Modelo formalista
El tercer modelo nació a principios del siglo XX y se ha considerado como el antídoto de la metodología historicista. Se trata del modelo formalista, que defiende la idea de que lo único que importa de la literatura es el producto discursivo, el texto. Se apuesta por el close reading, es decir, por la autosuficiencia de la lectura del texto sin necesidad de relacionarlo con otros aspectos como son la historia o la biografía del autor y por la idea de que las obras literarias no son obras.
Modelo de la educación literaria
Por último, se encuentra el modelo de la educación literaria, un modelo creado por especialistas en pedagogía y didáctica de la literatura. En la moderna educación literaria, los receptores, los alumnos, condicionan sobremanera la elección de los textos literarios, abogando por obras interesantes, pero también del gusto de los discentes. Este modelo se caracteriza por:
- La interdisciplinariedad, pues se aprovecha de todas las disciplinas que considera oportunas.
- Su eclecticismo aprovechándose de manera clara de los tres modelos de enseñanza de la literatura anteriores, de los que todos bebe en un momento u otro.
- Enseñar a leer, una lectura profunda y reflexiva.
- La motivación de los alumnos, que hay que saber estimular a partir de prácticas de fomento de la lectura.
- Ser motor del pensamiento crítico.
- Enseñar y fomentar valores éticos, cívicos y respetuosos con el medio ambiente.
Por lo tanto, después de haber analizado los cuatro modelos, cabe decir que si bien hemos visto que desde tiempos inmemoriales podemos rastrear algún tipo de reflexión sobre la enseñanza de la literatura, no es hasta la fecha simbólica de 1984 cuando entendemos que se empieza a dar pasos importantes para facilitar la enseñanza de la literatura. Esta fecha es la del momento en que se fundaron los departamentos universitarios de Didáctica de la lengua y la literatura en España.
Competencia lecto-literaria
Por último, cabe señalar el concepto de competencia lecto-literaria, cuyo término nació de la teoría de la literatura y que autores como Antonio Mendoza o Josep Ballester lo empezaron a utilizar a finales del siglo XX, es una manera de medir la capacidad de leer que tiene cualquier persona, sabiendo que debemos conocer con precisión en qué punto se encuentra cada uno para poder ayudarle a crecer en esa capacidad.
Intertexto
Un concepto que se suele utilizar al hilo de esta idea de la competencia lecto-literaria es la del intertexto, que supondría entender que cada persona genera intelectualmente un espacio de análisis del texto y relación con otros aspectos culturales (un texto relacionado con otros, un texto entre textos, intertextos), paso previo a la comprensión profunda y, en definitiva, desarrollo de la competencia lecto-literaria.
CANON DE AULA Y LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
Durante mucho tiempo se han visto las obras canónicas como lecturas que debían exigirse en la escuela porque eran interesantes por su valor formativo. Actualmente, la moderna educación literaria, que no arrincona ni mucho menos los clásicos en sus clases, propone un nuevo canon, un canon escolar o de aula, en el que, según veremos, han de formar parte muchos otros textos literarios que no son clásicos rompiendo así una tradición educativa que arranca en la Antigüedad greco-latina. Como referente tomaremos a Teresa Colomer que siempre ha defendido la tesis de que el canon de aula debe incluir la opinión del lector, lo cual es imposible si no conseguimos que el canon de aula tenga un carácter más aperturista que el que ha tendido, que sabemos que se ha guiado por la repetición, la insistencia y la tradición.
Características de un buen canon escolar
Las características de un buen canon escolar, entre otras, serían fundamentalmente:
- La flexibilidad. Cada situación es distinta, cada escuela o incluso cada aula. Así, no extrañará que las lecturas que se suelen realizar en cada Comunidad Autónoma sean distintas (los libros de texto incluyen diferentes lecturas), cada escuela opte por unas lecturas y cada aula, con un profesorado y, especialmente, unos alumnos distintos, deben condicionar también las lecturas. No hay que olvidar tampoco el factor temporal, pues es una buena estrategia abordar asuntos reales.
- Que se programen lecturas para un receptor concreto, que si bien comparte características con receptores de la misma edad, por ejemplo, no hay razón para pensar que su competencia lecto-literaria es la misma o que sus gustos son totalmente idénticos. La mejor estrategia es que los alumnos ayuden a seleccionar las lecturas, que habrá que intentar conseguir que sean consensuadas y no impuestas.
