El Método Cartesiano: Fundamentos y Aplicación en la Metafísica
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La Crítica a la Filosofía Escolástica
A René Descartes le parecía que la filosofía escolástica estaba llena de errores o, al menos, no permitía conocer nada con seguridad. Los escolásticos partían de tantas ideas preconcebidas que resultaba imposible tener certeza absoluta de ninguna supuesta verdad. Por eso, Descartes rompió totalmente con la filosofía de su época y pretendía descubrir la verdad sin confiar en la autoridad de ningún filósofo anterior, sino basándose tan sólo en la razón.
Ahora bien, aunque, según él, la razón se encuentra en todos los hombres, suele ser mal usada y desviada de su camino hacia la verdad por los prejuicios, la precipitación, las pasiones, etc., y esto nos hace caer en el error. De manera que será necesario encontrar un método que, como dice el título completo de su Discurso del método, nos permita “guiar bien la razón y buscar la verdad en las ciencias”.
El Método Matemático como Modelo de Racionalidad
Pero, ¿es posible basar todas las ciencias en un único método de conocimiento? Para los escolásticos, que seguían la filosofía de Santo Tomás, basada a su vez en la de Aristóteles, las ciencias no sólo se distinguían por su objeto de estudio, sino que cada ciencia debía tener su propio método. Sin embargo, Descartes encuentra que las únicas ciencias que siguen un método seguro, que les permite tener absoluta certeza de sus conclusiones, son las matemáticas y, por ello, propone el método matemático como modelo de racionalidad en el que deben basarse todas las ciencias. Pues, según él, si adaptamos ese método a todas las ciencias, conseguiremos la misma certeza en ellas que en las matemáticas.
Las Reglas del Método Cartesiano
Las reglas que aplica a ese método son:
La regla de la evidencia: Para no tomar nunca por verdadera una idea que sea falsa, no debemos admitir nada como verdadero si no es evidente que lo es. Sólo debemos aceptar como verdaderas las ideas que se presenten de un modo tan “claro y distinto” que no sea posible ponerlas en duda. Donde se entiende por “claridad” la presencia inmediata de la idea a la mente que la piensa y por “distinción” la separación de dicha idea del resto de las ideas. Con lo cual, la evidencia se basa en la intuición directa de la idea, de modo que la verdad de dicha idea resulte indudable y podamos tener, por tanto, la certeza o seguridad de que la misma es verdadera.
La regla del análisis: Consiste en dividir las dificultades en tantas partes como sea posible y necesario para solucionarlas mejor. Se trata de dividir las cuestiones complejas en partes más simples para poder examinarlas por separado y que su verdad, o su falsedad, se muestre de manera evidente. Así, de acuerdo con la primera regla, sólo aceptaremos como verdaderas aquellas ideas cuya verdad podamos intuir directamente.
La regla de la síntesis: Se basa en el procedimiento deductivo de la geometría. Consiste, según Descartes, en hacer que nuestro pensamiento siga el orden deductivo de las matemáticas. Pues, si las matemáticas y, en concreto, la geometría, parten de unos “axiomas”, que son unas verdades tan evidentes que resulta imposible dudar de ellas, para deducir otras verdades, llamadas “teoremas”, de las que también podemos tener certeza por haber sido extraídas, de manera lógica, a partir de dichos axiomas, al adaptar ese método a todas las ciencias conseguiremos la misma certeza. De acuerdo con lo cual, el método de Descartes partirá de las ideas más simples y evidentes que encuentre para deducir de ellas otras ideas más complejas.
La regla de la enumeración: Consiste en enumerar y revisar cada uno de los pasos del razonamiento que hemos seguido para llegar a las conclusiones que hemos llegado, de modo que estemos seguros de no haber olvidado ningún paso del análisis ni del proceso deductivo, y obtener así resultados tan ciertos como la verdad de la que partimos.
Aplicación del Método a la Metafísica
Pero, ¿cómo aplica Descartes estas reglas a la metafísica en su Discurso del método? Como su objetivo es estar seguro de que lo que conoce es cierto, y alcanzar un primer principio cierto del que poder deducir el resto de verdades de la metafísica, comienza rechazando cualquier conocimiento del que pueda tener alguna duda y sólo acepta como verdaderas aquellas ideas que le parecen indudables.
Pero descubre que hay algo de lo que es imposible dudar mientras se está dudando y es, precisamente, de que duda. Ahora bien, la duda forma parte del pensamiento y, por tanto, puede afirmar con absoluta certeza que piensa, y como para pensar es necesario existir, acaba concluyendo que es indudable que existe y es una cosa que piensa. De ahí su famosa frase: “pienso, luego existo”.
Descartes convierte ese “cogito” en criterio de verdad, porque piensa que de toda idea que se nos presente de un modo tan “claro, distinto e indudable” como “pienso, luego existo” podremos tener la certeza de que es verdadera. El “cogito” se convertirá en “el primer principio de la filosofía que buscaba”, por ser la verdad más básica o fundamental que pueda pensarse; la primera evidencia que nos muestra la razón y que, por tanto, puede convertirse en el punto de partida del que deducir el resto de verdades de la metafísica.