Mitos Griegos Fundamentales y el Conflicto Roma-Cartago: Segunda Guerra Púnica
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Eco y Narciso
Eco era una ninfa que vivía en el bosque. Ella tenía una hermosa voz y le gustaba mucho conversar, pero siempre quería tener la última palabra. Un día, la diosa Hera castigó a Eco por haberla engañado y, furiosa, le dijo: «A partir de este momento, no podrás hablar lo que desees y, como te gusta tener la última palabra, solo repetirás la última palabra que escuches».
Eco conoció a Narciso, un joven guapo del cual todas las ninfas estaban enamoradas, pero él las rechazaba a todas. Eco se enamoró profundamente de él y decidió seguirlo por el bosque. De pronto, Narciso escuchó un ruido entre las ramas y preguntó: «¿Hay alguien aquí?». «Aquí», dijo Eco. «Ven», gritó Narciso. «Ven», repitió Eco, y cuando se encontraron, Eco abrazó a Narciso, pero este la rechazó.
La diosa Némesis castigó a Narciso y, mientras este bebía agua de un manantial cristalino, pudo ver su imagen. Pensó que su reflejo era un ser real y se enamoró profundamente de sí mismo. Ya no le importó nada más y permaneció allí por temor a perder su imagen. Poco a poco, Narciso fue transformándose en una hermosa flor.
Eco se refugió en las cuevas y en las cimas de las montañas, y solo quedó su voz para responder la última palabra a cualquier persona que le hable.
Dafne y Apolo
Cuenta Ovidio que Apolo, orgulloso por haberle dado muerte, osó desafiar a Cupido, hijo de Venus y de Marte. Este, para castigar tal osadía, tomó dos flechas de su aljaba: una tenía la punta de oro e infundía amor; la otra era de plomo e inspiraba desdén.
Cupido dirigió la primera hacia Apolo y disparó la segunda a Dafne, hija del río Peneo y de la Tierra. Una violenta pasión por la hermosa ninfa se apoderó entonces de Apolo. Sin embargo, ella, herida por la flecha del desprecio, huyó rápidamente tratando de esconderse.
Apolo corrió en busca de Dafne, pero esta, al verse perdida, solicitó la ayuda de su padre. Tan pronto como cesaron sus gritos de socorro, una corteza suave le encerró el pecho, sus cabellos se transformaron en hojas verdes, los brazos en ramas, los pies se fijaron en el suelo y la ninfa quedó transformada en laurel.
Apolo, no dispuesto aún a darse por vencido, abrazó el árbol y lo cubrió de ardientes besos, pero incluso las ramas retrocedían asustadas de sus labios. «Si no puedes ser mi amante», juró el dios, «me serás consagrada eternamente. Tus hojas serán siempre verdes y con ellas me coronaré». Desde entonces, el laurel es el símbolo de Apolo y con él se galardona a los vencedores, artistas y poetas.
Segunda Guerra Púnica
Tras la derrota en la Primera Guerra Púnica, Cartago se vio obligada a pagar a Roma indemnizaciones de guerra millonarias. Para hacer frente a los pagos, llevó a cabo una nueva expansión ultramarina por las ricas tierras de la Península Ibérica, repletas de fértiles valles y ciudades populosas.
Los ejércitos cartagineses, al mando de Amílcar Barca, ocuparon el sur de Hispania. Pero Amílcar fue asesinado por un indígena, y el control de las tropas pasó a manos de su hijo Aníbal, que apenas contaba con 22 años.
Roma había pactado con los cartagineses una frontera en el río Ebro. Pero al sur del Ebro, en zona cartaginesa, se encontraba la ciudad de Sagunto, que había suscrito una alianza con Roma para defenderse de los púnicos. En su afán por conquistar toda la zona asignada, Aníbal puso cerco a Sagunto, y la ciudad pidió ayuda a sus aliados romanos. Corría el año 218 a.C. cuando Roma declaró la guerra a Cartago. Comenzaba la Segunda Guerra Púnica, que iba a decidir la Historia de Occidente.
Apunte de Gramática Latina: Primera Declinación (terminación en -a)
Nominativo: -a, -ae
Vocativo: -a, -ae
Acusativo: -am, -as
Genitivo: -ae, -arum
Dativo: -ae, -is
Ablativo: -a, -is