Miguel Hernández: Compromiso Social y Político en su Poesía

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Compromiso Social y Político en la Poesía de Miguel Hernández

Inicios y Compromiso Social (1934-1936)

En marzo de 1934, Miguel Hernández viaja por segunda vez a la capital, donde empieza una nueva etapa en la que se introduce en la intelectualidad de Madrid y se deshace del ambiente de su pueblo, lo que le produce una crisis personal y poética. Empieza a trabajar en la revista Cruz y Raya, que dirige José Bergamín, y tiene contacto con la Escuela de Vallecas (conoce a Benjamín Palencia y Maruja Mallo), así como con figuras como Alberti, Cernuda y Pablo Neruda. En 1935, escribe El rayo que no cesa, el cual recibe muchas críticas, tanto positivas como negativas. Conoce a Vicente Aleixandre, cuyo libro La destrucción o el amor se convierte en su libro de cabecera. Colabora con Neruda en una revista sobre poesía, lo que hace que se decante definitivamente por la poesía impura y deje la influencia clasista, conservadora y religiosa de Ramón Sijé. Se incorpora a las Misiones Pedagógicas en 1931, un proyecto que finaliza con el principio de la Guerra Civil en 1936. Estas misiones fueron un producto educativo español creado en el Museo Pedagógico Nacional y por la Segunda República Española. Este proyecto se creó para difundir la cultura general, la orientación al docente y la educación ciudadana, con atención a los intereses de la población rural, donde había muchos analfabetos. Aquí empieza el compromiso social de Miguel Hernández.

La Guerra Civil y el Compromiso Político (1936-1937)

Con el comienzo de la Guerra Civil en 1936, Miguel se ve obligado a unirse al compromiso político. Al principio fue triste porque el padre de Josefina fue asesinado. Más tarde, se incorpora como voluntario al Quinto Regimiento y después a las órdenes de Pablo de la Torriente Brau, comisario político que nombra a Miguel jefe del Departamento de Cultura para que se encargue del periódico y de organizar la biblioteca. En diciembre de 1936, con la muerte de Pablo de la Torriente, el batallón se reorganiza en la Primera Brigada Móvil de Choque, que tiene imprenta y publica semanalmente Al Ataque, donde el poeta publica poemas de este periodo. En febrero de 1937, Miguel Hernández es trasladado a Andalucía, donde se utiliza la poesía como arma de combate, propagada a través de altavoces. En marzo, viaja a Orihuela para casarse civilmente con Josefina. A su vuelta a Andalucía, dirige el periódico Frente Sur. En este tiempo, escribe el libro Viento del pueblo, que se publicará en Valencia en 1937. Recogía poemas escritos desde que estalló la guerra y tenía una dedicatoria de Vicente Aleixandre.

Viento del Pueblo: Poesía de Combate

Miguel comprendió el poder de la palabra y su función social y política. La solidaridad es su lema. Viento del pueblo es una poesía comprometida, poesía de guerra, de denuncia, de solidaridad con el pueblo oprimido. Es la poesía como arma. Este poemario implica que lo lírico cede a lo épico; el poeta asume una función como profeta.

La Función Profética y sus Tonos

Esta función tiene tres tonos principales:

  • Exaltación: Hacia los hombres que luchan por la justicia y la libertad.
  • Lamentación: Por las víctimas de los opresores.
  • Imprecación: Hacia los enemigos, opresores y explotadores.

El Yo Lírico y los Destinatarios

Miguel se focaliza en un yo lírico (como en «Canción del esposo soldado») o en un yo unido a un nosotros (como en «Sentado sobre los muertos»), pero también se une con seres anónimos: campesinos, jornaleros, aceituneros, el niño yuntero... donde domina la función apelativa (énfasis, dramatización), propia de la poesía de propaganda. La dominante es la del apóstrofe, que presenta varios matices: arenga, exhortación, insulto. Hay diferentes destinatarios: el tú de exhortación (jornaleros, campesinos), el tú de la lamentación elegíaca (García Lorca, Pablo de la Torriente) y el tú al que elogiar (jóvenes proletarios).

El Tono de Exaltación

El tono de exaltación aparece en Viento del pueblo, con un entusiasmo combativo. Exalta y exhorta a los jornaleros, a los aceituneros de Jaén, a los campesinos o a figuras de la lucha (Rosario Dinamitera, Pasionaria). El poeta se mitifica, se identifica con la colectividad que queda glorificada en sus atributos de fuerza y orgullo a través de una hipérbole simbólica que hace uso del bestiario (yacimientos de leones, desfiladeros de águilas) y fenómenos atmosféricos que simbolizan el poder y la fuerza son recurrentes (huracán, rayo). Miguel sufre con los explotados («Me duele este niño hambriento»). El tono de exaltación no siempre se da en lo colectivo, sino que también puede estar en la fusión entre el amor y el heroísmo (a la esposa y el hijo que espera, como en «Esposo y soldado»). Hay en Miguel un entusiasmo por la lucha que le hace sentir la victoria y anunciarla con el hijo que espera, pero siempre está con el ansia de que la guerra (colmillo y garras) termine para ser solo esposo. Entiende la guerra como defensa inevitable («Es preciso matar para seguir viviendo»).

