La Migración Helvecia: Estrategias y Obstáculos en la Galia
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La Migración Helvecia y la Intervención de César
VI) Había solo dos caminos para salir de casa: uno a través de los secuanos, estrecho y difícil entre el monte Iura y el río Rhodanus, por donde apenas los carros podían pasar de uno en uno. Por otra parte, el monte altísimo dominaba de forma que fácilmente unos pocos podían prohibir el paso. El otro camino era a través de nuestra provincia, mucho más fácil y libre, puesto que entre el territorio de los helvecios y de los alobroges, que habían sido pacificados recientemente. Fluye el Ródano y este es vadeable por algunos lugares. La última ciudad de los alobroges y la más cercana al territorio de los helvecios es Genua. Desde esa ciudad se extiende un puente hasta los helvecios. Consideraban que o bien persuadirían a los alobroges, ya que todavía no parecían ser de buen ánimo para con el pueblo romano, o bien los obligarían con la fuerza a que soportaran que ellos pasaran por su territorio. Una vez preparadas todas las cosas para la partida, señalan un día en el que todos debían reunirse junto a la orilla del Ródano. Ese día era el día quinto antes de las calendas de abril, siendo cónsules Pisón y Gabinio.
VII) Habiendo sido anunciado esto a César, que ellos intentaban marchar a través de nuestra provincia, se apresura a partir de la ciudad y, a marchas forzadas, se dirige a la Galia y llega a Genua. Ordena a toda la provincia el mayor número posible de soldados; solo había una legión en la Galia Ulterior. Ordena que el puente que había junto a Genua sea cortado. Cuando los helvecios fueron avisados de la llegada de este, le envían como legados a los más nobles de la ciudad, al frente de cuya embajada estaban Nameyo y Veruclotis, para que le dijeran que ellos tenían en mente marchar por la provincia sin ningún daño material, puesto que no tenían ningún otro camino; y que le rogaban que se les permitiera hacerlo con su sumisión. César, ya que tenía en su memoria al cónsul Casio asesinado y su ejército expulsado por los helvecios y enviado a la esclavitud, pensaba que no había que hacer concesiones. Y no creía que unos hombres de ánimo hostil, una vez dada la posibilidad de marchar por la provincia, se abstendrían de ultrajes contra las personas y daños materiales.
VIII) Sin embargo, para que pudiera mediar un espacio hasta que se reunieran los soldados que había ordenado, responde a los legados que se tomarán un día para pensarlo: dice que si querían algo, que regresaran el día de los idus de abril. Una vez terminada esta obra de fortificación, dispone guarniciones, construye castilletes para que pudieran impedir el paso más fácilmente si intentaban cruzar en contra de su voluntad. Cuando ese día que había fijado con los legados llegó y los legados regresaron a él, dice que él no puede dar el paso por la provincia a nadie, de acuerdo con la costumbre y el ejemplo del pueblo romano. Una vez unidas unas naves y fabricadas unas balsas, otros por los vados del Ródano, por donde la profundidad del río era mínima, a veces de día, frecuentemente de noche, tras intentar si podían irrumpir, rechazados por la obra de fortificación, por el concurso de los soldados y por las armas, desistieron de este intento.