Mitos Comunes sobre el Suicidio y las Etapas de la Hostilidad
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Desmitificando Creencias Erróneas sobre el Suicidio
Es fundamental abordar y corregir ciertas ideas equivocadas que rodean al suicidio para fomentar una comprensión más precisa y compasiva.
Mito 1: Toda persona que se suicida padece una enfermedad mental.
Este mito equipara erróneamente el suicidio con la enfermedad mental. Si bien es cierto que las personas con trastornos mentales tienen un riesgo mayor de suicidio en comparación con la población general, no es una condición necesaria para que ocurra. Indudablemente, toda persona que se suicida está experimentando un sufrimiento intenso.
Mito 2: El suicidio se hereda.
Esta creencia sugiere erróneamente que la predisposición genética es un destino inmodificable. Aunque pueda existir cierta influencia genética, hay múltiples factores protectores que se pueden y deben potenciar, tales como las habilidades para la resolución de problemas, la autoconfianza y una sólida integración social.
Mito 3: Solo las personas mayores se suicidan.
Este mito tiende a invisibilizar el suicidio como una causa de muerte relevante en etapas tempranas de la vida, incluyendo la infancia y la adolescencia. Aunque las personas mayores pueden realizar menos intentos autolíticos que los jóvenes, a menudo utilizan métodos más efectivos al intentarlo, lo que resulta en una mayor tasa de letalidad en sus intentos.
Mito 4: Los medios de comunicación no pueden contribuir a la prevención del suicidio.
Esta idea errónea puede servir de excusa para mantener prácticas informativas sensacionalistas, centradas en vender noticias sin considerar el impacto del mensaje. Contrariamente, los medios de comunicación pueden ser aliados valiosos en la prevención del suicidio si abordan el tema de forma responsable y siguen las recomendaciones de los expertos: informar sobre señales de alerta de una crisis suicida, difundir información sobre recursos de salud mental disponibles a los que se puede acudir, identificar grupos de riesgo y ofrecer pautas claras y sencillas que permitan a la población saber qué hacer en caso de detectar a un sujeto con riesgo de suicidio.
Comprendiendo la Curva de la Hostilidad
La manifestación de la hostilidad a menudo sigue un patrón identificable, conocido como la curva de la hostilidad. Reconocer sus fases puede ayudar a gestionarla de manera más efectiva:
Fase 1: Nivel Racional
La persona se encuentra en un estado emocional adecuado y receptivo.
Fase 2: Salida
Ante una circunstancia desencadenante, la persona «se dispara». Reacciona de forma agresiva u hostil, ataca, dando «rienda suelta» a sus emociones. En este punto, no está en disposición de abordar racionalmente la solución del problema; por lo tanto, lo mejor será escuchar activamente.
Fase 3: Enlentecimiento
Es imposible que la activación emocional intensa anterior dure para siempre; si no existen nuevas provocaciones, la intensidad acabará disminuyendo por sí sola.
Fase 4: Afrontamiento
Este es el momento adecuado para intervenir y decir algo. Dependiendo de lo que se diga, el resultado puede ser muy distinto. Es importante «empatizar», es decir, hacer comprender a la otra persona que entendemos su estado (lo cual no implica necesariamente estar de acuerdo o darle la razón). Frases como «Entiendo cómo te sientes...» o «Sé que esto es muy difícil para ti...» pueden ser útiles.
Fase 5: Enfriamiento
Si se ha dicho algo realmente empático, la persona generalmente se va calmando cada vez más.
Fase 6: Solución de Problemas
Una vez que la persona ha regresado al nivel racional, es el momento oportuno para abordar y resolver el problema subyacente.
Importante: Si durante la Fase 4, en lugar de empatizar, intentamos argumentar, calmar prematuramente o defendernos, es muy probable que consigamos el efecto contrario y reactivemos o intensifiquemos la curva de la hostilidad.