- Que el canon escolar sea decididamente cosmopolita. Las culturas y lenguas son vehículos del conocimiento y, por tanto, nunca habrá que limitar el potencial de los alumnos bilingües, con competencia lingüística suficiente en segundas lenguas.
- Que el canon de aula sea atractivo, a partir de la observación de los gustos e intereses de los alumnos. Parece claro que la motivación de los alumnos es clave para su correcta formación lecto-literaria; cualquier estrategia que nos ayude a conseguirla tendrá que ser aprovechada.
- Que se trate lo actual y real son otras claves para ayudarnos a confeccionar un canon de aula útil y con garantías de éxito.
- Que necesitamos un canon de aula heterogéneo, en el que haya variedad de géneros y diferentes tipos de textos que los podemos ordenar de la siguiente manera:
Tipos de textos en el canon escolar
- Literatura oral o popular: este tipo de textos orales o escritos que relacionamos con el folclore y la cultura antropológica. Aquí incluimos desde leyendas tradicionales hasta cuentos escritos en algún momento pero basados en historias orales, pasando por adivinanzas, chistes, canciones populares y cualquier tradición que podamos relacionar con la cultura.
- Literatura clásica: es precisamente la explicada en relación a los clásicos y el canon tradicional. Los textos clásicos tienen un poder educativo evidente, pero lo cierto es que hay que ponderar con mucho cuidado estas lecturas.
- Literatura de masas o bestsellers: ha tenido que abrirse camino en el canon de aula no ha concitado el interés para los profesores de literatura hasta hace muy poco. Pero en un camino en el que lo importante es fomentar la lectura, este tipo de lecturas que se caracterizan por tramas muy lineales, personajes muy reconocibles (planos: el bueno, el malo…) y escritas sin gran prurito estilístico (sin querer llamar la atención por la forma), son un punto intermedio entre la lectura juvenil y algunos clásicos.
- Paraliteratura: es una manera de englobar una serie de textos que están a caballo entre la literatura y otras artes, como el cine, el mundo digital, la televisión… se incluyen desde guiones cinematográficos hasta eslóganes publicitarios o políticos, sin olvidar todo el mundo creativo por medio de la palabra que brindan las redes sociales, blogs y páginas web, cómics, letras de canciones... Y esto es muy aprovechable para las clases, pues la tesis que fundamenta la paraliteratura es verdaderamente atractiva: en el mundo hay mucha más literatura de lo que en un principio se considera, y esto nos facilita conectar la realidad con nuestras clases de literatura.
- Literatura infantil y juvenil (LIJ): no ha ganado el espacio en el mundo literario y en el ámbito de la educación que le correspondía. En un principio, no era ni considerada literatura. A finales del siglo XVIII y el XIX, en la época del Romanticismo se observan varios intereses culturales relacionados con la literatura infantil y juvenil. Pero fue ya en el siglo XX cuando empiezan a encontrarse obras que piensan en un público receptor de niños y que, por ejemplo, incorporan imágenes, gradúan la dificultad de la lectura pensando en la edad recomendada para ser leído y lo más relevante es darnos cuenta de que aparecen editoriales. Por su parte, la irrupción de la disciplina de la Didáctica de la literatura (recuérdese la fecha simbólica y tardana de 1984) también supuso un espaldarazo para la literatura infantil y juvenil, pues desde muy pronto se detectó la necesidad de legitimar esta literatura y de ser más exigentes con ella. Así, contamos con una nueva generación de autores que son especialistas de la literatura infantil y juvenil: Teresa Colomer, Laura Gallego, Vicente Muñoz etc.
Siete llaves para valorar las historias infantiles
Para que seamos capaces de tomar decisiones a la hora de valorar qué libros son los más importantes para recomendar a nuestros alumnos, nos pueden resultar útiles las conclusiones de Teresa Colomer en su libro Siete llaves para valorar las historias infantiles:
- Los personajes (tipos, variedad...).
- Narrador (verosimilitud, perspectivas, el discurso de los personajes...).
- Tema (tópicos, intereses de los más jóvenes, relación con otras obras...).
- Interpretación del mundo (miradas diferentes, complementarias...).
- Belleza de las palabras (estilo, sonoridad, poder evocador y connotador...).
- Imágenes (atractivo para los más jóvenes, complemento del texto...).
- Obra de arte en conjunto (contexto de tradición literaria, aportación nueva...).