La Lamentación y la Imprecación

En estos poemas de tono de lamentación, mitifica a los sujetos líricos (elegía primera dedicada a Lorca, elegía segunda a Pablo de la Torriente). La lamentación tiene otros matices: en poemas sociales («Niño yuntero», «Aceituneros»), el tono de lamento sirve para expresar la identificación íntima y solidaria con los protagonistas. Frente a la exaltación del heroísmo de los que luchan por la libertad y la lamentación por las víctimas, el tono de imprecación implica designar e insultar a los cobardes que explotan al pueblo. Las «manos puras» son símbolo de lo positivo exaltado, significan progreso y esperanza, mientras que las «manos feroces» se refieren a las de los explotadores.

El Hombre Acecha: La Crueldad de la Guerra (1937-1938)

En el verano de 1937, publica Viento del pueblo, que recoge poemas escritos desde el principio de la guerra. El poeta participa en el II Congreso de Intelectuales en Defensa de la Cultura en Valencia. Después, viaja a la URSS y participa en el V Festival de Teatro Soviético. Cuando llega a España, su talante cambia tras haber estado y contemplado el espectáculo de una Europa ajena al drama que se vive en España, lo que le provoca una profunda depresión e intensifica su vena antiburguesa. Pese al nacimiento de su primer hijo, Miguel se refugia en un progresivo intimismo pesimista que le hace interiorizar el espantoso espectáculo que le hace tambalear su fe en el hombre. Es cuando empieza a escribir El hombre acecha, que consta de 19 poemas escritos entre 1937 y 1938, cuando muere su hijo. Este poemario coincide con los moldes métricos-estéticos en el concepto de la poesía como arma y en las circunstancias que lo provocan con Viento del pueblo. Sin embargo, el tono y el tema son diferentes. Viento del pueblo es un poemario heterogéneo porque recoge poemas que ha publicado o leído en diferentes sitios, y es externo; es un libro combativo en el que se puede ver entusiasmo y optimismo por los acontecimientos de la guerra, mientras que en El hombre acecha se ve una realidad cruel y brutal del curso de la guerra. El lenguaje es más sobrio y tiene un tono más íntimo; hay menos héroes y más víctimas.

Actitudes y Voces en El Hombre Acecha

Con este tono, el poeta evidencia la situación que su pueblo (España en general) está viviendo. Constata la terrible realidad y busca la razón por la que escribe. Hay dos actitudes y voces:

  • Lo libresco e inauténtico (museo, biblioteca), el retoricismo superficial (pavo real, palabras con toga) y la hueca divinización (pedestal).
  • Lo humano (trabajo, dolor, amor, tristeza) y el arraigo y fecundidad (vino, cosecha).

Símbolos y Desmoronamiento

La evidencia trágica y la reivindicación de la palabra poética son temas clave de El hombre acecha. El símbolo de España es la tierra como padre, y asocia a la función maternal la fecundación y la regeneración. A medida que avanza 1938, escribe poemas de El hombre acecha, describiendo cómo se desmorona el bando republicano y los horrores de la guerra. En octubre de ese año, nace su segundo hijo.

Prisión, Muerte y Cancionero y Romancero de Ausencias (1939-1942)

A principios de 1939, se pierde la guerra. El poeta es detenido en la frontera portuguesa en mayo y es llevado a Sevilla para ser encerrado en la cárcel. Luego es puesto en libertad sin ser juzgado y vuelve a Orihuela. Allí lo delatan y es detenido de nuevo. Lo juzgan y condenan a muerte en 1940 por su participación en la guerra a favor del bando republicano. En prisión, coincide con Buero Vallejo. En 1941, enferma de neumonía y, al no ser tratada, sufre tuberculosis. Muere el 28 de marzo de 1942, pero antes se casa con Josefina de manera eclesiástica para que no tuviera problemas legales.

Cancionero y Romancero de Ausencias

En 1939, cuando sale de la cárcel antes de ser definitivamente detenido, Miguel entrega a su esposa un cuaderno con poemas que titula Cancionero y Romancero de Ausencias. Contiene 79 poemas que empezó a escribir en octubre de 1938, cuando recibe la noticia de la muerte de su hijo. Es un libro inconcluso. Al poemario inicial se le han añadido algunos poemas hasta llegar a 137. En este último poemario, Miguel Hernández alcanza la madurez poética con una poesía desnuda, íntima y desgarrada, con un tono trágico contenido. Está marcado por sus tres heridas: el amor, la vida y la muerte. El poeta es una víctima más, un vencido, y lo refleja en sus versos. Siente dolor por todas las ausencias: la de la muerte (de su hijo) y la de la cárcel (ausencia de su esposa e hijo). La palabra libertad está unida al amor. Ya no canta a los combates ni tampoco exalta a los héroes o al pueblo; lamenta estar en la cárcel y la muerte que le espera. En el poema «Tristes guerras», son los versos de una persona cuya empresa fue el amor y sus armas las palabras, una lengua bañada en corazón.

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