Mitos de Júpiter: Calisto y Sémele en la Mitología
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Júpiter y Calisto
Calisto era una bella ninfa, hija del rey de Arcadia, Licaón, y formaba parte del séquito de Diana, diosa de la caza y la naturaleza. Todas las muchachas y ninfas, seguidoras de la diosa, debían jurar permanecer vírgenes.
Júpiter, tras ver a Calisto, se enamoró al instante y una tarde, mientras descansaba en el bosque después de una cacería, el dios tomó la apariencia de Diana y empezó a hablarle. Luego se transformó en sí mismo y besó a la ninfa de manera desenfrenada, cosa que concluyó en una violación. Avergonzada, trató de esconderse para no ser descubierta.
Un tiempo después, Calisto fue invitada por Diana a bañarse en un manantial, pero esta observó el estado en que se encontraba la joven (embarazada) y, horrorizada, la expulsó de su séquito.
Juno (esposa de Júpiter), celosa por el embarazo de la ninfa y furiosa al descubrir que había dado a luz a Arcas, decidió vengarse y la convirtió en una osa. Además, la privó del habla. Años después, cuando Arcas salió un día a cazar, se encontró con su propia madre y se dispuso a atravesarle el pecho con su mortífera pica. Júpiter impidió el crimen mandando un torbellino que arrastró a Calisto y a Arcas hasta el espacio, convirtiéndolos en dos constelaciones vecinas (Osa Mayor y Osa Menor).
Juno, indignada al ver brillar entre los astros a su rival, reclamó a Tetis y Océano una solución, los cuales prohibieron que la constelación se sumergiese en el mar. Esto explica por qué es circumpolar.
Sémeles
Sémele era la hija de Cadmo y Harmonía, además de ser la madre de Dioniso. Júpiter la visitó en forma de mortal y Sémele resultó embarazada de ese encuentro. Cuando Juno se enteró, los celos se apoderaron de ella y quiso destruir a la joven. Para ello, se presentó ante la muchacha adoptando la forma de su vieja niñera Béroe y sembró la duda en su mente acerca de la verdadera identidad de la persona que la había dejado embarazada. Juno le dijo que necesitaría pruebas.
Júpiter volvió a visitar a Sémele, pero entonces ella le pidió un deseo, sin concretar de qué se trataba. El dios accedió y juró ante las aguas de la laguna Estigia que se lo concedería. Sémele quería que se revelase tal y como era, y se entregase a ella tal y como se entregaba a Juno. Júpiter sabía qué consecuencias tendría esto, pero no podía arrepentirse, pues había dado su palabra. Desesperado, regresó a los cielos y tomó nubes, rayos y truenos que volcó sobre las tierras.
Aunque hizo todo lo que pudo para minimizar el efecto, las consecuencias fueron terribles, pues Sémele resultó abrasada. Júpiter llegó justo a tiempo de salvar a un niño aún no nacido y cosió el cuerpo de este dentro de su pierna, donde acabó de cumplir su período de desarrollo. Su tía Ino lo crió a escondidas durante sus primeros días, y luego se lo entregó a las ninfas del Nisa.