Mitos Fundacionales de Roma: De Eneas a la República

Enviado por Chuletator online y clasificado en Latín

Escrito el en español con un tamaño de 6,54 KB

Los Orígenes Míticos: El Linaje de Eneas

La historia de Roma está entrelazada con mitos y leyendas que explican sus orígenes divinos y su destino grandioso. Todo comienza con la caída de Troya y el viaje de su héroe más valiente.

La Genealogía Divina

  • Venus y Anquises: De su unión nace Eneas, el gran héroe troyano destinado a fundar una nueva estirpe.
  • Eneas y Lavinia: Tras su llegada al Lacio, Eneas se casa con Lavinia, hija del rey Latino. Juntos tienen un hijo, Ascanio (también conocido como Julo), quien funda la ciudad de Alba Longa.
  • Reyes de Alba Longa: De Ascanio descienden muchos reyes hasta llegar a Numitor. Su hermano, Amulio, se apodera de la corona y, para evitar descendencia que reclame el trono, condena a la hija de Numitor, Rea Silvia, a ser sacerdotisa vestal.
  • Rea Silvia y Marte: Pese a su voto de castidad, el dios Marte engendra en Rea Silvia a los gemelos Rómulo y Remo.

El Viaje de Eneas

Eneas huye de Troya en busca de un lugar para asentar a su pueblo. Llega a la región del Lacio, donde, tras estar a punto de entrar en guerra con los latinos, finalmente establece una alianza con su rey, Latino. Este le ofrece en matrimonio a su hija, Lavinia. Juntos fundan la ciudad de Lavinio, donde troyanos y latinos conviven. Sin embargo, Turno, rey de los rútulos y antiguo prometido de Lavinia, declara la guerra a los latinos. Aunque los rútulos no vencen, el rey Latino muere en el conflicto. Posteriormente, los etruscos y los rútulos se alían contra los latinos. Se desata una nueva guerra que también ganan los latinos, pero en ella muere Eneas. Su hijo Ascanio, al ser menor de edad, queda bajo la regencia de su madre, Lavinia.

Rómulo y Remo: La Fundación de Roma

De la unión de Rea Silvia, una virgen vestal, con el dios Marte, fueron engendrados dos gemelos: Rómulo y Remo. Amulio, temiendo que le arrebataran el trono, ordenó que fueran abandonados a su suerte en el río Tíber. Allí, fueron amamantados y cuidados por una loba, Luperca. Poco después, los encontró el pastor Fáustulo, quien decidió criarlos en secreto junto a su esposa, Aca Larentia. Ya adultos, los gemelos descubrieron su origen, regresaron a Alba Longa y mataron a Amulio, restituyendo a su abuelo Numitor en el trono.

Rómulo y Remo decidieron fundar una nueva ciudad, pero discreparon sobre el lugar y quién debía gobernar. Rómulo prefería el monte Palatino para fundar Roma, mientras que Remo eligió el Aventino para fundar Remoria. Para resolver la disputa, decidieron consultar el vuelo de las aves: aquel que viera más buitres ganaría el mando. Remo fue el primero en ver seis buitres, pero Rómulo avistó el doble, doce, y así se proclamó vencedor. Rómulo trazó los límites sagrados de la nueva ciudad (el pomerium) y ordenó que nadie los traspasara bajo pena de muerte. Desafiante, Remo cruzó la línea y Rómulo, cumpliendo su propia ley, lo mató.

Así, Roma fue fundada oficialmente el 21 de abril del 753 a.C.

El Rapto de las Sabinas

La recién fundada Roma crecía rápidamente en población masculina, pero el número de mujeres era escaso. Sus habitantes temían que la ciudad solo durase una generación si no conseguían esposas para procrear descendencia. Bajo el mando de Rómulo, los romanos decidieron conseguir mujeres por la fuerza. Organizaron unos grandes juegos en honor al dios Neptuno, llamados Consualia, a los que invitaron a los pueblos vecinos, como los sabinos. En medio de los festejos, los romanos raptaron a las jóvenes doncellas que habían acudido con sus familias. Según la leyenda, Rómulo logró calmar a las jóvenes raptadas, prometiéndoles plenos derechos como ciudadanas y esposas. Con el tiempo, los secuestradores se ganaron el afecto de las mujeres al demostrar ser buenos esposos, asegurando así el futuro de Roma.

La Violación de Lucrecia y el Fin de la Monarquía

Durante el reinado del último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio, su hijo, Sexto Tarquinio, y su primo, Lucio Tarquinio Colatino, hicieron una apuesta sobre la virtud de sus respectivas esposas. Mientras que a la esposa de Sexto la encontraron de fiesta, Lucrecia, esposa de Colatino, permanecía en sus aposentos, hilando lana, un ejemplo de matrona romana virtuosa.

Sexto Tarquinio, impresionado por la belleza y virtud de Lucrecia, no le importó perder la apuesta. Días después, volvió a la casa de Colatino y, bajo amenaza de muerte, violó a la joven aristócrata. Tras confesar el ultraje a su padre y a su esposo, y hacerles jurar venganza, Lucrecia se suicidó clavándose un puñal en el corazón para salvar su honor. Este suceso provocó una rebelión liderada por Lucio Junio Bruto que culminó con la expulsión de los Tarquinios y el establecimiento de la República Romana.

Hércules y Caco

Caco, hijo del dios Vulcano (Hefesto en la mitología griega), era un monstruoso gigante mitad hombre, mitad sátiro, que habitaba en una cueva en el monte Aventino y aterrorizaba la región vomitando torbellinos de fuego y humo. Cuando Hércules (Heracles) pasaba por la zona con el ganado de Gerión, se detuvo a descansar. Mientras dormía, Caco le robó algunos bueyes, arrastrándolos de cola hacia su cueva para no dejar rastro. Al despertar, Hércules no encontraba a los animales, pero el mugido de uno de ellos delató la ubicación de la cueva. Enfurecido, Hércules se enfrentó a Caco y lo mató, recuperando su ganado.

Las Parcas: Tejedoras del Destino

Las Parcas, en la mitología romana (equivalentes a las Moiras griegas), eran las personificaciones del destino (fatum). Eran tres diosas que controlaban el hilo de la vida de cada mortal e inmortal, desde el nacimiento hasta la muerte. Eran tres hermanas hilanderas, y cada una tenía una función específica:

  • Nona: Representaba el nacimiento y tejía el hilo de la vida.
  • Décima: Medía la longitud del hilo, determinando la duración de la vida y el matrimonio.
  • Morta: Era la inexorable que cortaba el hilo, causando la muerte.

Se decía que escribían el destino de los hombres en un muro de bronce que nadie, ni siquiera los dioses, podía alterar.

Entradas relacionadas: